lunes, 15 de noviembre de 2010

CRISTO ABRAZADO A LA CRUZ




Dejo este micro relato que tampoco ganó el concurso al cual fue presentado, en esta ocasión se trata de una historia que nació en base a un cuadro del Greco, un cuadro del cual existenal menos ocho copias, todas ellas originales realizadas por el autor, de esos cuadros uno, se encuentra en El Bonillo, pueblo en el cual se desarrolló el concurso.

La primera frase era obligatoria. En cuianto al resto espero que os guste más que al jurado.








_ No me creo que me llames desde El Bonillo, no puedes estar tan loca.
_ Desde la misma iglesia de Santa Catalina, acabo de presenciar como nuestro ladrón misterioso robaba el lienzo del Greco del Museo Parroquial, lo he grabado.
_ Sal de ahí de inmediato, no te pongas en peligro.
Ojala hubiera podido obedecer la orden pero cuando la recibí ya estaba en peligro.

Hacía meses que a la redacción había llegado un soplo. Un ladrón en serie, un misterioso personaje, se dedicaba a robar obras de arte de un modo casi sobrenatural. El extraño delincuente, a quien la prensa ya apodábamos “El Fantasma” salía impune de todas sus fechorías cometidas en los lugares más inverosímiles. Tenía atracción por los lienzos del El Greco, principalmente de los titulados “Cristo abrazado a la cruz”.
Primero fue hurtado el cuadro del Museo Parroquial de Olot, una semana más tarde el de la colección Navas, después el del Museo del Prado, luego el de Barcelona, poco tiempo después el del Museo Thyssen y de inmediato, el perteneciente a la colección Mengs e incluso el del Museo Metropolitano de Nueva York. Robados siete de los ocho Cristos abrazando la cruz, sólo quedaba uno, era fácil adivinar dónde sería el próximo golpe.
Alarmas, cámaras, guardias de seguridad, no podían detener al taimado ladrón, ni imágenes, ni huellas, ni pistas, nada. La policía no tenía nada excepto siete vacíos en diferentes museos, sólo quedaba un cuadro, el que se guardaba celosamente en el Museo Parroquial de la Iglesia de Santa Catalina en El Bonillo, yo sabía que tarde o temprano el ladrón aparecería.
Apareció, yo le sorprendí, lo vi todo, grabé su espectral figura con la cámara del móvil y entonces él me sorprendió a mí.
Estaba tumbada en el suelo, derribada por un empujón de alguien silencioso y evanescente como una sombra en una tormenta. Alguien pálido como un cadáver abrazaba un lienzo del Greco con la siniestra mientras con la diestra sujetaba un cuchillo con el que se disponía a atacarme.
El filo de plata buscó veloz mi cuerpo y cuando su tacto frío rozaba mi piel administrándome la muerte…. desperté.

Sentada en un escalón del rollo de San Cristóbal he despertado, mi teléfono móvil un peldaño más abajo, las imágenes de la cámara borradas, una voz dice:
_ Estás loca, no me creo que llames desde El Bonillo.

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