viernes, 28 de septiembre de 2012

Frágil frontera entre maderos y tarugos



La semana pasada no participé en el concurso de microrelatos habitual, resulta que la frase obligatoria de inicio, “hasta chocarse contra una pila de maderos”, no me inspiraba nada. Y paradojas de la vida, días más tarde, los informativos de televisión me trajeron la inspiración.

El relato lo he titulado: “Frágil frontera entre maderos y tarugos”

La ilustración es del genial dibujante Manel Fontdevilla, a quien todos seguramente ya conocéis.



Frágil frontera entre maderos y tarugos

Hasta chocarse contra una pila de maderos todo su reducido mundo estaba pintado de felicidad.
Esperaba el tren tranquilamente, pacíficamente... ilusionada en su primer año de universidad, su bello y joven rostro reflejaba felicidad, en su clase había un chico muy guapo que le sonreía sin cesar y hablaba mucho con ella y, estaban tan a gusto juntos. Sentada en un banco en el andén repasaba los temas que el profesor había explicado aquella tarde.
De repente la guerra estalló, en un instante la estación se convirtió en un campo de batalla. Unos guerreros negros en fila de a dos y a paso ligero se abalanzaron sobre ella, ¿acaso ella era el peligroso enemigo? No supo cuantos golpes recibió, ni por qué los recibía, ella no sabía que aquel día había una manifestación rodeando el PUTO congreso de los diPUTADOS, ella creía que la policía estaba para ayudar a los ciudadanos de bien, y estaba en lo cierto, la policía sí, pero no una pila de maderos tarugos. Fueron unos angustiosos minutos aunque para ella apenas duró unos segundos, la inconsciencia tuvo a bien visitarla en los primeros porrazos. Cuando despertó estaba en una habitación muy blanca y desconocida, todo el cuerpo le dolía, no se podía mover, no podía hablar, no podía... nada y, aún así sonrió todo lo que le permitió el tubo que laceraba su garganta cuando las imágenes dejaron de ser borrosas y vio, tras un gran ramo de flores, el rostro del chico de su clase y percibió el susurro de su calida voz.
Qué frágiles son las fronteras, qué débil es, muy a pesar de unos pocos descerebrados, la pequeña línea que separa el infierno del paraíso.