miércoles, 27 de octubre de 2010

Breve historia del convento de las Arrecogidas (Madrid)


La fotografía es de la fachada principal de la iglesia del convento de las Arrecogidas tal como está en la actualidad.





El convento de Santa María Magdalena de la Penitencia fue construido en torno al año 1620 y a partir de mayo de 1623, cuando fue ocupado por las hermanas terciarias franciscanas y una cincuentena de Arrepentidas de la mala vida, empezó a ser conocido popularmente como el convento de las Recogidas.
En mi primera novela “Silbando en la oscuridad” y en la tercera “La profecía del silencio” que es continuación de la primera, el protagonista es el propio edificio del convento de las Arrecogidas, que a duras penas, tras superar los avatares del tiempo, incendios y reconstrucciones ha permanecido en pie hasta nuestros días.
El origen del convento se remonta a 1587, cuando la orden de monjas terciarias franciscanas empezó a recoger mujeres de mala vida en el Hospital de Peregrinos de la calle Arenal. Antes hay que decir a modo de introducción, que la prostitución fue, a finales del siglo XVI y principios del XVII, un mal menor e incluso un servicio público ya que en las grandes ciudades se produjo un extraño fenómeno, había exceso de hombres jóvenes, demasiados varones y pocas mujeres. El desequilibrio pudo ser ocasionado por la emigración principalmente, los campesinos huían a la ciudad en busca de ocupación y una vez allí se veían sin posibilidades, sin ninguna forma legal para satisfacer sus instintos ni apagar sus deseos carnales. Empezó a haber raptos y violaciones, mujeres jóvenes, viudas e incluso monjas eran las víctimas. En ocasiones los galanes cortejaban a las novicias a través de las rejas de los conventos y lograban convencerlas para que huyeran junto a ellos y abandonaran la vida religiosa. Se impuso la necesidad de mancebías autorizadas y reglamentadas por la autoridad municipal, dentro de ellas había un servicio eficaz, barato y legal cuyo beneficio principal era devolver la seguridad a las calles y el honor a las doncellas.
Se produjo así la gestión política del placer carnal y una severa reglamentación. La prostituta debía ser mayor de doce años, de padres desconocidos o huérfana, nunca de familia noble, es preciso que hubiera perdido la virginidad antes de empezar el oficio y el juez que debía otorgarle permiso tenía como obligación intentar disuadirla de ejercer el oficio más antiguo del mundo. Periódicamente los alguaciles las llevaban a las iglesias de Recogida donde los frailes las amenazaban con el infierno y trataban de volverlas al buen camino. Se desconoce cuántas casas de Arrecogida había en Madrid, se tiene noticia en torno a 1605 del convento de las Arrepentidas de Atocha; sobre 1601, hay alusiones a la casa de Aprobación de mujeres que se convierten, denominada Aprobación de la Magdalena, pero anterior aún a esas fechas es un documento que custodia el Archivo de la Real Casa y Patrimonio, del 29 de marzo de 1593 en el cual se propone a Felipe II “la conveniencia de hacer en la Corte un recogimiento de las mujeres mozas perdidas que andan por estas calles ofendiendo a nuestro Señor”. La labor se le encomendó a la orden de monjas terciarias franciscanas que ya en 1587 había empezado a recoger mujeres arrepentidas de la mala vida en el Hospital de Peregrinos de la calle Arenal.
En 1623, debido al ruinoso estado del edificio donde se hallaba el Hospital, Don Francisco de Contreras y Ribera, gobernador del Consejo Real y Supremo de Castilla (esta figura era la segunda autoridad de la Monarquía después del rey, ya que los validos no tenían nombramiento oficial y los presidentes de los consejos sí, eran nombrados por designación del propio rey) ordenó la construcción de un nuevo convento y en mayo de 1623 dio instrucciones para efectuar el traslado de las monjas franciscanas terciarias al nuevo convento situado en la calle Hortaleza. La actividad de la orden continuó siendo la misma: Recoger de las calles y confinar tras los muros conventuales a las mujeres arrepentidas de su mala vida o castigadas por ella. Las prostitutas recogidas en el convento de Santa Magdalena ya no podrían salir de sus muros excepto para contraer matrimonio, o para vestir los hábitos y profesar la religión en otro convento.
El convento de las Arrecogidas se usaba como reclusión decente de mujeres, en él sólo se admitían mujeres que hubieran sido públicas pecadoras o bien aquellas a las cuales sus familiares enviaran como castigo y al cargo de ellas estaban las religiosas de Santa Magdalena que a su vez se hallaban bajo la protección del Consejo de Castilla. Hay que tener en cuenta que hablamos del año 1623, justo cuando Felipe IV prohibió las mancebías y pretendió abolir la prostitución en todos los territorios de la monarquía.
Mediodía del diez de mayo 1623, las calles de Madrid están repletas de gente, de curiosos y ociosos. Del Hospital de Peregrinos en la calle del Arenal sale la procesión, todos sus habitantes abandonan la vetusta construcción que parece va a desmoronarse antes de acabar la jornada, una veintena de hermanas de la congregación de las terciarias franciscanas desfilan junto a cincuenta arrepentidas, iban en filas de dos en dos, caminando despacio, las hermanas con el hábito de la congregación, las recogidas, vestidas con un sayal blanco. Llegaron pronto al cercano Monasterio Real de la Descalzas, donde, en un balcón de la primera planta estaban aguardando los reyes para verlas pasar. La procesión se detuvo en la Plazoleta, allí cantaron una salve y al terminar se postraron todas en tierra para decir la oración, aquel acto de gran devoción causó emoción a todos los espectadores.
Felipe IV y su esposa Isabel de Borbón abandonaron el balcón y la procesión siguió su camino hasta la calle Hortaleza, el nuevo convento de Santa Maria Magdalena de la Penitencia estaba ubicado justo enfrente del hospital de leprosos de los clérigos de San Antonio Abad.
Como curiosidad se puede añadir que en la fachada de este hospital, donde confluyen las calles de Hortaleza y de Santa Brígida, había una fuente que pronto empezó a denominarse Fuente de Las Recogidas, en 1770 aproximadamente fue sustituida por la fuente de los Galápagos y a principios del siglo XX por la de los Delfines, en la actualidad el edificio se encuentra en obras, la fuente está tapada, no sé si para protegerla y conservarla o para quitarla y sustituirla.
Y las novicias no lo sabían pero bajo ambos conventos un túnel subterráneo comunicaba a través de la cripta los dos recintos.
Pasó el tiempo, el convento siguió cumpliendo su misión, camuflado entre tantos otros conventos madrileños y así llegamos al año 1700, el 15 de Noviembre, Felipe V sucedió al último monarca de la dinastía de los Habsburgo, el primer rey de la dinastía Borbón era francés y venía de París, donde supuestamente se inventó la vida alegre, era de suponer que estaría ya curado de espanto y no daría importancia a la abundancia de casas de mala nota de su reino ni a la cantidad de rameras que ejercían la prostitución en las calles de Madrid, por ello extrañó al populacho que tratara de acabar con tanta inmoralidad, creando en 1733 la Santa y Real Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza y Santo Celo de la Salvación de la Almas. La Hermandad se encargó de recoger a cuantas prostitutas pudo, estuvieran o no arrepentidas de serlo, por lo general eran mujeres de mala vida que llegaban allí contra su voluntad, bien por instigación de los padres o algún otro familiar, incluidos maridos, o por resolución de las autoridades judiciales. También se prestó a albergar jovencitas que se hallaban en cinta, víctimas de engaños o falsas promesas de casamiento y tras los muros de la Hermandad, ocultaban su embarazo y pagaban su pecado. De todos modos esta Hermandad no podía erradicar de las calles de Madrid el pecado, estableció un modo de actuación más, crearon una ronda, una procesión que se paseaba por las calles más conflictivas en la penumbra del ocaso. Impactante era en verdad, imaginen la escena, en aquellos tiempos de superstición infinita y variada delincuencia, una procesión de hermanos vestidos de riguroso hábito oscuro, con el soniquete de las campanillas y las luces de algunas antorchas produciendo sombras cuando menos, inquietantes, y cantando coplas de letra agorera e impactante (aquí ponemos un ejemplo)

“Hombre que estas en pecado
si esta noche te mueres
piensa bien a donde fueres.
Presto, torpe pasarás
de tus carnales contentos
a los eternos tormentos”.

La misión de la ronda era, además de recoger a las prostitutas directamente de la calle, pedir limosna, pero sobre todo atormentar y ahuyentar a los usuarios de los servicios de las damas. Debido a esa procesión tan peculiar y al nombre tan estrepitoso y exagerado de la Hermandad, no era de extrañar que el vulgo la conociera como Ronda del Pecado Mortal.
En 1744 se trasladó al convento de las Arrecogidas de la calle Hortaleza a la Santa y Real Hermandad de Nuestra Señora de la Esperanza y Santo Celo de la Salvación de las Almas, debido a que su anterior recinto se había quedado pequeño, desde entonces las prostitutas que abandonaban la calle eran conducidas por la ronda al convento de Santamaría Magdalena, allí se las adecentaba por fuera y por dentro, se las alimentaba y permanecían en sus muros profesando la religión o salían de sus muros para casarse.
En dicha ronda he fundamentado yo mi “Procesión de Arrecogida” que menciono en las novelas y que como elemento de ficción debe quedar pues no hay ninguna constancia histórica de su existencia en 1623.
La Ronda del Pecado Mortal existió hasta 1845, en aquellos tiempos la iluminación en las calles de Madrid ya era mejor y perdería algo de su aspecto tétrico y por lo tanto también algo de su poder de persuasión. Tal vez el nexo fantasmagórico inherente al convento de las Arrecogidas también surgió en la existencia de esa Hermandad y la Ronda del Pecado Mortal que procesionaba en la penumbra de las calles silenciosas y frías.
En el año 1897 el convento de las Arrecogidas empezó a sufrir diversas reconstrucciones, es en torno a esa fecha cuando deja de pertenecer a la orden de las terciarias franciscanas y pasa a ser acomodo de la orden de las calatravas cistercienses. Respecto a sus reconstrucciones, en primer lugar se lleva a cabo la de la iglesia del convento, obra encomendada en 1897 al arquitecto Ricardo García Guereta, se recubrió toda la fachada exterior con ladrillo de estilo neo mudéjar y se modificó el interior del templo con una bóveda falsa bajo la estructura original de la cubierta, posteriormente en 1916 se derribó una parte del convento, se reconstruyó después según el trazado antiguo por el arquitecto Jesús Carrasco.
Unos años después, en 1936 el convento se quemó o lo quemaron como tantos otros de Madrid, fue reconstruido en la posguerra, y parece ser que de nuevo habitado por otras congregaciones religiosas sin bien de forma esporádica, la última comunidad religiosa que habitó el convento de las Arrecogidas lo abandonó en 1974 y tras varios años de abandono y de quedar en estado casi de ruina permanente, en Junio 1989 se traslada allí a la Ejecutiva Confederal del sindicato Unión General de Trabajadores.
La U.G.T. lo adquirió en 1987 por la cantidad de 190 millones de pesetas, la restauración del convento tuvo un coste total de 230 millones, aunque en un principio el recinto se trató de habilitar para salas de conferencias y exposiciones e intentó ser un lugar abierto al barrio y a la cultura (Pedro Almodóvar grabó allí parte de su película “Entre tinieblas”) en la actualidad es la sede de la Ejecutiva Confederal y no es tan accesible, en el salón de actos, antigua iglesia, se celebran ruedas de prensa, esa es la única zona del edificio en realidad abierta al exterior.
En nuestro tiempo está catalogado en el plan General de Ordenación Urbana de Madrid con nivel 1 de protección, su calificación de uso es de equipamiento, al tratarse de un edificio protegido, al menos la fachada y la antigua iglesia, no ha sufrido más modificaciones. El total son 5000 metros cuadrados repartidos en tres plantas, en las instalaciones cabe destacar la belleza del patio interior, el acceso a la antigua iglesia y el mobiliario utilizado por Largo Caballero en su época de Ministro de Trabajo que se halla en un hall de la primera planta.
Llegué al “convento” con el convencimiento de que los fantasmas no existían el día 19 de Octubre de 1995 y tras pasar en sus noches y sus días seis años, dejar parte de mi juventud en sus muros y silbar en ocasiones en su oscuridad, lo dejé atrás con serias dudas al respecto.
Y lo dejé atrás simplemente en el aspecto laboral, pues tengo allí, todavía, grandes amigos y un montón de historias que tal vez un día sean contadas.

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