jueves, 17 de febrero de 2011

ELLA, RECUERDO NEBULOSO










ELLA RECUERDO NEBULOSO



Desde que tengo turno de noche apenas coincidimos en casa ni en ningún sitio, es apenas un recuerdo nebuloso.
A veces, cuando llego, todavía encuentro las sábanas calientes, otras me conformo con su perfume en el ascensor. Si tenemos que contarnos algo nos dejamos notas: un te añoro en el espejo, un compra el pan en la entrada, un llamó tu madre junto al teléfono, un te quiero en la nevera.
Ayer terminé temprano el trabajo, la encontré en el pasillo, la abrace apasionado, le di el mejor de mis besos y cuando iba a empezar a desnudarla me di cuenta.
No era ella. ¿Cuánto tiempo llevaré equivocándome de casa?





EFECTO RETARDADO

Desde que tengo turno de noche apenas coincidimos en casa. Hace ya una semana que no le veo. Todo está recogido, el jabón en su sitio, las zapatillas en el zapatero, su ropa interior limpia y colocada, el mando del televisor en mi lado del sofá.
La situación es cuando menos extraña; hay dos posibilidades: o se ha dado cuenta de que tengo un amante y quiere conquistarme, enamorarme de nuevo, iluso; o tenía razón el farmacéutico cuando dijo que los polvos eran de efecto retardado y tardarían unos días en hacer efecto.
Al final será cierto que las ratas nunca mueren donde comen el veneno.

4 comentarios:

Gerardo Martín Pujante dijo...

Decirte Ángel que me ha encantado tu primer relato breve, "Ella, recuerdo nebuloso". Es realmente genial, sorprendente final que deja con una sonrisa al lector... cuando estás leyendo y reflexionas sobre la vida actual, la tiranía del tiempo, etc... en dos líneas le das un giro inesperado...

Mi enhorabuena.

La profecía del silencio dijo...

Gracias Gerardo por tus palabras.
La verdad es que le quise dar un toque cómico pero a la par trágico, como tú dices, la tiranía del tiempo en la vida actual, trabajar en un horario incorrecto que te lleva no solamente a perder una relación sino incluso a no saber a ciencia cierta en qué casa estás....
Me alegro que te haya gustado.

ANA MARÍA ARROYO dijo...

Pues vuelvo a coincidir con Gerardo...
"Un te quiero en la nevera..." Y quizás demasiados días acumulados mansamente, somos corderitos que siguen meticulosamente al rebaño de siempre.
¡Qué peligro! ¡Qué ganas me han entrado de odiar al pastor!
Voy a leerlo otra vez, es GENIAL.

La profecía del silencio dijo...

Ana, acertada comparación con los corderitos, hacemos lo de siempre, lo que se espera que hagamos, lo que tenemos que hacer y a veces te das cuenta que no estás en el lugar que corresponde, jajaja
pero el pastor no s el culpable, él hace su trabajo, somos los corderitos los que no sabemos decir: "Hoy se cambia la rutina y vamos a disfrutar del mundo"
Gracias por tus palabras.