viernes, 17 de enero de 2014

Primera parte de una historia. 14 NOVIEMBRE 1995. Como casi siempre



Hoy día 17 de enero San Antón, siento la necesidad de continuar siendo contador de historias y empiezo a recordar una que sucedió hace mucho tiempo pero que terminó hace muy poco.

Supongamos que hoy es...

14 de noviembre de 1995...

Como casi siempre


Sale de casa. Instala un beso en la frente de su hijo que todavía dormita la siesta y otro en los labios de su esposa que todavía no se ha podido sentar después de su amplia jornada laboral.

- Hoy casi no nos hemos visto, como casi siempre- dice ella como casi siempre.

- Qué más da, si ya me tienes muy visto- responde él guiñando un ojo.

- No me gusta dormir sola, no me gusta que trabajes de noche.

- Ni a mí, no te preocupes, mañana acierto una primitiva y ya no trabajo más, ni de día ni de noche- Sonrie desganada y le responde:

-Anda tonto, vete ya que vas a llegar tarde.

Se va, aunque le gustaría quedarse, claro.

No llega tarde, llega a la misma hora de siempre, empieza su jornada como siempre y se lo toma con calma, tiene doce horas de trabajo por delante y la noche es muy larga, esta incluso puede ser demasiado larga.

El edificio de oficinas poco a poco se va despoblando de empleados, apenas quedan dos, tal vez tres personas; los rezagados de siempre, pero en un par de horas estará solo, solo con su soledad, solo con sus fantasmas.

Cuando se marcha el último morador del edificio hace su primera ronda. La primera es la más importante, debe comprobar que no queda nadie, que todas las ventanas están cerradas; apagará las luces, los ordenadores que dejaron encendidos los despistados y cerrará la puerta de todos los despachos.

En una hora ha terminado, hasta dentro de dos horas no tendrá que hacer otra ronda, ahora es tiempo de cenar.

Percibe un par de ruidos, nada preocupante todavía, un par de crujidos de madera vieja, un susurro de alguna corriente de viento impertinente, un eco lejano, intermitente, persistente, inexistente...
No hace caso de esas nimiedades, ya no, sabe que son ellos, saben que no se irán sin haberse divertido un poco a su costa, sabe que el miedo ya no es insoportable.

- Malditos fantasmas, ni cenar tranquilo me dejáis. No pienso escuchar vuestros ruidos.

Pone la radio para no oir, para no sentir... como su compañero Mariano que silbaba en la oscuridad para no percibir los sonidos que el edificio vacío producía.
Tiene suerte, en las ondas se empiezn a oir los acordes de Whiskey in the jar, de Thin Lizzy,
sube a tope el volumen y Phil Lynott eclipsa cualquier sonido de ultratumba.



To be continued... es decir, continuará.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Bonito tema y buen punteo de guitarra. espero la continuación de la historia. Y como siempre es un placer darse una vuelta por tu blog. Un abrazo Ángel.

La profecía del silencio dijo...

Gracias Luis por tu visita al blog y por tu comentario.
La canción es una de mis favoritas, bueno lo era hace unos años, el relato es un recuerdo, una noche de trabajao como tantas otras, o no, un suceso que me llevó desde el 14 de noviembre de 1995 al 14 de febrero de 1996, tres meses que trataré de contar de forma muy breve.
Un abrazo.