martes, 29 de marzo de 2011

Presentación Recuerdos de lluvia y Cierzo

Yolanda Iscar y un servidor en la presentación de El enigma de las palabras.
Paloma Sanz con "La profecía del silencio" en sus manos, a su lado Ángel Utrillas con" Rojo pasión, negro destino, verde porvenir".






Y además de la escritora Paloma Sanz, el día 7 de abril también me acompañará una joven promesa de la literatura madrileña, Yolanda Iscar.


Yolanda ha publicado dos novelas, Unica verdad y El enigma de las palabras, dos obras llenas de romances, acción y misterio, pero en las cuales trata por encima de todo de la amistad, una cualidad que ella aprecia y que demuestra tener acompañándome en mi presentación.



No os olvidéis. Día 7 de abril, salón de actos de la Fundación Progreso y Cultura, calle Maldonado 53, a las 19,30 horas.

Presentación de Recuerdos de lluvia y Cierzo, con la participación de

Yolanda Iscar y de

Paloma Sanz.

Recuerdos de lluvia y Cierzo



La presentación de Recuerdos de lluvia y Cierzo en Madrid será el día 7 de abril en el salón de actos de la Fundación Progreso y Cultura, calle Maldonado nº53 a las 19,30 horas.


Intervendrá en el acto Paloma Sanz, a quien podéis ver en la foto. Paloma es periodista y escritora. Los primeros años de su carrera los dedicó al mundo audiovisual, trabajó en Antena 3 Radio con Antonio Herrero, José María García o Jesús Hermida; también en TVE donde trabajó con Miguel de la Cuadra Salcedo; más tarde desarrolló su labor en Antena 3 Televisión y en cadena Cope; ha colaborado con El país, con el magazine El mundo y con distintas revistas. En el año 2009 publicó su primera novela: Rojo pasión, negro destino, verde porvenir; y en 2010 la segunda: Amanece en Paris.

Paloma no es simplemente una buena periodista y una magistral escritora, es además una gran persona y excelente amiga a quien le estoy muy agradecido por participar en la presentación de mi nuevo libro.


lunes, 28 de marzo de 2011

La abadía de los crímenes



Un día inolvidable. Antonio Gómez Rufo nos presentó su última novela en un ambiente cálido y cercano donde no faltaron literatura y buen humor.

Gran escritor.

Gran comunicador.

Excelente persona.

Gracias por venir Antonio, te esperamos en otras ocasiones.

jueves, 24 de marzo de 2011

Estrategias y algaradas




Esta semana sólo un micro relato, estrategias y algaradas, espero que os guste.
La fotografía es la portada del nuevo libro de Antonio Gómez Rufo, "La abadía de los crímenes", este sábado día 26 tendré el honor de acompañarle en la presentación que hará en la Librería Carrero de Valdemoro.


Estrategias y algaradas

A mi mujer no le gusta que le fastidie sus estrategias, por eso continúo acodado en la barra mientras su figura alta se agita voluptuosa en la pista. Contonea su dúctil talle al ritmo de sus áureos cabellos. Alza los brazos resaltando el dibujo de sus senos apenas ocultos por la seda de su camisa, un movimiento de caderas inefable descubre la promesa de sus glúteos. No estoy celoso, es sólo una estrategia. Elige al más incauto de sus admiradores, salen del local, yo los sigo.
Entre besos y arrumacos lo conduce a la furgoneta; entonces entro en acción.
Cierro la puerta, ella espera fuera, no soporto que interrumpan mis algaradas.

martes, 15 de marzo de 2011

Mi particular memoria histórica





Como esta semana, por problemas informáticos de la organización, no he presentado relatos al concurso, os dejo este artículo que escribí el día 8 de marzo, día Internacional de la Mujer. Fue publicado en la revista ZigZag Digital.
La fotografía es de Elena Álvarez.




Mi particular memoria histórica
Por Ángel Utrillas
http://www.angelutrillas.com/



Siempre advierto que la historia no es una ciencia exacta, quizá dentro de unos años encontremos un documento certificando que América fue descubierta por David Bisbal y nos veamos obligados a borrar a Colón de la historia. Pero me molestan ciertas confusiones.
El Día de la Mujer Trabajadora, ahora Día Internacional de la Mujer, se atribuye de forma incorrecta a dos sucesos: el incendio provocado en una fábrica textil de Estados Unidos en el que murieron calcinadas muchas trabajadoras; la celebración de protestas un 8 de marzo de 1909 en demanda de mejoras laborales.
Lo cierto, siempre con la debida cautela de una ciencia inexacta, es que el Día de la Mujer nació de un movimiento político, que parece ser lo que se intenta ocultar. La Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague en 1910, proclamó el Día de la Mujer Trabajadora, jornada internacional de lucha por los derechos de las mujeres, a propuesta de la dirigente comunista alemana Clara Zetkin. Se celebró por primera vez el 19 de marzo de 1911.
Cien años después, 8 de Marzo 2011, no hay mucho que celebrar, leo la noticia de la última muerte por violencia de género y aún no hace un mes de la anterior, ambas, según los expertos, en situación de bajo riesgo.
La Reforma Laboral del gobierno -“socialista”, ¡qué curioso!- misma ideología de la Conferencia Internacional donde nació el proyecto, está resultando ser un grave atentado contra los trabajadores en general, los jubilados en especial y los derechos de las mujeres en particular; precisamente ahora que teníamos un Ministerio de Igualdad.
¡Igual da! No me hagan caso, puede ser que Bisbal descubriera América y yo esté equivocado.


Ángel Utrillas es escritor. http://www.angelutrillas.com/

jueves, 10 de marzo de 2011

Eclipse de alchohol


Un cuadro de Rubens, “El borracho”
Representa a Sileno, nombre genérico que en mitología se da a los sátiros que llegan a la vejez, también recibe este nombre el sátiro que educó a Dionisos, el dios del vino. Poseía una amplia sabiduría pero no la relevaba a los humanos si no era por la fuerza. Era muy feo y de amplia barriga, se representa montado en un asno en el cual casi no puede sostenerse pues casi siempre estaba borracho. Esta es la razón por la que se le emplea para ilustrar el aspecto animal de los hombres cuando se embriagan. En palabras del propio Rubens "la borrachera entumece los miembros y el espíritu, según nos cuenta la antigua fábula de Sileno; hace desaparecer el dinero, incita a las ciegas pasiones de Venus y Marte y provoca una muerte prematura".

Perfecto para el primer relato en el cual el alcohol es el protagonista y cercano al segundo donde el personaje es un fracasado que decide provocarse la muerte.
ECLIPSE DE ALCOHOL



Con este amargor tan extraño empezó la equivocación.
El trabajo no me gustaba, caí en él pensando que no se daba golpe y se enhebraban ligues. ¡Otra amarga equivocación!, sólo hilvané baños de sudor y desilusión que diluía en alcohol. No eché ni un polvo pero acabé hecho polvo. Aunque anduve cerca, con una mujer, algo vacuna, que todas las noches coincidía con mi ruta. Eso fue antes del amargor destilado, antes de sentirme inútil y convertirme en borracho.
Su voz dulce eclipsaba mi resaca cuando decía: “gracias, buenas noches”… y me sentía como un toro, del cuello hacia abajo quiero decir.





MUTIS POR EL FORO



Con este amargor tan extraño cierro el libro de mi vida.
Intento ordenar mi nuevo disfraz mientras me desvisto.
Intento despojarme de mis íntimos deseos,
de la terrible desgracia de estar muerto en vida.
Intento dejar el dolor del fracaso al otro lado de la puerta
y abriéndolas todas, curo el lastre de mis heridas.
Fin de la escena.
Mutis por el foro.
Con este amargor tan extraño en los labios, el mismo que anida en mi corazón, cierro mi poema, culmino mi tragedia.

Firmó su libro póstumo, saboreó el último sorbo envenenado.
¡Magnífica publicidad para un libro, el suicidio de su autor fracasado!

lunes, 7 de marzo de 2011

Capítulo XVI: Cuando el grajo vuela tan bajo


Un capítulo más de "La profecía del silencio"

En éste, la cita es de un relato mio, que casualmente no está en mi próximo libro "Recuerdos de lluvia y Cierzo"

La fotografía es de Gerardo, la conmemoración del tercer cumpleaños de la web.










....Se subió al primer tren que pasó por la estación sin importarle cual era su destino. El ignorado destino de aquel tren era Madrid, el suyo estaba escrito, no tenía destino y sólo buscaba un último refugio, la soledad persistente.
Cuando llegó a la capital no buscó trabajo, ni siquiera buscó un hogar o un techo donde cobijarse, no buscó absolutamente nada y en consecuencia, absolutamente nada encontró, se apeó del vagón y se quedó a vivir en la estación. Atocha apeadero le adoptó. Allí fue donde yo le conocí años más tarde. Tendría él unos cincuenta, pero aparentaba quinientos. Todos le llamaban “El Gallego”, Leonardo El Gallego. El Gallego era, lo que podríamos denominar, un pordiosero, aunque yo jamás le vi pedir ni aceptar limosna alguna. El Gallego trabajaba. Se ganaba el sustento ayudando en la papelería ubicada en el vestíbulo de la estación.
Ángel Utrillas. “Soledad persistente”

CAPÍTULO XVI
Cuando el grajo vuela tan bajo
(10- 12- 1999)

Definitivamente madrugar no era lo suyo, o quizá se trataba de trasnochar y madrugar la mezcla que le resultaba tan contraproducente. Subió el cuello de su abrigo pues el frío era intenso y se puso las gafas de sol de espejo, el astro rey, en realidad, brillaba por su ausencia, sin embargo las gafas tenían otra utilidad, ocultar sus ojos enrojecidos, las usaba a modo de tapa vinos, como él mismo las denominaba.
Necesitaba un buen desayuno, café recién hecho para despejar su cerebro y calentar el cuerpo destemplado por el madrugón, pero era una misión imposible encontrar un bar abierto en el barrio, a horas tan intempestivas de la mañana tan sólo funcionaban los kioscos de prensa.
_ Cóbrese el periódico jefe-. Le dijo al vendedor-. Y dígame donde puedo encontrar un bar abierto para desayunar, por favor.
_ En el barrio sólo está abierto el de la esquina con Barquillo, la Taberna del Renco se llama, los demás permanecerán cerrados hasta medio día.
_ Gracias, quédese con el cambio amigo-. Cruzó la calle y se dirigió al lugar indicado.
En efecto, en la confluencia de las calles Fernando VII y Barquillo había un local abierto, pero su rostro en lugar de demostrar complacencia con el hallazgo reflejaba sorprendida decepción. Había reconocido el local, un antro de mala muerte en el cual estuvo una vez, había desayunado allí otro día de temprano despertar y no le pareció una agradable experiencia. Lo pensó dos veces antes de entrar.
_ Quizá la camarera no sea la misma, o puede ser ella y mostrarse de mejor humor. De todos modos siempre será mejor opción soportar las impertinencias de la camarera con un buen desayuno que no conformarse con un vaso tibio de achicoria de la maquina de la oficina -. Tras pensar en voz alta se decidió a entrar y se dirigió directamente a la barra, la camarera estaba atendiendo a otros clientes, era la misma, no se bajó el cuello del abrigo, ni se quitó las gafas de sol, mas si lo hizo por mantener su identidad oculta no consiguió su propósito, Rosa lo conocía demasiado bien para que tan escaso disfraz la confundiera. Abrió el periódico y se refugió en su lectura, percibió los movimientos de la muchacha al otro lado del mostrador, intuyó, husmeando entre la montura de las gafas y su flequillo, la presencia de la chica, mas no se dignó alzar el rostro, mantuvo la barbilla hincada en el pecho y sus pupilas mirando, sin llegar a ver, el texto del diario.
_ Vas a tomar algo o has venido sólo a leer.
Levantó despacio la vista, igual de despacio que el rubor se fue adueñando de sus mejillas hasta poblarlas por completo. Ya se estaba cansando del trato que aquella mujer le dispensaba, con los demás clientes no hacía lo mismo.
_ Aparte de leer tomaré algo, es decir si a ti no te molesta-. Fue la respuesta de Dionisio.
_ Por mí como si te compras un avión de mármol, pero si quieres algo dilo rápido, ni soy adivina ni tengo todo el día.
_ Pues ya tenemos algo en común, yo tampoco soy adivino ni dispongo de mucho tiempo, de todos modos tomaré un café descafeinado con leche desnatada y sacarina, y una tostada con mermelada y mantequilla, por favor.
Rosa le sirvió la consumición sin alacridad y por supuesto sin concederle más comentarios, tampoco Dioni abrió la boca excepto para tomar el desayuno, toda su atención la dedicaba ahora a un artículo del periódico, una importante empresa, uno de los pilares de la economía del país, había sido atacada por una banda de delincuentes que usando la cobarde estrategia del terrorismo postal, habían enviado cartas conteniendo antrax a varios de sus ejecutivos. La catástrofe se evitó por casualidad como se evitan casi todas las catástrofes que se consiguen evitar; en el transcurso de la festividad correspondiente al puente de la Constitución los vigilantes comenzaron a sospechar, todos los paquetes llegaron a última hora de la tarde del jueves anterior al puente, último día laborable de la semana; todos los envíos traían sellos de urgencia y anuncios de entrega inmediata y sin demora, pero ninguno de los directivos de la empresa esperaba recibir nada. Las sospechas crecieron hasta el punto de que el sábado por la mañana el servicio de seguridad avisó a la policía y fue así como los cuerpos de seguridad del Estado descubrieron y desbarataron el peligro. Si en vez de realizarse el sabotaje en el puente de la Constitución se hubiera llevado a cabo más adelante, en el transcurso de las fiestas navideñas cuando el envío de regalos es algo cotidiano, con toda seguridad hubiera tenido éxito pues nadie hubiera desconfiado de paquetería enviada por clientes a directivos de la empresa.
_ Vaya suerte-. Pensó Dionisio en voz alta, tenía una entrevista con Don Alberto a primera hora, ese era el motivo de su madrugón, pero después tendría que pasar una circular a todos los vigilantes y a todos los departamentos para que extremasen las precauciones con el correo, el suceso de el pasado fin de semana no era un hecho aislado, se trataba ya del tercero de esas características en menos de quince días. Guardó el periódico cerrándolo y doblándolo por la mitad y buscó a la camarera para abonar su consumición.
Entonces lo vio, las ideas, las imágenes se sucedieron en su mente con fugaz rapidez, con vertiginosa claridad; fue en ese instante cuando empezó a comprender. Rafael, el sabiondo, el listillo, el vigilante convertido en héroe estaba allí, en un discreto rincón del local, casi oculto pero presente, charlando animadamente con la camarera-. ¿Qué demonios hace aquí este tío?- Pensó, y enseguida él mismo se respondió. Rafael había trabajado en el turno de noche durante todo el puente, acababa de finalizar su jornada y había ido allí tras el trabajo a desayunar. La camarera era su amiga, ¡claro!, por eso a él le trataba con despotismo, ahora la había reconocido, aquella joven era la misma que se desmayó en el entierro del vigilante fallecido durante el servicio, el desprecio que le mostraba podía ser debido a la amistad con Rafael o a que le hacía responsable de la muerte de Álvaro, de su novio.
Llamó la atención de Rosa con un gesto discreto, ella ya se acercaba, sin esperar a que la chica llegara a su altura le pidió con voz atiplada y tono educado:
_ Por favor cóbrate cuando puedas.
Como era de esperar la camarera cogió el dinero sin decir palabra y de igual modo puso el cambio frente al cliente.
_ Aguarda, espera un momento, disculpa, no quiero incomodarte, nunca he sido un buen fisonomista y lo lamento, acabo de reconocerte, me he dado cuenta de quien eres y quiero decirte que yo no tuve la culpa de la muerte de Álvaro, lamento mucho su ausencia, comprendo ahora tu actuación conmigo pero no la merezco y para finalizar quiero añadir que si necesitas algo y yo puedo ayudarte lo haré con mucho gusto.
Rosa permaneció silente ante el discurso de Dionisio, le miraba a los ojos y no obstante no los veía pues sus gafas de sol de espejo le devolvían su propia imagen, impasible, imperturbable; tampoco podía ver los ojos de Rafael pero sentía su mirada expectante clavada en su rostro. Suspiró ante el breve silencio del final de la perorata y dijo:
_ Lo único que puedes hacer por mí es desaparecer de mi vista para siempre.
_ De acuerdo, acepto tu decisión pero te repito que no tuve nada que ver con el trágico suceso de la muerte de Álvaro…
Rosa estaba ya de espaldas y se alejaba dejándole con las palabras en los labios por eso él no finalizó la frase. Dionisio no recogió el cambio, lo dejó de propina, como si unas cuantas e insignificantes monedas pudieran borrar de repente todos sus malos actos. Aún no había salido del local y ya se había olvidado de todo, de Rosa, de Álvaro, de Rafael, tenía asuntos más importantes en mente, la cita con el presidente, la redacción del memorándum para estimular la precaución del personal respecto del trato dispensado al correo, contactar con los directores de seguridad de las empresas atacadas para recibir consejos e intercambiar impresiones, comunicar con los responsables de la lucha anti terrorista de policía y guardia civil para obtener información ... El café cargado no era suficiente para ayudarle a afrontar el duro y largo día de trabajo, necesitaba algo más contundente, necesitaba algo más efectivo, necesitaba algo más... al llegar al edificio iría directamente al cuarto de baño y se metería una rayita.
_ ¿Qué te contaba mi jefe?- Interrogó Rafael a Rosa con curiosidad-. Ha hablado más tiempo contigo esta mañana que conmigo en los últimos meses.
_ Películas Rafa, me contaba películas, pero la que él me contaba yo ya la había visto-. Hizo una pausa antes de confesar-. Por fin me ha reconocido y se lavaba las manos como Pilatos diciéndome que él no tuvo la culpa en la muerte de mi novio.
_ Bueno-. El vigilante se encogió de hombros como siempre-. Eso es cierto, él no provocó el fallecimiento de Álvaro.
_ Es culpable, no por acción pero sí por omisión, él sabe cuanto ocurre en ese maldito convento y no hace nada por arreglar los problemas. Si hablara más con sus trabajadores y menos con los ejecutivos, si se interesara por solventar sus dificultades e intentara ayudarles, buscar soluciones junto a ellos, en definitiva hacerles su labor menos ingrata, todos seríais más felices; si él fuera un buen jefe Álvaro hubiera dejado de prestar servicio en ese edificio con su apoyo y comprensión y en estos momentos continuaría con vida.
_ No sé Rosa, no sé, Álvaro no era de los que se dan por vencidos fácilmente, él no hubiera arrojado la toalla, no hubiera aceptado el traslado a otro centro de trabajo.
_ Nunca lo sabremos con certeza, Dionisio jamás se apeó de su pedestal, nunca se tomó la molestia de dialogar con él ni con nadie y cuando fue Álvaro quien intentó llegar a su altura chocó contra el cristal de su esplendorosa urna, cuando le insinuó la existencia de fenómenos extraños en el edificio se escondió dentro de su concha cerrando los ojos y tapando sus oídos.
_ Eso sí es cierto, Dioni nunca a querido oír una sola palabra sobre el asunto de los fantasmas.
_ Ni de los conflictos laborales de sus vigilantes tampoco, le importa un bledo la injusticia en la elaboración de los cuadrantes de trabajo, le da igual que vuestro sueldo sea ridículo y sus empleados deban matarse haciendo horas extraordinarias para subsistir, le tienen sin cuidado los riesgos laborales y la seguridad de sus hombres, él sólo se preocupa de hacer la pelota a los directivos de la empresa para ocultar su ineptitud y de poner la mano puntualmente a fin de mes.
_ Le conoces bien, no te engaña su sonrisa de conejo inocente ni su cara de no haber roto un plato en su vida.
_ No, no me engaña, al contrario, le creo capaz de cualquier acto perverso, incluso empiezo a considerar que de verdad fuera quien provocó el incendio en la nave de los inmigrantes de Villaverde.
_ Por cierto, viene en el periódico un comentario de ese asunto-. Rafa revolvió entre las páginas del diario hasta encontrar el artículo-. Mira, aquí está, lee.
La policía ha detenido a los integrantes de una banda de extrema derecha conocida como los Dragones Rojos, están acusados de causar la muerte de un mendigo tras una brutal paliza en los alrededores de la estación de Atocha*(1) y además de provocar el incendio que el pasado día 26 acabó con la vida de quince inmigrantes en las naves industriales abandonadas de Villaverde. Los sking heads se confiesan autores de la agresión al mendigo pero inocentes de causar el incendio. La policía baraja otras posibilidades, si no fueron los Dragones Rojos se trataría de un ajuste de cuentas entre bandas rivales por asuntos de tráfico de drogas o por deudas económicas contraídas con las mafias que trasladan a los inmigrantes ilegalmente.

*(1) Nota del autor: A principios del invierno de 1991 un grupo de cabezas rapadas dieron una brutal paliza a un vagabundo en las inmediaciones de la estación de Atocha, el agredido era Leonardo El Gallego, un pobre hombre que nunca hizo daño a nadie. La vida lo maltrató durante años sin piedad, aquellos locos lo maltrataron durante unos minutos sin motivo. Era un indefenso mendigo, era una buena persona, era mi amigo.

_ Yo creo que fue él-. Dijo Rosa tras leer el artículo-. Y además pienso que lo hizo por diversión y no por xenofobia, por sentir superioridad y poder.
Rafael calló. Un cliente impaciente reclamó la presencia de Rosa al otro extremo de la barra y eso extinguió la conversación de forma definitiva, mas las palabras de la camarera flotaron incomodas en la mente del vigilante durante mucho tiempo sin encontrar rincón donde ubicarse, ni camino hacia el olvido.
La entrevista de Dionisio con don Alberto fue breve, casi rutinaria, el asunto principal tratado fue la preocupación del jefe de seguridad por extremar las precauciones contra posibles atentados terroristas, sobre todo mediante envíos postales; debatieron sobre el éxito obtenido en cuanto a la discreción sobre la participación de Rafael en la detención del comando terrorista, pues había pasado casi desapercibido; discutieron, eso sí, sobre algunos problemas que el plan de protección nuevo había causado a los trabajadores del edificio, pues las quejas se multiplicaban, ese momento lo aprovechó Dionisio para cargar con un nutrido haz de culpa la fornida espalda de Rafael y solicitar su relevo del servicio. Don Alberto, como siempre, no entró al trapo. Ubicado en la agridulce soledad del despacho se sentó frente al ordenador, debía elaborar un memorándum alertando al servicio de seguridad y a los empleados del edificio sobre la importancia del correcto tratamiento del correo. Comenzó a golpear con sus dedos el teclado.
Es un hecho por todos conocido que en los últimos tiempos se están produciendo sabotajes terroristas contra diferentes empresas del país, principalmente por medio de envíos postales. Tenemos conocimiento de tres atentados en los últimos quince días. La oleada de atentados no está dirigida contra un tipo especifico de empresa, cualquier firma de cualquier punto del país puede ser objeto de un ataque, nuestra empresa no está exenta de ese riesgo, por tanto como responsable de seguridad es mi deber recordar a todo el personal adscrito a este centro de trabajo la necesidad de extremar la precaución con el correo. Cualquier envío no esperado sospechoso o irregular lo devolveremos al servicio de seguridad para un nuevo control. No se abrirá ningún paquete o sobre si carece del sello de seguridad indicando CORREO REVISADO. Si recibimos algún envío careciendo de esta indicación de CORREO REVISADO lo pondremos de inmediato en manos del servicio de seguridad para su correspondiente revisión. Ante cualquier duda no debemos arriesgarnos y nos pondremos en contacto con el departamento de seguridad.
Lo leyó y lo releyó, corrigió algunas faltas de ortografía y cambió las frases y palabras que no le gustaban, luego lo imprimió, sólo faltaba hacer las copias y enviar una a cada departamento. A medio día todos los trabajadores del edificio pudieron leer el documento. Rafael no, no pudo leerlo por que aquél era su día libre, había salido de realizar el turno de noche a las siete de la mañana, descansaba la jornada completa y volvía a entrar de servicio al día siguiente a las siete de la tarde, otra vez de noche, y con sólo un día de descanso. Esa fue una de las razones por las cuales decidió no acostarse y emplear el día en algo de provecho, sin embargo le hubiera dado el mediodía en la Taberna del Renco, se encontraba a gusto allí, leyendo el periódico, tomando café y comentando con Rosa las noticias del diario.
_ ¿Qué pasa Rafa, te vas a quedar conmigo todo el día?- Preguntó Rosa-. Compréndeme, no me interpretes mal, no me molestas, pero supongo que deberías irte a descansar, no estaría mal dormir un poco.
_ No, no voy a dormir, ni tampoco a permanecer aquí toda la mañana, me voy a ir yendo ya, tengo cosas por hacer, ya sabes tareas pendientes.
_ No ha sido mi intención echarte.
_ Ya lo sé, pero tienes toda la razón, como siempre, debo irme o al final no haré nada, como casi siempre, por cierto, ¿qué hora es ya?
_ Las nueve y media.
_ ¿Ya llevo aquí dos horas? ¡Cómo pasa el tiempo!, bueno me marcho, pasado mañana te veré, ya sabes, a desayunar después del trabajo.
_ Muy bien, pues hasta pasado mañana entonces.
El cielo se había cubierto de celajes y las nubes amenazaban con derramar su lluvia sobre la ciudad. Rafael se abrochó el abrigo y subió la solapa del cuello con gesto de disgusto, no le gustaba la lluvia, todo lo contrario, se deprimía ostensiblemente en los días grises.
_ ¡Vaya!, hoy que debo pasar la mañana por la calle caminando de un lado a otro amenaza lluvia.
Comenzó a caminar con paso decidido en dirección a la Plaza de las Salesas, en la escalinata de acceso a la iglesia de Santa Bárbara había una mujer acurrucada entre dos peldaños, encogida por causa del frío, mendigando una limosna, a Rafael le resultó conocido aquel rostro semi oculto, aquel cabello largo, negro y rizado cayendo desordenado por la cara... Se detuvo y observó con mayor atención, con curiosidad.
_ Claro, ése es el abrigo viejo de Rosa y esa chica es Candelaria -. Una sonrisa se dibujó en su rostro y se acercó despacio, rebuscando entre sus bolsillos, tratando de reunir unas monedas, depositó la calderilla en el recipiente que a tal fin había dispuesto Candelaria un escalón más arriba del cual ella ocupaba.
_ Gracias-. Murmuró y sonrió alzando cansada la vista hacia el caritativo y anónimo donante.
_ Hola Candelaria-, saludó Rafael con una amplia sonrisa en sus labios -, ¿te acuerdas de mí?
_ Sí, me acuerdo, son muy pocas las personas que me han prestado ayuda y por tanto es muy sencillo recordarlas a todas-. Respondió la joven dominicana poniéndose en pie.
_ Y, ¿cómo te trata la vida?
_ Bien-, respondió la chica encogiéndose de hombros en un gesto que a Rafael le resultó familiar y propio-, aunque podría ir mejor. Llamé al teléfono que me diste, fueron muy amables, me han dicho que cuando comience a trabajar lleve una copia del contrato, van a intentar conseguirme el permiso de residencia.
_ Me alegro mucho, y ¿cómo fue la entrevista de trabajo?, ¿te dieron el empleo?
_ Sí, cuando me recupere de mis lesiones empezaré a trabajar-. Adujo Candelaria señalando con resignación su brazo y su tobillo lastimados-. No es gran cosa, pero no tengo nada mejor, el sueldo no es muy alto pero para mí sola será suficiente, además no tendré que buscar un hogar, viviré en un piso propiedad de la empresa junto con otras compañeras.
_ Pero el alquiler será elevado-. Afirmó más que interrogó el vigilante, adivinando una cláusula abusiva en el contrato.
_ Sí, 25000 pesetas, pero es preferible vivir en un piso con compañeras de trabajo a estar instalada en una nave abandonada rodeada de gente extraña y expuesta a cualquier peligro.
_ Y ahora ¿dónde vives?
_ Voy a comer y a dormir a un albergue, tampoco es gran cosa pero es gratuito y para una corta temporada está bien.
_ Y ¿aquí que tal, son caritativos los feligreses?
_ Bueno no mucho-, confesó la joven encogiéndose de nuevo de hombros plagiando el típico movimiento de Rafael-, vengo todos los días a la misa de las diez, la gente que asiste a esa ceremonia viste ropas de calidad, parecen acomodados, casi ricos, pero mi recaudación es más bien escasa, hay días que el párroco es el único que me da algo, sin embargo a las once cambio estratégicamente de posición, me voy a la misa de la iglesia de San Antón, allí asisten amas de casa con sus carritos a cuestas para luego ir a la compra, personas mayores ya jubiladas, gente con menos posibilidades económicas, y es ahí donde más recaudo, o las apariencias engañan o quien más tiene es precisamente quien menos da.
_ Ambas apreciaciones son correctas querida amiga.
_ De todos modos juntando ambas colectas consigo para el desayuno y la cena que no puedo hacerlas en el albergue, incluso voy ahorrando, con un poco de suerte la semana próxima podré comprar algo de ropa.
Rafael la miró de arriba abajo y pudo apreciar que bajo el abrigo que Rosa le diera había un pantalón negro y un jersey claro.
_ Pero ropa ya has conseguido, no llevas la misma del otro día-, comentó el vigilante tras su indiscreta observación.
_ Sí bueno tengo un par de pantalones, este sweater y una camisa de felpa que me da un aspecto horrible y me hace parecer un hombre, me lo consiguió el párroco de Santa Bárbara, es bueno conmigo, aunque creo que se preocupa más por la discreción y decencia de mi indumentaria que por ahorrarme el frío.
_ Oye por cierto, estoy recordando una cosa, tengo en casa algo de ropa vieja, son casi todo prendas que se me han quedado pequeñas, quizá puedas aprovechar alguna pieza, tengo una idea, pásate esta tarde por mi casa, le echas un vistazo, te llevas lo que te resulte útil y de paso te invito a cenar.
_ No sé-. Respondió Candelaria ante la inesperada invitación-, lo de quedarme la ropa no me parece mal suponiendo que sea cierto que te vas a deshacer de ella, pero lo de la cena ya me parece excesivo, me da la sensación de estar abusando de tu generosidad.
_ ¡Ah no!, de ninguna manera, mira, la ropa está ya preparada y guardada en bolsas para llevarla a alguna organización no gubernamental, en cuanto al asunto de la cena, de todos modos debo cocinar para mí, y una vez metido en la cocina lo mismo da preparar comida para uno que para dos, además me harás un favor, yo siempre como y ceno en soledad, un poco de compañía me vendrá muy bien.
_ No sé, no quisiera molestar, aunque me vendría muy bien ahorrarme el dinero de la cena.
_ No será ninguna molestia, todo lo contrario, será un honor para mí tenerte como invitada, así que no se hable más.
_ De acuerdo, ¿dónde debo ir y a qué hora?
_ Sobre las siete si te parece bien, toma ésta es mi dirección-, escribió su nombre completo y sus señas en un pedazo de papel arrugado y se lo dio a la joven añadiendo-, bueno te dejo ya, me da la sensación de que espanto a tus clientes, nos vemos esta tarde.
_ Hasta luego-, se despidió Candelaria cuando Rafael ya caminaba alejándose; de repente se giró hacia ella diciendo a grandes voces:
_ ¿Quieres algún menú especial para la cena?
_ No por favor, no te molestes, nada de especial, cualquier cosa, lo que tuvieras previsto para ti.
_ Está bien, entonces será una cena típica de España.
Se subió al primer tren que pasó por la estación sin importarle cual era su destino. El ignorado destino de aquel tren era Madrid, el suyo estaba escrito, no tenía destino y sólo buscaba un último refugio, la soledad persistente. A las siete en punto de la tarde sonó el timbre del portero automático del portal de Rafael y cuatro minutos más tarde el de la puerta de su domicilio.
_ Adelante-, invitó tras descubrir a Candelaria en el descansillo de la escalera-, has sido muy puntual.
_ Es lo menos que puede hacer un invitado, ser puntual y no hacer esperar a su anfitrión.
_ La ropa está aquí-, señaló una puerta cerrada-, es mi habitación-, añadió abriendo y dando al interruptor de la luz, seguidamente puso cuatro bolsas de plástico sobre la cama-, puedes probarte la ropa y lo que no te interese lo devuelves a la bolsa, no tengas prisa, tómate el tiempo que precises, yo mientras tanto voy a preparar la mesa y la cena, si necesitas algo no dudes en llamarme.
_ De acuerdo gracias-, dijo Candelaria con infinita timidez y no menos gratitud. Rafael salió de la habitación cerrando la puerta tras su estela.
Candelaria seleccionó algunas prendas de una bolsa y comenzó a quitarse sus humildes vestiduras, las cuales cuidadosamente dobladas quedaban sobre la cama de Rafael; se percibían, tenues, las notas de una canción, y como ruido de fondo el sonido de cacerolas y platos que de cuando en cuando se golpeaban.
Rafael se esmeraba en la cocina, quería que la cena fuera un éxito; no iba a ser nada lujoso ni sofisticado pero deseaba que resultara especial. Cortó unas patatas en dados y las puso a freír; las sacó de la sartén un poco antes de que estuvieran hechas por completo; en otro recipiente limpio y sin aceite puso cuatro chorizos y lo colocó en el fuego, de este modo se hicieron en su propia grasa, los sacó y troceó y sobre la manteca sobrante frió unos trozos de panceta que luego cortó en tiras finas; reunió las patatas, las rodajas de chorizo y las tiras de panceta en la primera sartén y lo terminó de cocinar todo junto para mezclar sabores; unos huevos fritos recién hechos completarían el menú, una cena un poco pesada pero sabrosa. Como colofón se disponía a buscar una botella de vino, se trataba de encontrar un caldo apropiado, no demasiado ostentoso como si se tratara de una celebración pero tampoco demasiado flojo como para estropear la cena; eligió un reserva con denominación de origen de Cariñena muy sabroso, apropiado para las características de los platos a degustar. No había comenzado a descorchar la botella cuando Candelaria irrumpió en la cocina.
_ ¿Qué te parece mi aspecto?- Interrogó mirándose a sí misma.
Llevaba un pantalón negro que le quedaba demasiado grande y una camisa blanca que con gran habilidad y no sin esfuerzo había conseguido ceñir a su cuerpo.
_ La camisa te queda perfecta pero el pantalón, no sé, me da la sensación de que sobra algo de tela.
Sus caderas estrechas parecían estrecharse más aún dentro de aquel atuendo estrafalario, el color blanco inmaculado de la camisa oscurecía más aún su oscuro pelo ondulado y sobre todo su suave piel. Bajo la camisa semi abierta no llevaba sujetador y sus senos redondos se advertían o se intuían o se vislumbraban, no dejaba de ser la característica e inconfundible figura de una mujer vestida de hombre, pero estaba preciosa. Estaba bella porque era bella.
_ Creo poder arreglarlo y convertirlo en un pantalón cercano a mi talla-. Dijo tirando con ambas manos de la cintura de la prenda hacia arriba y ajustándolo a su cuerpo delgado y frágil. Resultaba elegante y seductora a la vez, su cabellera negra voló libre sobre los hombros y sus largos brazos golpearon sus caderas en un gesto de duda.
_ Sí, quizá puedas arreglarlo-, dijo Rafael tratando de despejar las inquietudes de la joven-, si lo logras estarás muy elegante-. Ella sonrió y preguntó sin rodeos:
_ Entonces ¿me lo quedo?
_ Por supuesto, quédatelo, si no consigues adecuarlo a tus gustos no hay problema, para tirarlo siempre hay tiempo.
Dio media vuelta y se fue, su melena volvió a navegar a cámara lenta en el aire de la habitación, iba descalza, por eso no la había escuchado al llegar.
_ Hasta sus tobillos y sus pies son perfectos-. Pensó Rafael mientras a duras penas recordó que debía apagar el vino y abrir el fuego; o mejor dicho al revés, apagar el fuego y abrir el vino.
No encontró ningún sacacorchos en los cajones, desventajas típicas de las cocinas donde reinaba un hombre solo, y sin embargo tenía uno, ¿dónde estaría?. Lo recordó, se encontraba dentro de la mochila del trabajo y estaba allí porque en alguna ocasión se llevaba una botella de vino para acompañar a la cena y también alguna vez hubo de traer de nuevo la botella intacta a casa por no tener instrumento alguno para abrirla. La mochila estaba en su habitación, y en ella se encontraba ahora Candelaria cambiándose, presumiblemente desnuda o a medio vestir; por tanto debería esperar, no quería incordiar a la chica, aunque a él le gustaba abrir el vino unos momentos antes de tomarlo para que se oxigenase. Indeciso bajo el quicio de la puerta lanzó una mirada en dirección a su habitación, la puerta no estaba cerrada del todo, se hallaba entornada ligeramente dejando una rendija abierta, tal vez eso indicaba que Candelaria ya había finalizado sus pruebas y se había vestido; se dirigió hacia allí despacio tratando de percibir algún sonido que le indicase cual era la situación; iba a golpear la puerta con sus nudillos cuando la pequeña rendija creció de modo accidental por alguna inoportuna corriente de aire y se convirtió en indiscreta apertura; a través de ella Rafa vio a la mujer. Se había despojado de los pantalones y la camisa y rebuscaba entre las prendas del interior de una gran bolsa como si estuviera en un tenderete de un mercadillo callejero; estaba casi desnuda en la tranquila intimidad de una habitación clausurada. La débil luz de la lámpara de noche apenas conseguía iluminar la dulce piel oscura de su espalda. Rafael quiso retroceder y marcharse, mas no podía retirar los ojos de la anfractuosidad de aquel cuerpo, no conseguía, por más que lo intentaba, alejarse de la ambigua oscuridad sensual del otro lado de la puerta.
Candelaria eligió otra prenda e introdujo sus largas piernas de ébano en otro pantalón, luego una camisa azul celeste apenas cubrió sus senos por unos momentos. Rafael se sintió ridículo espiando tras la puerta como un adolescente imberbe y golpeó con su mano diestra en la madera diciendo:
_ Candelaria disculpa la interrupción, necesito coger un sacacorchos de mi mochila.
_ Entra-. Autorizó la joven-, estoy vestida-, y a la vez que terminaba la frase terminaba también de cerrar la camisa sobre su pecho-. Mira, este pantalón me queda mucho mejor, ¿no es cierto?, y esta otra camisa también me gusta mucho, aunque le falta algún botón-. Añadió una sonrisa a la frase e hizo un gesto tratando de minimizar el exagerado escote.
_ Sí este conjunto es más cercano a tu talla, aunque debo reconocer que el otro era más elegante-. Dijo Rafa algo azorado y tratando de disimular un repentino rubor. Cogió el sacacorchos de la mochila y añadió-. Esto es lo que buscaba, ya no te interrumpo más, te lo prometo-. Salió de la habitación con excesiva celeridad y tras de sí cerró la puerta por completo; como no se había atrevido a volver a mirar a la mujer no pudo ver su sonrisa almibarada y llena de simpatía, amabilidad y gratitud.
La cena fue un éxito, la velada resultó corta pero agradable. Candelaria tenía dos grandes problemas para sintonizar con la gente, uno era su impulsiva agresividad, siempre se hallaba a la defensiva, y no era extraño en una persona a la cual la vida casi nunca le había mostrado su cara amable; otra dificultad era su extremada timidez, a pesar de su disfraz de mujer ligera y su oficio de hetaira, su apocamiento en ocasiones rozaba la cobardía. Superado el blindaje de esas barreras tanto por ella misma como por la persona con quien se relacionaba, aparecía la verdadera Candelaria, una mujer simpática, agradable, dulce, inteligente a pesar del bajo nivel cultural al cual había tenido acceso, pero sobre todo era alegre, transmitía jovialidad y ganas de vivir y casi nunca dejaba de sonreír.
Se encontraba cómoda junto a Rafael allí en su casa, no obstante tuvo que irse pronto, debía llegar al albergue donde dormía dentro del horario establecido, si cerraban antes de su llegada se quedaría en la calle toda la noche, por lo tanto emprendió su camino de regreso como si de Cenicienta se tratara. Se marchó cargando con dos grandes bolsas de plástico repletas de prendas que desprendían un urente olor a alcanfor mezclado con perfume masculino.
Rafael se quedó solo y además se sintió solo cuando Candelaria se fue, recogió la vajilla utilizada en la cena con parsimonia, ordenó la cocina casi con desdén y cuando por fin se sentó en el salón frente a la televisión percibió añoranza, la melancolía que la ausencia de Candelaria había provocado; su vida quedó de nuevo reducida a su habitual soliloquio, en su piso estaba él y el monótono parloteo del presentador de la última edición de los informativos. Quiso ahuyentar sus pensamientos, aventar el conato de depresión que asomaba a su corazón y se fue a dormir. Solo quedó el locutor, informando a las paredes de los últimos sucesos de la jornada, a Rafael le pareció escuchar la palabra ántrax procedente del aparato, sin embargo el había decidido ignorar al resto del mundo. Y si bien en el salón habitaba la soledad por la ausencia de Candelaria en la habitación reinaba la soledad por su presencia. Su perfume flotaba en libertad por el cuarto, su silueta había quedado reflejada en el espejo, se percibían los suaves movimientos de su cuerpo casi desnudo por encima de la densidad del aire, se palpaba su belleza en la penumbra, incluso había algunos cabellos negros largos y rizados sobre el cobertor.
Pasó la noche sumergido en un incómodo duermevela, apenas cerraba los ojos aparecía Candelaria, su ingenua mirada no exenta de candidez, el contraste sensual de sus labios carnosos mojados por el vino, su pelo negro ondulándose por la nuca, por la espalda, sus hombros color caoba, la tersa piel del cuello, la camisa demasiado abierta, su torso sin blusa, los senos redondos, su vientre liso, las largas piernas, el movimiento ondulatorio de sus caderas, otra vez su cabello, sus mejillas....
Despertaba y se volvía a dormir y se volvía a despertar. Abría los ojos y la veía, cerraba los ojos y la continuaba viendo; ora vestida, cabello, labios, cuello; ora desnuda, piernas, muslos, senos; y él oculto, extasiado en la contemplación, perverso pero tierno y sensible, un tanto canalla, agitado y fascinado. Se dormía y se despertaba y se volvía a dormir, ocultaba su cabeza bajo las sábanas y sin embargo la oía, la oía reír, la oía hablar, la oía respirar y percibía el leve movimiento de su pecho al inhalar, al exhalar; aunque no quisiera allí estaba Candelaria, sentada en el borde de la cama, de pie junto a la ventana, de perfil frente al espejo observando su propia silueta en la ambigua oscuridad de la habitación con la dulce y ambigua oscuridad de su piel.
Se despertó, o quizá nunca se había dormido, le dolía la cabeza, le dolía el corazón, le dolía tanta confusión. ¿A qué se debía aquella repentina obsesión?
_ ¿Qué magia negra has usado conmigo y qué debo hacer para conjurar el hechizo?
Estaba solo, demasiado solo y desde hacía demasiado tiempo y tal vez aquella soledad persistente lo arrojaba a soñar y a enamorarse de la primera mujer bella que cruzaba por delante de su vida.

jueves, 3 de marzo de 2011

Juego de seducción




Os dejo tres microrelatos que han tenido el mismo desenlace de siempre. Por cierto, eel que ha ganado esta semana se parece mucho a uno que envié yo hará un mes, con la diferencia de que el mio no obtuvo reconocimiento.
Pero hablemos de los tres que os presento.
El primero, Ecologista de pacotilla, se lo debo a mi amigo Javier, también, como yo, concursante frustrado. De un comentario suyo nació este relato que yo creo gracioso, por tanto, gracias Javier.
El segundo, "Bastardo recalcitrante e impenitente" es el resumen de un proyecto, no adelanto más, pero de aquí puede que nazca una novela.
El último es el mejor, o el que presenté más en serio, "Juego de seducción" tiene detalles y no los voy a contar, espero a que los descubráis y si os parece los comentéis.
Para finalizar, la fotografía. Hoy muy especial. Es la portada de mi nuevo libro que se publicará en breve; se la debo, como casi todas las fotografías que uso ultimamente en el blog, a mi querida y admirada amiga Sofía. Gracias Sofía por tu "Candela".
Del nuevo libro, hablaremos más adelante, hoy he venido a hablar de mis relatos.





ECOLOGISTA DE PACOTILLA

_ ¿Por qué me mira así? Como si no me conociera, como si me conociera demasiado.
Me molesta su mirada hosca, su silencio plagado de reproches. Me molesta la minifalda descarada y los burdos faldones. Siempre con las sandalias de franciscano, y si no lleva ese sayal, luce pantalones tan holgados que parecen un saco; un saco de huesos de esmirriada que está.
_ Cariño, el algarrobo centenario que podaste era el árbol favorito de tu hija.
_ Porque no tiene que podarlo ni barrer su porquería. Ecologista de pacotilla, ¡limpia el jardín de hojas perennes antes de que caduquen y deja de mirarme como a un asesino!





BASTARDO RECALCITRANTE E IMPENITENTE

¿Por qué me mira así? Sí podría declararme inocente. ¿Usted cree que hay derecho? hacía la vida imposible a su familia. Se ausentaba una semana dejándolos sin dinero, ni comida. Y volvía por pura necesidad sexual, no por interés paternal, como si fuera al burdel de gratis y no a su hogar. Un bastardo recalcitrante e impenitente con todas las letras. Alegaba que no los maltrataba, ¡lo único que les faltaba! ¿Qué habría hecho usted si hubiera sido su hija? Claro, es juez, acudir a la justicia; yo en cambio era parte, testigo de la injusticia, y ustedes que son justicia han venido a mí.





JUEGO DE SEDUCCIÓN


¿Por qué me mira así? Sus pupilas clavadas en mí cuerpo memorizan cada centímetro de mi ser. Los últimos rayos de sol que preceden al crepúsculo iluminan mis ojos negros. Continúa mirándome en silencio. Permanezco inmóvil, tengo miedo pero siento excitación; deseo que se acerque, así es el juego.

El instante ineludible llega de improviso, se mueve bruscamente, como si quisiera, como si pudiera sorprenderme. Se abalanza sobre mí. No es mi primera vez, sé que ha llegado el momento; alza su mano diestra, cuando está a punto de rozarme, escapo, agito mis alas y tras un leve zumbido me poso en otro rincón.