Rainbow, la vida se torna
arcoíris
Incendiados los carrillos
y también incendiado su edificio, la construcción que él custodia
y de la cual es responsable al menos temporalmente, sale al exterior,
ya que no se ha dado cuenta a tiempo del desastre al menos intentará
paliar su devastador ataque.
Al salir el blanco y
negro de las cámaras y de la oscuridad interior desaparece y la vida
se torna arco iris. Las llamaradas anaranjadas, azules, amarillas,
rojas, son terribles; el calor, a pesar de ser una fría noche de
noviembre. Los bomberos trabajan rápido y con precisión. Cuando él
sale a la calle y a pesar de haber transcurrido apenas unos minutos
ya han despejado el lugar retirando toda la fila de coches aparcados,
ya han desenrollado sus mangueras y ya están lanzando grandes
columnas de agua al infierno que se ha formado de forma repentina.
Pero algo no encaja, los
bomberos están de espaldas al vigilante, de espaldas al edificio,
lanzan el agua al lado opuesto, al colegio y la iglesia de San Antón
que se hallan enfrente.
Y entonces lo comprende
todo, o casi todo. No es su edificio el que se quema, es el de
enfrente, eso explica casi todo, el olor a humo y la ausencia de
alarmas activadas, las llamaradas en blanco y negro del monitor
rebotando confusas en el reflejo de sus ventanas, la rápida y eficaz
actuación del cuerpo de bomberos que en realidad no están de
espaldas sino enfrentándose de cara a su enemigo...
- Ayúdanos a regular el
tráfico, Álvaro, ponte en el principio de la calle y desvía a
todos los coches hacia la calle Almirante- le dice el bombero que
parece dirigir y coordinar la actuación del equipo de extinción-.
Cuando llegue la policía ellos se encargarán de ese trabajo y tú
deberás regresar a tu recinto y controlar que las llamas no se
propaguen hasta vuestro tejado.
Obedece, corre al
principio de la calle y empieza a desviar el tráfico. No recuerda si
ha respondido al funcionario o simplemente ha salido corriendo para
cumplir con lo encomendado, lo que si recuerda es su nombre, su
nombre pronunciado por el bombero, Ayúdanos, Álvaro, ha dicho,
pero... ¿cómo sabe él como se llama? ¿Quién le ha informado de
su presencia allí y de su nombre de pila? ¿Acaso el cuerpo de
bomberos conoce el nombre de todos los vigilantes que se hallan de
servicio esta noche en la ciudad?
Llega la policía y se
hace cargo de la seguridad y del perímetro exterior, también
empieza a gestionar la evacuación de posibles víctimas, Álvaro
regresa a su sitio, al convento de las Arrecogidas. En la puerta está
el jefe de bomberos mirando preocupado hacia arriba, está dando
ordenes a su equipo para que las llamas no se propaguen a edificios
cercanos, sobre todo para que no afecten a la iglesia de San Antón,
sería un desastre que se propagaran y se extendieran las llamas
hasta el templo, un desastre histórico.
El bombero repara en él.
-Álvaro, gracias,
vuelve al interior de tu centro, es importante que las llamas no
lleguen a aquel alero- lo señala con la mano diestra dirigiendo allí
también su mirada-, tenemos que conseguir reducir el fuego al
colegio y luego centrarnos en apagarlo... y gracias por tu llamada,
sin tu aviso hubiéramos tardado mucho en empezar a actuar y esto
hubiera sido una catástrofe, la iglesia adyacente se hubiera
quemado.
Se queda un tanto
petrificado, solo son unos segundos pero se le hacen eternos.
-Gracias, Álvaro-
insiste y tiende ahora su mano diestra hacia él para estrecharla en
señal de agradecimiento-. Venga a trabajar.
¿Llamada... a qué
llamada se refiere? Él no ha realizado ninguna llamada, lo más
probable es que se esté confundiendo, pero entonces..., ¿cómo sabe
su nombre?
Vuelve a obedecer, se
dirige a su puesto de trabajo con celeridad y se dedica a controlar
que las llamas no se trasladen de un edificio a otro por los tejados.
Pasan las horas, el
fuego parece controlado, no se ha propagado, los bomberos han
vencido, han conseguido minimizar el desastre y reducirlo solo al
colegio de San Antón, aunque lo de reducir es la palabra perfecta,
el edificio que albergaba el colegio está quedando reducido a
escombros.
Suena el timbre de la
puerta, son las cinco de la mañana, a través del monitor en blanco
y negro ve a un bombero que es quien realiza la llamada. Se precipita
hacia la puerta y abre.
-Me marcho Álvaro, ya
no hay peligro de propagación, lo tenemos controlado, en un par de
horas lo apagarán, no ha habido víctimas, el fuego ha comenzado
desde el interior del edificio del colegio, unos indigentes han
accedido al interior de la instalación aprovechando su abandono,
para pasar la noche, han encendido hogueras para calentarse y han
provocado el incendio, están a salvo y los edificios aledaños se
han salvado gracias a tu llamada, si no es por ti se nos quema toda
la manzana.
-Debe tratarse de un
error- se decide a hablar por fin-, yo no he hecho ninguna llamada,
habrá sido algún otro compañero.
-No lo creo, ¡venga no
seas modesto! ¿Tú no eres Álvaro Mohino Ibañez?
-Sí, soy yo.
-Y tu teléfono no es el
917052969.
-Sí, es el teléfono de
seguridad.
-Pues ya está, has
llamado tú, desde ese teléfono con ese nombre y diciendo que eres
el vigilante del edifico situado en la calle Hortaleza 88, es decir,
aquí y, has añadido, el antiguo convento de Arrecogida.
Ya no puede hablar de
nuevo, la voz se hiela en su garganta, no comprende nada, da la mano
de nuevo al jefe de bomberos respondiendo de nuevo a su gesto
amistoso y continúa flotando en una nube de confusión.
-Lo dicho, Álvaro, me
marcho, gracias y, por cierto, tienes muy buena música en esa vieja
radio, excelente balada Catch the rainbow.
No lo entiende, se
marcha el funcionario mientras Álvaro da vueltas y más vueltas en
su cabeza a lo escuchado... y repara de repente en la canción que se
escucha y que no había escuchado.
Termina la canción y
Álvaro formula una pregunta al viento:
- ¿Habéis sido
vosotros? ¿Habéis llamado a los bomberos en mi nombre?
No pregunta a Ritchie
Blackmore, ni a Dio...
Desculega el teléfono y
consulta las últimas llamadas realizadas, aparece el número de su
casa, el de la oficina de su empresa y posteriormente... 112 el
teléfono de emergencias que él está seguro de no haber marcado.
-¡Dios! No puedo
creerlo.
To be continued... es
decir, continuará.
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