lunes, 10 de octubre de 2011

Última sombra. Qué mala sombra.




El último capítulo de El casero siempre llama dos veces.
Al final Elena tenía razón.


Octava sombra: Qué mala sombra



Y es tarde también para mí, el accidente me costó la vida, otra más de mis siete vidas, al final será cierta esa creencia esotérica y supersticiosa que nos concede a cada uno de nosotros siete existencias.

Son siete los días de la semana, los siete mares, los siete colores del arco iris. Siete son los sacramentos, los siete pecados capitales, las siete maravillas del mundo, las siete notas musicales y los siete enanitos de Blancanieves.

¿Por qué no iba yo a tener, como todos los demás, siete vidas? De hecho ya he quemado seis, ésta, la actual, la que disfruto y vivo ahora, es, si no he perdido la cuenta y mi cálculo no me engaña, la última y definitiva. Y voy a aprovecharla a conciencia, no me queda casi nada por hacer, sólo una hazaña tengo pendiente, torturar a Fran incluso en la cárcel.

Como todos los días me dispongo a visitarle en su celda. Me cuelo por donde siempre, paseo impunemente por los pasillos y corredores hasta que uno de los guardias sale a mi encuentro. Me saluda.

_ Buenas tardes Sombra, ¿otra vez por aquí?

Todos me llaman Sombra, debe ser por mi pelo completamente negro, o quizá por el futuro oscuro que le espera a Fran, mi único familiar vivo y para siempre a la “sombra”. No sé cuál de los guardias me lo puso pero me gusta el nombre, aunque debo reconocer sinceramente que me gustaba más el anterior, tal vez porque lo recuerdo pronunciado por los dulces labios carnosos y sensuales de Cora. No me lo adjudicó ella, fue aquél otro novio que tuvo, no recuerdo como se llamaba, el melenudo, el único que amó, el que dejó para casarse con el dinero de Nick. Me bautizó con el nombre del grupo musical donde tocaba la guitarra, Viceversa, un poco absurdo pero siempre mejor que Micifuz, Silvestre, Tigrecito o similares. El que no me gusta nada es el nombre que me puso Fran, no, ése no me gusta, es despectivo, se percibe su odio.

A diferencia del guitarrista melenudo que me adoraba, Fran siempre me ha odiado. Aunque el sentimiento fue recíproco, es decir yo también lo odiaba a él con mis siete almas. De todos modos, a pesar de nuestras diferencias, yo siempre le llamé a él por su nombre, jamás se me ocurrió decirle “Puto hombre”, por eso no me gusta cuando me llama “Puto gato”.

_ ¡Guardia venga a la celda! Ya esta aquí otra vez este puto gato.

Se desgañita jurando y perjurando que toda la culpa es mía, que fui yo el culpable, que yo provoqué el accidente. Se deja la garganta, se rompe la voz chillando que yo le ataqué, que arañé sus ojos, que mordí sus manos para hacerle perder el control del coche y yo, me mondo de la risa cuando los guardias le contestan.

_ ¡Fran cálmate!, es sólo el gato de tu amada, se ha quedado solo, eres su única familia, es normal que venga a visitarte. No tengas tan mala sombra.

_ No es mi familia, es el asesino de Cora ¿no lo entienden? ¡Ese puto gato sólo viene a reírse de mi desgracia!

¡Qué divertido, dedicar en exclusiva mi última vida a amargarle la vida!

¡Qué divertido llenar sus días de carcajadas, de Sombra y Viceversa!

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