martes, 9 de julio de 2013

Capítulo II: El segundo encuentro.




Os dejo el inicio del capítulo segundo con una reflexión de Holofernes.




CAPÍTULO II: El segundo encuentro


Reflexión de Holofernes



Cierro los ojos y veo su imagen. Aprieto los párpados cuan fuerte puedo para tratar de ahuyentarla y la percibo con más claridad, su perfecta silueta de mujer diez se recorta nítida en la oscuridad de mi mente, de mi alma, de mi vida. Aprieto los dedos contra la palma de las manos hasta casi hacerlas sangrar y no consigo que se me caiga su tacto, tengo su piel adherida a mi piel, tengo sus besos prendidos de mis labios, su aroma en mi corazón y ni puedo ni quiero desprenderme de todas sus reminiscencias.

Lo de ayer fue fantástico, ni en mis mejores sueños podía imaginar tanta belleza ni tanta pasión. Mientras suena en la radio la canción que le he dedicado, recuerdo sus caricias y las mías, recuerdo sus gemidos y mis anhelos, resucito cada suspiro, cada roce y cada mirada y me duele el tiempo que falta hasta nuestro próximo encuentro.

Insistió. Convencida me convenció de que era demasiado para una primera cita y a mí, que el deseo me desbordaba, todo me parecía poco. Está claro, Judith no es mujer de acabar entre sábanas nada más conocerte, pero yo sí soy de ese tipo de hombres, yo hubiera ido con ella a su casa, a la mía, a una isla desierta, al fin del mundo e incluso un poco más allá y sin embargo ella me pidió paciencia, me pidió lo único que no soy capaz de darle. Quedamos en volver a encontrarnos hoy, al atardecer, y empezar nuestro encuentro en el mismo punto en que ayer nos quedamos. Al borde del abismo, en las primeras llamas de la ignición, a un paso de la lascivia y del éxtasis, a un milímetro del desenfreno absoluto y disoluto.

No sé apenas nada de ella, ignoro su verdadero nombre y no me importa, no quiero saberlo, a decir verdad prefiero llamarla siempre Judith, simplemente Judith, entre nosotros no van a hacer falta nombres, ni palabras, ¿para qué perder el tiempo en preámbulos? Somos mar de pasión, oleaje furioso que no deja de embestir contra el ser amado, somos pura adrenalina.

Sólo tengo una duda que me ronda la cabeza sin llegar a inquietarme, no sé si la canción que le he dedicado es la correcta. Morir de amor es un título demasiado sugestivo y tal vez no sea el adecuado para nuestra relación, me parece incorrecto, pero prefiero llamarle amor en vez de llamarle sexo, es la misma situación que se me plantea con ella, prefiero llamarle Judith e ignorar su nombre, a lo nuestro le llamaremos amor aunque lo que nos mueve tanto a uno como a otro es puramente atracción física.

Morir de amor sin saber si todo lo que he dado te llegó a tiempo, morir de amor y no morir solo en desamor. Morir de amor sin tener un nombre que decirle al viento.

- Judith - digo en dirección al viento con una mueca bobalicona de felicidad y de triunfo en mis labios por tener un nombre que decirle.

- Yo sí tengo un nombre que decirte.

No hay comentarios: