lunes, 8 de noviembre de 2010

Cada treinta de Octubre, esto.




Un relato corto que, como siempre, presenté a un concurso y no ganó. La frase inicial era obligatoria y el relato original un poco mas corto pues solamente se permitían 150 palabras. Espero que os guste.





Cada treinta de Octubre, esto.

No era un fantasma quien surgió entre la niebla, era la propia bruma la que surgió de los espectros. Desde el primer día supe que trabajar de vigilante nocturno en un cementerio no me iba a ser grato, y en seguida mis sospechas se confirmaron; a veces he oído susurros, en ocasiones he sentido presencias y por si no fueran suficientes esos sobresaltos, todos los años, cada treinta de Octubre, esto.
Intuía que algo extraño ocurriría aquella noche de finales de octubre, lo presentía, el año pasado, y el antepasado, en la misma fecha, sucedió algo similar.
Son los mismos de siempre, Juan Ramón Jiménez, Neruda, León Felipe, Lorca, Aleixandre, Luís, Emilio, Manolo, Alberti, Arturo, Pedro, Juan, Antonio Machado, levitan junto a sus poemas avanzando en silencio entre la niebla que les nace a cada paso, se detienen a los pies de una sepultura, la de siempre. Luego desaparecen, difuminados en su propia niebla.
Me acerco a la tumba, en ella han escrito un fragmento de uno de sus poemas

Callo después de muerto.
Hablas después de viva.
Pobres conversaciones
desusadas por dichas,
nos llevan a lo mejor
de la muerte y la vida.

Y para finalizar otra frase:
Feliz centenario Miguel.

Ya no hay niebla, ni fantasmas, ni flores, sólo silencio y letras sobre la tumba del poeta.

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