martes, 10 de enero de 2012

Capítulo XXVI: Espectros de carne y hueso

Me desperté muerto y condenado, con la boca llena de carbones ardiendo. También estaba ciego, lo que probablemente fuera misericordioso. Sin duda, sordo no estaba, a juzgar por la forma en que el teléfono me atormentaba los oídos. Finalmente lo encontré y conseguí emitir un graznido infrahumano. El que me llamaba era un veterano morador del otro mundo.


Morris West. “Arlequín”



CAPITULO XXVI:  Espectros de carne y hueso
(17-12-1999)

El vehículo que le seguía no podía ralentizar más su marcha pues
estaba interrumpiendo el tráfico, se detuvo apenas un instante, bajó
un hombre y caminó detrás de Rafael mientras el coche se perdía calle
abajo. El joven, ajeno a todo excepto a sus propios pensamientos, consultó
su reloj en el umbral de la taberna, era pronto pero decidió entrar,
esperaría a Morales tomando un café y charlando con Rosa.
– Buenas días Rosa ¿qué tal estás hoy?
– Bien, con sueño, cansancio, nauseas… ya sabes, lo normal-, dijo
un tanto resignada-, y ¿tú cómo estás?
– Pues como tú más o menos, con sueño, cansancio… nauseas aún
no tengo pero todo se andará porque hay asuntos que me revuelven el
estómago... ya sabes, lo normal.
Rosa le sirvió el desayuno sin preguntar lo que quería y se sentó
frente a Rafael.
– En realidad hay una novedad-. Confesó Rafa y ante el silencio expectante
de Rosa siguió su explicación-, ayer, al llegar a casa me encontré
una sorpresa, ¿recuerdas a Candelaria verdad?- Rosa asintió y el
joven continuó hablando-, me estaba esperando en el portal, se había
quedado sin alojamiento y me pidió ayuda, va a quedarse en mi casa
hasta que encuentre algo o pueda instalarse en el piso que su empresa
le ha obligado a alquilar, de hecho ya está instalada.
– Y ¿cómo le va?
– Bueno, sobrevive que no es poco mientras aguarda a poder incorporase
al trabajo.
Dos hombres entraron en el local y se dirigieron a la barra, pidieron
un desayuno que Rosa les sirvió con eficacia y permanecieron de pie a
pesar de haber sitios libres en las mesas. Vestían con trajes oscuros,
camisas de rayas y corbatas lisas, por su aspecto y sus acciones, se les
podía considerar ejecutivos de alguna empresa, de las muchas que se
ubicaban en la zona, tomando café antes de su jornada laboral, eso es
lo que parecían, aunque en realidad la apariencia no era sincera en esta
ocasión.

– Volviendo a lo de Candelaria, ¿Por qué no le pides que se instale
de forma definitiva en tu casa? sería un alivio económico para ti y no
digamos para ella. Aunque claro, un hombre y una mujer jóvenes y
apuestos bajo el mismo techo tiene su peligro.
– Te agradezco que me consideres joven y apuesto, sí lo había pensado
y no sólo por economía, también por combatir la soledad, sin embargo
no creo que sea posible, ella debe pagar el alquiler del piso de la
empresa viva o no viva allí, por tanto no creo que le interese pagar dos
casas.
– Eso es un asunto que se puede solucionar en los juzgados.
– Sí, es una cláusula abusiva que habría que denunciar, pero ¿crees
que recién llegada a la empresa, sin papeles y desesperada por encontrar
un trabajo Candelaria se atreverá a denunciar esa situación?
– Ni esa ni ninguna otra supongo.
A las siete y media en punto hizo su entrada en el bar el sargento
Morales, tras una breve y experta observación descubrió la presencia
de Rafael y hacia él se dirigió.
– Buenos días-. Saludó el recién llegado interrumpiendo la conversación
de los jóvenes.
– Buenos días Morales-. Respondió Rafael tendiendo su mano diestra
al policía-. Gracias por venir, te presento a Rosa, amiga y copropietaria
de este negocio, Rosa éste es el sargento Morales.
Se saludaron escuetos y un tanto azorados, sobre todo Morales que
quedó visiblemente impresionado por la belleza de la chica, pidieron el
desayuno del sargento y luego Rafael y el policía se sentaron en un rincón
discreto del fondo del local.
– Bueno Rafa por si te sirve de algo te diré que no he podido dormir
en toda la noche pensando en qué tendrás que contarme.
– Son varias cosas pero nos seas impaciente que poco a poco te iré
informando.
La extraña pareja de falsos ejecutivos habían terminado sus consumiciones
y ya abandonaban el local, la mirada de uno de ellos coincidió
por unos instantes con la de Morales. Ya en el exterior se separaron,
uno de ellos subió por la calle Fernando VII, giró en la esquina de la calle
Pelayo y desapareció, el otro cruzó la calle y entró en la librería Antonio
Machado donde permaneció ojeando libros muy cerca del escaparate
y esa situación también le permitía ver la puerta de la Taberna del
Renco.
– Estoy deseando escucharte Rafa, pero por encima de todo necesito
descartar que lo que nos ocupa tenga relación con el atentado, con
tu participación en su resolución y tu futuro testimonio.
– No tiene nada que ver con el atentado, se trata de cosas totalmente
distintas.
– Adelante entonces, soy todo oídos-. Adujo Morales visiblemente
aliviado.
– Bien, empezaremos por el final que lo tengo más reciente y requerirá
menos esfuerzo. He descubierto, de modo accidental, dentro
de las taquillas de algunos compañeros míos, bolsas de plástico conteniendo
cocaína y por lo que he podido observar en otras ocasiones son

los propios inspectores de la empresa los que la suministran, supongo
que deberíais hacer un registro en el vestuario de seguridad y buscar
un alijo de drogas.
– ¿Cuántas bolsas puede haber en cada armario?
– No lo sé-, respondió Rafa encogiéndose de hombros-, dos o tres
supongo, en unas más en otras menos.
– Bueno, con esa cantidad no podemos acusarlos ni tratarlos como
narcotraficantes sino como simples consumidores lo cual no nos ayuda
demasiado; si efectuamos un registro de manera legal, es decir con orden
de registro con desfile policial por el edificio y demás parafernalia
los pondremos alerta y tendrán más cuidado con sus acciones, es mejor
investigar sin delatarse, que continúen creyéndose libres de sospecha
y que cometan errores, lo que en realidad no interesaría sería llegar
al origen de la red.
– No estoy de acuerdo en denominarlos simples consumidores-, dijo
Rafael un tanto contrariado por las palabras del policía-, algunos sí
son sólo consumidores, Carlos por el contrario no, tiene más cantidad
que los demás, seguro que es un distribuidor y me atrevería a asegurar
que Dionisio, el jefe de seguridad y don Javier, el inspector de calidad
también están implicados.
– En ese caso empezaremos por confeccionar una lista de sospechosos,
tanto de posibles clientes como de posibles vendedores incluyendo
a los inspectores de tu empresa que supongamos implicados y
comenzaremos una discreta investigación en torno a ellos, pero ¿esto
es todo lo que tenias que contarme?
– ¿Cómo que si esto es todo?, ¿no te parece importante? Son hombres
que portan armas, auxiliares de la policía judicial y pueden estar
bajo los efectos de las drogas en el transcurso de su servicio, ¿no te
parece peligroso e importante?
– Sí es importante Rafa pero no lo suficiente como para sacarme de
la cama a las dos de la madrugada -, adujo Morales intuyendo que lo
más grave estaba por llegar-, ¿seguro que no hay algo más?
– La verdad es que tienes razón Morales, hay más, también está el
asunto del incendio.
– ¿A qué incendio te refieres?
– Al incendio de la nave abandonada de Villaverde-. Respondió Rafa
que no sabía con exactitud de que modo abordar su narración-. Fue
provocado y causó quince muertos y cuatro heridos graves.
– Y ¿qué información tienes respecto de ese asunto?- Preguntó extrañado
Morales que no veía conexión entre el vigilante y el acto vandálico
acontecido tiempo atrás.
– En realidad más que información fehaciente es una sospecha razonable,
creo que sé quienes fueron los causantes del siniestro.
– Y supongo que también tiene relación con tu empresa, tu servicio
actual y tus compañeros-, intuyó Morales.
– Sí. La noche que sucedió el terrible incidente yo estaba de servicio,
era el cumpleaños del jefe de seguridad y para celebrarlo invitó a
tres de mis compañeros, dejaron los coches en el garaje del edificio, en
torno a las tres de la madrugada Fernando, Carlos y Dionisio vinieron a

por los coches, era evidente que habían bebido, sobre todo Dionisio cuyo
aspecto era realmente lamentable. Parecía muerto y condenado,
con la boca llena de carbones ardiendo. También estaba ciego, lo que
probablemente fuera misericordioso.
– Perdona que te interrumpa Rafa, al principio dijiste que eran cuatro
personas, ahora hablas de tres.
– Sí, Quiqe era el cuarto, según dijeron se fue antes a dormir pues
debía trabajar al día siguiente, también debo añadir otra cosa, creo
que les acompañó don Javier a lo largo de toda la velada.
– De acuerdo, en ese caso serían cinco personas, continúa entonces.
– Cuando vinieron a por los coches las ropas de Carlos y Fernando
desprendían un fuerte olor a humo, sin embargo Dioni desprendía un
intenso olor a resina.
– Y tú crees que fueron ellos, los tres.
– Creo que fueron ellos, los cinco. El fuego comenzó poco antes de
la una de la madrugada, tuvieron tiempo, todo encaja, lo tenían bien
planeado, durante la cena concretaron los detalles y luego envalentados
por el alcohol lo hicieron. Dionisio debió ser el encargado de extender
la sustancia resinosa que inició la deflagración, los otros prendieron
varios focos en sitios estratégicos que cortaran las salidas y luego huyeron.
Don Javier y Quiqe tendrían otro vehículo cerca del lugar y se
marcharon a sus casas, a los otros todavía les dio tiempo de tomarse
un par de copas para celebrar el éxito de su misión y llegar a las tres
para recoger los vehículos.
– Bueno Rafa-, Morales pensaba tratando de elegir bien sus palabras-.
No digo que no estés en lo cierto pero no hay ninguna prueba
que les acuse, las circunstancias que detallas pueden ser sólo casualidades
y entonces nada tendrían que ver con el incendio, se trata de
una corazonada tuya.
– Dionisio olía a resina, ¿por qué desprendía ese olor después de
una fiesta de cumpleaños? Yo he asistido a muchas fiestas, he ido mil
noches de juerga y nunca he vuelto a casa envuelto en ese aroma,
además debo añadir que no se les veía felices, no tenían la alegría de
quien ha disfrutado de una agradable velada, se mostraban irascibles,
agresivos, era una situación muy extraña.
– Está bien, teniendo en cuenta que vamos a iniciar una investigación
sobre el asunto de la droga y nuestros sospechosos son los mismos
aprovecharemos también para indagar también este otro suceso, de todos
modos permíteme recordarte que la policía ha cerrado el caso y les
ha imputado la autoría del delito a los integrantes de una tribu urbana.
– Sí lo leí en el periódico pero no han reconocido ser ellos los autores
de ese crimen.
– No, no se han confesado culpables y en realidad eso induce a pensar
que no fueron ellos pues han reconocido otros delitos. Además, conociendo
el olfato que tienes para detectar delincuentes deberemos
darte un pequeño margen de confianza.

– Gracias, entonces abrirás una investigación para esclarecer ambas
infracciones.
– Sí, también haremos algunos seguimientos y todo ello sin desmontar
el sistema de alerta que tenemos instalado a tu alrededor.
– Y ¿es debido a esa alerta que miras en todas las direcciones mientras
hablamos o es porque te ha gustado mi amiga la camarera?- Preguntó
sonriendo Rafael que había observado como Morales dirigía furtivas
miradas a todo el local aunque se recreaba más tiempo en la zona
por la cual Rosa transitaba.
– No es por ninguna de las dos cosas, es deformación profesional ,
me gusta tener controlado mi entorno, ayuda a salvar el pellejo en ocasiones,
sin embargo sí te diré-, añadió el policía sonrojándose levemente-,
que de hoy en adelante voy a venir más por aquí, me voy a
encargar personalmente de llevar la nueva investigación y también seguiré
con tu protección claro está y de paso podré también ver a tu
atractiva amiga. Por cierto ¿tiene novio?
– No, lo tenía, un compañero mío, falleció hace poco tiempo.
– Vaya, ¡qué mala suerte!
– Sí, pero no le digas que te lo he dicho.
– No diré nada, pero dime Rafa, ¿no crees que es demasiado joven
para mí? Además no me da la sensación de que yo sea su tipo-. Adujo
Morales medio en broma medio en serio.
– Hombre sargento ya sabes que sobre gustos no hay nada escrito-
, dijo Rafa guiñando un ojo.
– En fin, dejémonos de bobadas y retomemos nuestros asuntos,
¿hay algo más que quieras decirme?
– No, creo que no, esto es todo, ¿te parece poco?
– No, pero si recuerdas algo más o surgen nuevas pistas me llamas
de inmediato.
– ¿A cualquier hora?- Preguntó Rafael con una amplia sonrisa en sus
labios.
– Si es importante sí, a cualquier hora. Y otra cosa, en cuanto al tema
del atentado, me da la sensación de que ya te has relajado y te
sientes a salvo, eso es un error, debes seguir alerta y estar muy atento
a tu alrededor, no es fácil que los terroristas hayan conseguido información
sobre tu participación en la detención de sus colegas pero
tampoco es por completo imposible.
– No sufras por mí sargento, se cuidarme, nadie me sigue, no tengo
nuevos compañeros de trabajo, ni vecinos raros en el barrio.... bueno
un momento, en realidad sí tengo una nueva vecina, una compañera
de piso en realidad, una amiga va a vivir en mi casa una temporada,
sólo por unos días.
– Me lo deberías haber comunicado antes para poder investigarla.
– No es peligrosa, se trata de una inmigrante sin papeles, sobrevivió
al incendio de la nave de Villaverde.
– ¿Has metido a una desconocida en tu casa?- Interrogó algo perplejo
y muy preocupado Morales.
– No es una desconocida, se llama Candelaria y va a trabajar en el
mismo edificio que yo presto servicio.

– Demasiadas casualidades Rafa, no me gusta, quisiera hacer algunas
averiguaciones sobre ella.
– Como quieras, pero perderás el tiempo.
– Dime todos los datos que sepas de ella-. Dijo sacando una pequeña
libreta del bolsillo interior de la chaqueta.
– No vas a necesitar apuntarlos, sólo sé que se llama Candelaria,
que es preciosa, encantadora y humilde, que va a trabajar en la contrata
de limpieza en el mismo sitio que yo y su dirección, habitación de
invitados de mi casa.
– Me arreglaré con eso-, respondió Morales guardando la libreta en
la que no había anotado nada-, y ahora qué te parece si nos vamos,
supongo que querrás dormir.
– Sí, voy a despedirme de Rosa y me marcho.
– Si no te importa te acompaño, yo también quiero despedirme de
Rosa y luego quisiera hablar con tu jefe de seguridad, quiero comentarle
un par de cosas y de paso veré que sensación me causa con respecto
a los otros asuntos que se nos han planteado.
– Es demasiado temprano para Dionisio, hasta las diez por lo menos
no le encontrarás-, dijo Rafa mientras se dirigían al lugar de la barra
donde se encontraba Rosa.
– ¡Vaya!-, suspiró Morales y no se supo bien si estaba contrariado o
aliviado, sea como fuere procuró que la camarera oyera el final de su
frase-, en ese caso me quedaré unos instantes más a ver si Rosa me
acepta que la invite a un café.
– Acepto la invitación, gracias a ver si a base de café consigo despertarme,
¿tú qué quieres tomar Rafa?
– Nada, gracias estoy cansado y me voy a ir ya a dormir, así os dejo
solos.
En efecto así lo hicieron, Morales quedó en la Taberna del Renco
charlando animadamente con Rosa mientras Rafael se despidió de sus
amigos y despacio, con el cansancio de quien no ha dormido, abandonó
el local. En la librería de enfrente, un hombre trajeado que llevaba
un buen rato ojeando libros y dirigiendo furtivas miradas a través del
escaparate, abandonó de forma apresurada y un tanto descuidada en
un estante el ejemplar de “Tiempo de cerezas” que hojeaba y salió con
algo de precipitación del establecimiento.
El sargento Morales en aquel momento no tenía ojos para nadie que
no fuera Rosa, de no haber sido por esa circunstancia hubiese detectado
en seguida lo que ocurría, se hubiera dado cuenta de que alguien
seguía a Rafael.
– Y ¿cómo marcha el negocio Rosa?
– Bien de momento, hay que dedicarle muchas horas de trabajo pero
por ahora no nos podemos quejar.
– Y con los clientes ¿qué tal te arreglas? Quiero decir que siempre
habrá algún pesado y más aún teniendo en cuenta lo atractiva que
eres, seguro que tienes que estar apartando moscones todo el día.
– Gracias por el cumplido-, dijo la joven-, pues no creas que es así,
por la mañana vienen clientes habituales a desayunar o al bocadillo de
medio día, gente de visita rápida y que van a lo suyo, por la tarde no-

che la cosa se complica algo, en ocasiones alguien se pasa con las copas
y se pone un poco patoso, nada grave por lo general, en contadas
ocasiones hay algún patoso que se cree con derecho a algo más, pero
yo sé cuidarme bien de ellos, son ya muchos años detrás de la barra.
– Si alguna vez tienes problemas serios llama a la policía, vendré
encantado a tu rescate.
– No será necesario, no obstante muchas gracias. Oye por cierto
tengo una curiosidad, he observado que Rafa siempre te llama Morales,
¿es que no tienes nombre?
– No. Todo el mundo me llama así, incluso mi madre, sólo tengo
apellido, es uno de mis misterios; de todas formas un día te invito a cenar
y te cuento el indescifrable mito de mi nombre, pero hasta que no
me concedas el honor de aceptar mi invitación te quedarás con la intriga.
– Aceptaré encantada tanto la invitación a cenar, cuando ésta se
produzca, como la confesión del enigma de tu nomenclatura-, dijo Rosa
sorprendiéndose a sí misma de sus palabras. Nunca había brindado
tanta amabilidad a un cliente ligón nada más conocerlo, nunca daba
alas a sus clientes para cortejarla y ahora lo estaba haciendo, acaso
fuera porque Morales tenía algo especial, era una persona envuelta en
un halo de buenas vibraciones, un hombre que más por su personalidad
que por su físico despertaba interés y agrado en quienes le rodeaban.
– En ese caso el primer día que el servicio me lo permita te invitaré
a salir, no obstante me preocupa un detalle ¿no se enfadará tu novio si
quedas conmigo?
– No, mi novio no se enfadará no te preocupes por él, sobre todo
porque no existe, mi novio es un espectro-, y dichas estas palabras un
escalofrió recorrió su cuerpo.
Una llamada al teléfono móvil de Morales cortó la magia de la conversación
y borró la sonrisa bobalicona de su rostro, la de Rosa ya se
había borrado con el recuerdo de Álvaro y del retoño que crecía en su
vientre. El policía se apartó un poco mientras duró la conversación,
luego regresó junto a la camarera.
– Bueno Rosa debo marcharme, estaba muy a gusto contigo pero el
deber me llama, tengo que seguir trabajando, hasta otro día, ha sido
un enorme placer conocerte-, tomó su mano derecha sujetándola por
la punta de los dedos, la condujo hasta sus labios y depositó un calido
beso en sus nudillos.
– Gracias, yo también estoy encantada de haberte conocido y recuerda,
me debes una cena y una confesión.
Rafael no tuvo suerte.
Estaba agotado, realmente exhausto, la noche había sido larga y a
esa circunstancia había que añadir la posterior entrevista con Morales,
deseaba llegar a casa y dormir pero no tuvo suerte, fueron necesarias
tres vueltas a la manzana para conseguir un hueco libre donde aparcar
y aún así bastante lejano del portal de su casa por lo cual tuvo que caminar
diez minutos soportando el frío viento matinal. Momentos después
de su llegada y muy cerca de su vehículo estacionó otro en doble

fila, el acompañante bajó y el coche, que también había dado tres
vueltas a la manzana aunque no buscaba aparcamiento, continuó su
camino. Un hombre que no hacia mucho tiempo había estado apostado
en la librería frente a la Taberna del Renco aguardando la salida del vigilante
de nuevo seguía sus pasos. Cuando Rafael se detuvo en el umbral
del portal buscando las llaves el extraño dio unos pasos apresurados
para poder entrar junto a él sin que la puerta se cerrase.
– Buenos días-, saludó con una leve inclinación de testa.
– Buenos días-, respondió Rafael.
Aguardaron en absoluto silencio la llegada del ascensor, la profecía
del silencio se extendió por todo el portal y sólo el mecanismo del elevador
con sus quejidos molestos rompía el mutismo. Cuando por fin se
abrió la puerta del ascensor entraron y Rafa preguntó.
– ¿A que piso va señor?
– Al último-. Respondió escueto el extraño sin precisar número.
– Entonces yo salgo antes, voy al quinto-. Adujo pulsando las teclas
correspondientes a sus destinos.
– Hasta luego-, dijo Rafa al llegar a su planta.
– Adiós buenos días-, se despidió una voz ronca a su espalda.
Rafael entró en su casa con sigilo pues repentinamente recordó que
Candelaria quizá estuviera acostada todavía, dejó la bolsa del trabajo
en una rinconera del pasillo y se quitó el abrigo para colgarlo en la percha
de la entrada. Apenas se había dado la vuelta cuando vio una preciosa
aparición que flotando se acercaba a él. Era, no obstante, una
aparición de carne y hueso cuya belleza convertía en imposibles todos
sus intentos de apartar sus ojos de aquellas formas perfectas. El sueño
desapareció, un lento escalofrío recorrió su cuerpo y estremeció su deseo.
– Buenos días Rafa-, saludó Candelaria justo antes de darle un beso
en la mejilla.
– Buenos días-, balbuceó sorprendido-, esto si que es un verdadero
regreso al hogar, encontrarse a una bonita mujer que me de un beso
de bienvenida.
– Pues además de esto, si llegas hasta la cocina verás que tengo
preparado el desayuno.
– No deberías haberte molestado, pero muchas gracias-. Arguyó
tratando de dominar el océano de misterio sensual en el cual por momentos
naufragaba, intentando esquivar las olas de erotismo mágico
que lo atrapaban en su espuma salada, tratando de ocultar la atracción
irresistible que experimentaba.
– No es molestia ninguna, me he despertado temprano, supuse que
estarías a punto de llegar y me he tomado la libertad de asaltar tu despensa.
Desayunaban juntos y felices, a Rafael le había desaparecido el cansancio
de forma repentina y entre tanto, en la cocina, una magia especial
inundaba el espacio, fuera, un hombre misterioso aunque no desconocido
por completo merodeaba por el rellano de la escalera. Tras
permanecer unos instantes junto a la puerta tomó el ascensor y descendió
hasta la planta baja, allí buscó el buzón correspondiente al

quinto piso letra “c” y anotó en una pequeña libreta: Calle Corazón de
María nº 54- 5º C. Rafael Pizarro Serrano, después guardó la libreta y
salió a la calle, enseguida un vehículo llegó a su altura, subió en él y no
reinició la marcha, permaneció en doble fila hasta que tuvo un sitio en
el cual aparcar pero siempre cerca y sin perder de vista el portal de Rafael.
Definitivamente aquellos dos hombres lo seguían, lo espiaban y nada
bueno pretendían.

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