viernes, 27 de enero de 2012

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Es algo tan simple y tan contundente que me abruma. Es tan sencillo y tan complejo, es tan frustrante llamarte para felicitarte por tu cumpleaños y comprobar que no estás.

¿Te acuerdas de aquel castillo? Ese, u otro castillo de naipes, se diluye, las cartas caen sobre la mesa por su propio peso, o sobre el suelo por el propio peso de su mala fortuna. Malas cartas para una partida tan compleja, pero claro, así es el juego, así es la vida.

Me queda un sabor amargo en el teléfono vacuo de tu voz, pero me guardo una sonrisa y mil recuerdos y todas tus frases sinceras. Hoy no puedo decirte nada, aunque más que gritártelo a ti necesito susurrármelo a mí. Ya sabes, dialogar no es lo mío, hablo mucho y mal, me conoces, soy de tierra adentro, del interior de las palabras, de sentimientos escritos que al fin y al cabo el viento no puede arrastrar y, por eso, hoy cierro los labios con gesto hosco, y, al entornar también mis párpados te digo, te pienso, te escribo, con esa misma sinceridad contundente, simple y abrumadora que siempre me regalaste, que, en el Tormes o en cualquier otro río, todos los días desde ayer, se verá el reflejo de una sonrisa.

Ahora que nadie nos, oye, ni nos lee, ni nos siente, ni nos padece; ya sabes como soy de cauto para los secretos, sin embargo amigo, entre tu y yo, siempre nos quedará Salamanca.

2 comentarios:

Jesús dijo...

Es tan sencillo como romper el silencio de la intimidad y permitir que los sentimientos se reflejen, nítidos, en el alma de los demás. El mérito consiste en dotar de fuerza a lo sencillo y tú lo consigues con creces
Saludos. Jesús

La profecía del silencio dijo...

A pesar de ser sencillo tengo la sensación de llegar tarde y de no aprender para la siguiente ocasión.
Gracias por tu visita y tu comentario Jesús.