martes, 7 de enero de 2014

El cuerpo 227


                        Uno de los proyectos del nuevo año será este "Cuerpo 227"

                                                    y empezará así:


                                          Capítulo I: Viaje hacia lo desconocido
                                                                     
                                                                       1
Todos tenemos, al menos, un fantasma en el recóndito armario de la desmemoria, lo ocultamos en el más profundo, oscuro y silencioso de sus rincones tratando de olvidarlo. Los sucesos más terribles de nuestra existencia, duelen más al revivirlos que cuando acontecen, por ese motivo tratamos de desterrar a nuestros espectros aun sabiendo que es inútil, cuando menos lo esperas un gesto los invoca, una imagen los aclama, un sonido inocuo, el de la lluvia tras los cristales sin ir más lejos, los aviva y, se convierten en protagonistas de nuestras pesadillas y de nuestros más angustiosos recuerdos.

    Está anocheciendo, no ha cesado la tormenta pero sí los rayos y truenos, el viaje está resultando horrible, eterno, fatigoso. La carretera es peligrosa, las curvas cerradas al igual que la noche y el peligro, por causa de las inclemencias meteorológicas, es evidente. Mis ojos fatigados de tanta vigilancia y alerta innecesaria se ven asaltados por el sueño y cuando la virtud del descanso se materializa y saboreo un dulce sopor, también toma consistencia la pesadilla.

    Despierto sobresaltada, el autocar va cubriendo cansino la distancia húmeda que serpentea hacia mi destino. Me arrepiento de haber emprendido el viaje, en esta ocasión debí decir a mi editor que no, él siempre dispuesto a estimular las ventas a costa de cualquier esfuerzo ajeno. “Te he conseguido una conferencia en un pueblo del Maestrazgo, están muy interesados en tu último libro”, me dijo, “te pagamos el viaje en autobús y dos noches de hotel”, añadió. Y yo acepté como una tonta. El viaje en autobús está resultando farragoso y con ración doble; de Madrid a Teruel para empezar, de primer plato y de Teruel a Cantavieja para terminar, si conseguimos terminar, de segundo, siete horas de carretera y otras dos adicionales, de postre, de paciente espera en la estación de autobuses entre uno y otro itinerario.

    La población de destino, Cantavieja, la guinda del pastel, un pueblo de 750 habitantes en el Maestrazgo turolense que he visitado de forma virtual y por lo que he averiguado es precioso y resulta perfecto para unas vacaciones, pero nada halagüeño para conferencias ni para venta de libros.

    Ya de nada sirve lamentarse, la situación es irreversible, estoy aquí, falta menos de media hora para llegar, trataré de dormir a ver si mis fantasmas me respetan en este trance y me permiten conciliar un sueño reparador.

    - Señorita, parece usted muy nerviosa,- lo que me faltaba, mi compañero de viaje quiere entablar conversación-, no se preocupe de nada, el conductor es un experto, hace esta línea todos los días, llegaremos sanos y salvos y a la hora prevista.

    - Gracias, pero se equivoca, no estoy inquieta- respondo sin saber la razón de tanta explicación a un desconocido y volviendo la mirada hacia la ventanilla añado-, es solo cansancio, llevo todo el día viajando.

    - Llegaremos pronto y podrá descansar, ¿va a Cantavieja a visitar a algún familiar o está de vacaciones?- insiste mientras veo sus rasgos reflejados en el cristal.

    - Ninguna de las dos cosas, se trata de un viaje de trabajo, soy escritora voy a dar una conferencia mañana por la tarde.

    - ¿Una conferencia en el pueblo? No sabía nada y ¿sobre qué va a versar?

    - Sobre el naufragio del Titanic, es el argumento de mi último libro.

    - ¿No me diga? ¡Pero eso es perfecto! Yo soy un apasionado del Titanic, asistiré entusiasmado a la conferencia y compraré su libro, por supuesto, además me gustaría intercambiar ideas y conocimientos con una experta como usted.

    ¡Vaya!, esto sí que es ganar el partido sin bajarse del autobús, ya tengo un oyente y un comprador para mañana, me alegro, me alivia un poco el desaliento pero no por eso me estimula las ganas de hablar, ahora no. Me vuelvo hacia él y le digo:
    - Me alegrará verle en la charla, compartiremos allí cuantos asuntos desee sobre el trasatlántico.

    - Entiendo, disculpe, no seré pesado, le dejo descansar, hablaremos mañana.

    ¡Dios mío!, ahora me siento mal, quizá he sido brusca, distante y antipática, quizá con mi mal talante acabe de espantar al único oyente de mi conferencia.

    - Y usted ¿por qué va a Cantavieja?- pregunto tratando de arreglar mi mala disposición inicial-, ¿vive allí, visita a un familiar, viaje de placer o de trabajo?

    - Desde que la he conocido a usted se ha convertido en viaje de placer, señorita- dice con enorme amabilidad y una buena dosis de capacidad seductora-, hasta el momento era… una visita médica la podíamos denominar… pero ya se lo contaré mañana, no quiero importunarla durante el viaje.

    Lo tengo merecido, me devuelve la grosería aunque muy atenuada, envuelta en el papel regalo de la elegancia y la discreción. La acepto, he perdido por puntos el primer asalto.




 


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