martes, 4 de febrero de 2014

Cuarta parte de una historia. 14 de noviembre de 1995. Rainbow, la vida se torna arcoíris



Rainbow, la vida se torna arcoíris



Incendiados los carrillos y también incendiado su edificio, la construcción que él custodia y de la cual es responsable al menos temporalmente, sale al exterior, ya que no se ha dado cuenta a tiempo del desastre al menos intentará paliar su devastador ataque.

Al salir el blanco y negro de las cámaras y de la oscuridad interior desaparece y la vida se torna arco iris. Las llamaradas anaranjadas, azules, amarillas, rojas, son terribles; el calor, a pesar de ser una fría noche de noviembre. Los bomberos trabajan rápido y con precisión. Cuando él sale a la calle y a pesar de haber transcurrido apenas unos minutos ya han despejado el lugar retirando toda la fila de coches aparcados, ya han desenrollado sus mangueras y ya están lanzando grandes columnas de agua al infierno que se ha formado de forma repentina.

Pero algo no encaja, los bomberos están de espaldas al vigilante, de espaldas al edificio, lanzan el agua al lado opuesto, al colegio y la iglesia de San Antón que se hallan enfrente.

Y entonces lo comprende todo, o casi todo. No es su edificio el que se quema, es el de enfrente, eso explica casi todo, el olor a humo y la ausencia de alarmas activadas, las llamaradas en blanco y negro del monitor rebotando confusas en el reflejo de sus ventanas, la rápida y eficaz actuación del cuerpo de bomberos que en realidad no están de espaldas sino enfrentándose de cara a su enemigo...

- Ayúdanos a regular el tráfico, Álvaro, ponte en el principio de la calle y desvía a todos los coches hacia la calle Almirante- le dice el bombero que parece dirigir y coordinar la actuación del equipo de extinción-. Cuando llegue la policía ellos se encargarán de ese trabajo y tú deberás regresar a tu recinto y controlar que las llamas no se propaguen hasta vuestro tejado.

Obedece, corre al principio de la calle y empieza a desviar el tráfico. No recuerda si ha respondido al funcionario o simplemente ha salido corriendo para cumplir con lo encomendado, lo que si recuerda es su nombre, su nombre pronunciado por el bombero, Ayúdanos, Álvaro, ha dicho, pero... ¿cómo sabe él como se llama? ¿Quién le ha informado de su presencia allí y de su nombre de pila? ¿Acaso el cuerpo de bomberos conoce el nombre de todos los vigilantes que se hallan de servicio esta noche en la ciudad?

Llega la policía y se hace cargo de la seguridad y del perímetro exterior, también empieza a gestionar la evacuación de posibles víctimas, Álvaro regresa a su sitio, al convento de las Arrecogidas. En la puerta está el jefe de bomberos mirando preocupado hacia arriba, está dando ordenes a su equipo para que las llamas no se propaguen a edificios cercanos, sobre todo para que no afecten a la iglesia de San Antón, sería un desastre que se propagaran y se extendieran las llamas hasta el templo, un desastre histórico.

El bombero repara en él.

-Álvaro, gracias, vuelve al interior de tu centro, es importante que las llamas no lleguen a aquel alero- lo señala con la mano diestra dirigiendo allí también su mirada-, tenemos que conseguir reducir el fuego al colegio y luego centrarnos en apagarlo... y gracias por tu llamada, sin tu aviso hubiéramos tardado mucho en empezar a actuar y esto hubiera sido una catástrofe, la iglesia adyacente se hubiera quemado.

Se queda un tanto petrificado, solo son unos segundos pero se le hacen eternos.

-Gracias, Álvaro- insiste y tiende ahora su mano diestra hacia él para estrecharla en señal de agradecimiento-. Venga a trabajar.

¿Llamada... a qué llamada se refiere? Él no ha realizado ninguna llamada, lo más probable es que se esté confundiendo, pero entonces..., ¿cómo sabe su nombre?

Vuelve a obedecer, se dirige a su puesto de trabajo con celeridad y se dedica a controlar que las llamas no se trasladen de un edificio a otro por los tejados.

Pasan las horas, el fuego parece controlado, no se ha propagado, los bomberos han vencido, han conseguido minimizar el desastre y reducirlo solo al colegio de San Antón, aunque lo de reducir es la palabra perfecta, el edificio que albergaba el colegio está quedando reducido a escombros.

Suena el timbre de la puerta, son las cinco de la mañana, a través del monitor en blanco y negro ve a un bombero que es quien realiza la llamada. Se precipita hacia la puerta y abre.

-Me marcho Álvaro, ya no hay peligro de propagación, lo tenemos controlado, en un par de horas lo apagarán, no ha habido víctimas, el fuego ha comenzado desde el interior del edificio del colegio, unos indigentes han accedido al interior de la instalación aprovechando su abandono, para pasar la noche, han encendido hogueras para calentarse y han provocado el incendio, están a salvo y los edificios aledaños se han salvado gracias a tu llamada, si no es por ti se nos quema toda la manzana.

-Debe tratarse de un error- se decide a hablar por fin-, yo no he hecho ninguna llamada, habrá sido algún otro compañero.

-No lo creo, ¡venga no seas modesto! ¿Tú no eres Álvaro Mohino Ibañez? 

-Sí, soy yo.

-Y tu teléfono no es el 917052969. 

-Sí, es el teléfono de seguridad.

-Pues ya está, has llamado tú, desde ese teléfono con ese nombre y diciendo que eres el vigilante del edifico situado en la calle Hortaleza 88, es decir, aquí y, has añadido, el antiguo convento de Arrecogida.

Ya no puede hablar de nuevo, la voz se hiela en su garganta, no comprende nada, da la mano de nuevo al jefe de bomberos respondiendo de nuevo a su gesto amistoso y continúa flotando en una nube de confusión.

-Lo dicho, Álvaro, me marcho, gracias y, por cierto, tienes muy buena música en esa vieja radio, excelente balada Catch the rainbow.
No lo entiende, se marcha el funcionario mientras Álvaro da vueltas y más vueltas en su cabeza a lo escuchado... y repara de repente en la canción que se escucha y que no había escuchado.


Termina la canción y Álvaro formula una pregunta al viento:
- ¿Habéis sido vosotros? ¿Habéis llamado a los bomberos en mi nombre?

No pregunta a Ritchie Blackmore, ni a Dio...

Desculega el teléfono y consulta las últimas llamadas realizadas, aparece el número de su casa, el de la oficina de su empresa y posteriormente... 112 el teléfono de emergencias que él está seguro de no haber marcado.

-¡Dios! No puedo creerlo.

To be continued... es decir, continuará.


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