sábado, 11 de febrero de 2012

Los sobrinos del camarero del Titanic



Mi hermano Giovanni fue camarero en el Titanic- decía siempre mi tía abuela-,
el barco de los millonarios era para él un pasaporte al nuevo mundo y fue en realidad el
umbral de su muerte. Una velocidad excesiva en adversas condiciones, la falta de
binoculares para los vigías y algunas  imprudencias de la compañía naviera
desembocaron en un choque con un iceberg que convirtió al buque de los sueños en el
barco de la pesadilla.
 No había botes salvavidas para todos y muchas de las barcas partieron con la
mitad de pasajeros de los que podían albergar. El capitán se hundió con su barco, la
orquesta permaneció en cubierta, luchando contra el frío y el miedo, tocando piezas para
animar al pasaje hasta el final, la tripulación organizó la evacuación dando preferencia a
mujeres y niños. Casi 1500 muertos, apenas 780 supervivientes, una tragedia provocada
por el exceso de confianza del hombre y el supuesto dominio de la tecnología sobre la
naturaleza.
¿Quién le iba a decir a Valentina Capuano que la historia tantas veces contada
por su tía abuela María la iban a protagonizar ella y su hermano? Lo más escalofriante
es que no era ficción, esta vez era realidad. Iban a disfrutar de unos días de vacaciones,
de un crucero, ella y su hermano con sus respectivas parejas y su merecido descanso se
tornó terrible pesadilla resucitada después de 100 años.
Viernes 13 de enero, están cenando, no saben que su barco, el Costa Concordia
está demasiado cerca de la costa y fuera de la ruta prevista, de repente, a las 21.42 horas
el barco choca con un obstáculo, se oye una especie de zumbido y de inmediato se
apagan las luces. Al poco tiempo se oye por megafonía un mensaje del capitán diciendo
que la situación está bajo control, se trata de un pequeño imprevisto eléctrico y pronto
se solucionará. Él sabe que por su imprudencia han chocado aunque intenta continuar
navegando. A pesar de los mensajes de tranquilidad cunde el pánico entre los pasajeros,
el barco empieza a inclinarse, todos están sumidos en la absoluta oscuridad.
21.58 El Costa Concordia encalla a 150  metros de tierra firme, algunos
miembros de la tripulación dicen a los pasajeros que se pongan los chalecos salvavidas
y les indican que salgan, empieza el caos, algunos pasajeros corren intentando salvarse
pero sin saber hacia donde dirigirse,
22.10 La capitanía de Livorno, que ha recibido llamadas de socorro, contacta
con el barco, les responden que todo está bien, que solo  tienen un leve problema
técnico.
22.40 El capitán no toma ninguna decisión, son otros oficiales los que deciden
evacuar el barco y así a las
22.58 el Costa Concordia lanza la voz de alarma por radio, una hora perdida, un
tiempo precioso.
 - Todos sabíamos que teníamos que salir- dice Valentina-, pero no sabíamos
cómo ni tampoco hacia dónde ir. A mi alrededor se sucedían escenas de pánico, el barco
se escoraba más y más sobre estribor, nos caíamos unos encima de otros, los objetos nos
golpeaban, los padres trataban de proteger con sus cuerpos a sus hijos pequeños. Nadie
se ocupaba de organizar la evacuación. Cuando comienzan a intervenir los guardacostas los pasajeros se agolpan para
acceder a las lanchas, hay gente que presa del pánico se lanza al agua. Sobre las 0.40 de
la mañana la capitanía pregunta al capitán cuántas personas quedan por evacuar, la
respuesta es tan inconcreta que se dan cuenta de un detalle inaudito y le preguntan:
¿Está usted en el barco? No, el capitán ha abandonado el barco, le ordenan volver para
coordinar la evacuación desde el buque como es su obligación, tras una conversación de
más de cuatro minutos el capitán no acata esa orden.
13 fallecidos, 20 desaparecidos, 64 heridos, 100 millones de euros en pérdidas.
Valentina cuenta lo sucedido como una vuelta a las historias de su abuela, una pesadilla
que duró cinco horas. En el caos perdió de vista a su hermano y acompañantes. Sobre
las tres de la mañana recibió una llamada, estaban todos ya a salvo en Giglio, todos
menos ella, después de otra hora consiguió zarpar en una de las últimas lanchas.
- No sé cómo estoy viva, a cada momento el barco se escoraba más y era más
difícil alcanzar un bote salvavidas. La historia que tantas veces oí a María se hacia real,
el espectro de Giovanni, el hermano de mi abuela, camarero del Titanic que murió en su
naufragio, sobrevolaba la cubierta inclinada del Costa Concordia.
Es inevitable, cerca del centenario  del hundimiento del Titanic, hacer
comparaciones, para las víctimas fue muy parecido, con la diferencia de que el pianista
dejó de tocar, no se respetó la máxima de las mujeres y los niños primero y, el capitán
abandonó la nave el primero aunque él dice que se cayó en un bote salvavidas. Cuando
Valentina embarcó ya no había a bordo miembros de la tripulación.
Y, por cierto, en abril, coincidiendo con la fecha del centenario del famoso
hundimiento, se publicará mi novela “El último secreto del Titanic”. Yo no estuve allí y por lo tanto, en algún detalle, tal vez esté equivocado.


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