sábado, 23 de enero de 2010

Sangre sobre lienzo

Sangre sobre lienzo es un relato que ha quedado finalista en el V Certamen literari de SER Madrid Sur, SER Allan Poe 200 años de misterio. Se ha editado en un libro donde están todos los ganadores y finalistas bajo el título 200 años de misterio.

Pongo el relato en este blog porque es una introducción a mi novela "La profecía del silencio"
El relato trata de Velázquez y otros personajes históricos que estuvieron cerca de él y como el pintor es uno de los personajes clave de "La profecia del silencio" dejo aquí el relato para ir dando pinceladas de la novela.
Espero que os guste.






Sangre sobre lienzo

Ángel Utrillas
Finalista concurso SER Allan Poe 200 años de misterio 27-11-2009
_ La idea es buena, querida, pero falta realismo. Nosotros pertenecemos a la escuela sevillana, los contornos deben ser precisos, pinceladas suaves, no opacas, la búsqueda de la luz es el objetivo primordial, nuestras obras son retazos de vida, momentos de la historia detenidos en un lienzo para la posteridad, tus pigmentos deben marcar diferencias cromáticas y resaltar los detalles, falta realismo al cuadro-. El maestro despotricaba sin parar mientras atusaba con los dedos pulgar e índice de su diestra, su afilado bigote, su alumna aventajada, decepcionada una vez más, rozaba con los dedos pulgar e índice de su siniestra el afilado extremo del pincel, entre tanto pensaba en absoluto silencio intentando dominar su creciente indignación, su impulso de ira, su rabia… su odio.
_ Estoy harta, siempre críticas, se comporta igual como amante que como artista, nunca está satisfecho, viejo pintor cascarrabias, protegido de reyes y validos-. Apretaba los dientes y se mordía la lengua, había diseñado una obra casi perfecta y el maestro no encontraba en ella más que defectos.
_ Realismo, Jerónima, realismo, ésa es la clave de nuestra pintura. Esta sangre es irreal, la sangre sobre la nieve es más roja-. Fueron las últimas palabras del maestro.
De repente el pincel en la mano de Jerónima se trocó daga, dibujó una violenta parábola y se clavó en el pecho del maestro, muy cerca de la cruz de Santiago que lo identificaba como miembro de la orden. La sangre del pintor salpicó de realismo, silencio y muerte el escenario, malvas de sangre cierta impregnaron el lienzo.
El miedo sustituyó a la ira y la joven alumna del taller de pintura empezó a temblar.
_ Maestro, levantaos por favor, perdonad mi arrebato.
Todo esfuerzo era inútil, todo arrepentimiento era baldío, el maestro, el pintor del rey, su amante, había muerto y ella era la culpable, la asesina.
Se desvaneció, cayó a los pies del cuadro recién terminado, entre los tres pies de su caballete y el cuerpo del genial pintor. Si hubiese mediado tormenta hubiera podido decirse que un rayo había fulminado a los dos personajes, ella parecía muerta y el maestro en verdad lo estaba.
Cuando Juan de Pareja entró en el discreto estudio del pequeño taller chocó contra la escena. Dos cuerpos yertos en el piso, sangre cuya viscosidad impregnaba el blanco suelo de la habitación y el lienzo, apenas concluido, en el centro de la composición. Y parecía un espejo de plata más que una pintura, pues reflejaba, como si de modelo hubieran servido, lo que en el suelo de la habitación había, dos cuerpos esparrancados en incómoda posición, sangre granate sobre blanca superficie.
Se acercó Juan al lienzo antes de tratar de auxiliar a los heridos, observó que era genial, digno de un maestro y por añadidura carecía de firma… por el momento.
Se arrodilló junto a su maestro y señor, comprobó con manos expertas que su vida se había extinguido, después se postró junto a la joven y bella alumna, puso su rostro sobre el pecho tibio de la aprendiza de pintor…
_ Muerta, está muerta también y no parece tener herida ni agresión externa alguna-. Dijo Juan Pareja en un murmullo hablando para sí mismo.
_ No estoy muerta, palurdo, ayúdame a incorporarme de una vez, no ves que me he golpeado contra el suelo y no puedo moverme-. Trataba de hablar y no conseguía que su garganta emitiera sonido alguno, ¿qué estaba pasando?
_ ¿Qué está pasando aquí?-. Se preguntó en voz alta de nuevo el ayudante del pintor-. ¿Acaso ella ha matado a don Diego y luego ha fallecido por causa natural? ¿Quizá él, al descubrir el cuerpo yerto de su amante, se ha suicidado clavándose el pincel? ¿Ha sido un accidente, habrá caído él sobre el pincel causándose la muerte y ella ha perecido de dolor?
_ Lamento defraudarte Juan Pareja pero yo estoy viva, ¿por qué no me oyes?
_ Sí, esa será mi versión, un accidente y ella que muere de amor, que bonito final, la última pincelada de un genio-. Tomó el pincel con intención de colocarlo en la situación apropiada para que encajara en el rompecabezas que había diseñado y sin embargo antes de esa acción realizó otra, se acercó al lienzo armado con el pincel recién terminado y estampó en el ángulo inferior izquierdo su rúbrica-. Y la primera pincelada de otro artista.
_ ¡Maldito usurpador! ¿Pero qué haces firmando mi obra en mis propias narices?-. La pregunta formulada y no escuchada le dio una respuesta alarmante. No podía oírla, nadie la oiría, la creían muerta.
Un angustioso nudo se instaló en su estómago, lo había escuchado a algunos bufones y trovadores chismosos, mas nunca lo había creído posible. Decían que había un estado del cuerpo similar a la muerte, consistía en un accidente nervioso de índole histérica, un achaque que sobrevenía de forma repentina y suspendía la actividad corporal. Quien tenía la desdicha de padecer este extraño síndrome, corría serio riesgo de ser enterrado en vida.
_ Enterrada en vida, noooooo, Juan escúchame, te regalo mi lienzo, es tuyo, tuyo para siempre pero por el amor de Dios …
_ Bueno ya está, ahora yo soy el pintor de este cuadro, el maestro ha muerto tras una desgraciada caída, y su amante alumna, que nadie sabe, ni sabrá, que ambas cosas fue en vida, murió por el dolor de su pérdida.
_ Maldito seas por siempre Juan Pareja, ayúdame, estoy viva.
Cuando salió del taller creyó percibir un movimiento en la mano del cuerpo de la joven, corrió de nuevo a postrarse a su lado, de nuevo su rostro se hundió en su pecho.
_ Menos mal que te has dado cuenta de que sigo perteneciendo a este mundo-. Adujo ligeramente aliviada.
_ No, no respira aunque su pecho todavía está caliente-, dijo rozando con sus dedos la nívea piel de la alumna con un ápice de deseo-, es una pena que desaparezca tanta belleza.
_ Por favor Juan, ayúdame…- trató de llorar mientras Juan de Pareja abandonaba el cuarto pero las lágrimas no salían de sus párpados al igual que las palabras no salían de sus labios…- estoy viva…
Unos días después los dos cuerpos fueron enterrados. En un féretro, el más grande pintor que ha vivido, reposando sus manos tintadas sobre su pecho horadado por un pincel, en el otro túmulo, uñas vivas impregnadas de barnices y tizas arañaban la madera en un vano intento de continuar con vida. Una voz angustiada y angustiosa, y sin embargo ya resignada a su suerte, pronunció una amenaza a modo de maldición.
_ Mi cuerpo vivo, queda prisionero para siempre en esta tumba, mi alma muerta, vagará por años de misterio persiguiendo a un usurpador de lienzos.
Años de misterio transcurrieron, en efecto, algunos lugareños juraron oír voces de mujer cercanas al camposanto, pero las leyendas no detuvieron al mundo y transcurrió inexorable el tiempo, tanto es así que siglos después…

Siglos después, Marta, una preciosa guía del Museo del Prado enfundada en su uniforme azul marino se detuvo junto a un lienzo que reflejaba la muerte violenta, sobre la fría nieve, de dos amantes ardientes, y explicó al grupo de visitantes.
_ Este cuadro es del discípulo aventajado, parece de Velázquez y sin embargo no lo es, vean la firma, se trata de una de las primeras obras de Juan de Pareja, quien fue su esclavo, su sirviente y posteriormente su alumno.
_ Eso es incorrecto señorita-, dijo una mujer joven que se había mezclado con el grupo-, ese lienzo es obra de una mujer, Jerónima Guzmán, la única alumna del maestro y su amante por añadidura.
Marta quedó un tanto confundida por aquella misteriosa dama, parecía que se había caído del cuadro, envuelta en una pátina misteriosa, cual fantasma de épocas remotas, su aspecto era idéntico al de la protagonista de la obra pictórica que estaba explicando, vestido negro de generoso escote, ribete de encajes blancos, cabello moreno recogido en un rodete culminando en una diadema roja, discreto collar de tela blanca alrededor de la tersa piel del cuello…
_ Disculpe señora…
_ Señorita, señorita Jerónima Guzmán.
_ ¡Ah ya comprendo! ¿Entonces es usted la autora del cuadro?- Risas de fondo sucedieron a las palabras de la guía que dio por terminada la discusión y siguió explicando-. Observen el realismo del cuadro, la sangre sobre la nieve parece verdadera, todos los expertos del mundo del arte coinciden en comentar la fuerza de las manchas de sangre, parece de verdad sangre humana derramada en el lienzo.
Concluida la contemplación de la primera obra pictórica de Juan de Pareja, el grupo siguió la visita al museo mientras la misteriosa dama permanecía inmóvil frente al lienzo.
_ Claro que parece real, como que se trata de la sangre de Diego que salpicó el cuadro cuando le clavé el pincel en el pecho-. Afirmó en un susurro la extraña mujer.
_ ¿No viene con nosotros Jerónima?- Interrogó Marta.
_ No gracias, me quedo un rato más junto a la obra que me arrebataron justo antes de enterrarme con vida.
_ Vaya-, sonrió Marta al grupo con su encantadora belleza-, de pintora de cuadros en el siglo XVII ha pasado a creerse protagonista de un episodio de catalepsia propio de una novela de Edgar Allan Poe.
La mujer dentro de su halo espectral y misterioso hurgó con dedos temblorosos en su faltriquera; barniz y tiza en sus manos y de repente, entre los dedos pulgar e índice de su siniestra, apareció un pincel que en su día tornose daga y que debido a ello tenía tintes de tonos violáceos en su anverso.
_ Cuando los expertos del mundo del arte encuentren este objeto comprenderán la verdad-. Dijo dejando caer descuidadamente el pincel al suelo y dirigiéndose ya hacia la salida del museo. Apenas había dado tres o cuatro pasos cuando se volvió a mirar su único lienzo y susurró:
Y por cierto, no debí enfadarme tanto con el maestro, en el fondo Diego tenía razón, falta realismo al cuadro, ahora la sangre está perfecta, no obstante la nieve, bajo la sangre de Velázquez debería ser más blanca.

2 comentarios:

ANA MARÍA ARROYO dijo...

ME ENCANTA... TE LO HE DICHO MIL VECES.... ENHORABUENA!!!!

La profecía del silencio dijo...

Gracias Ana.
Estoy pensando en convertir este relato en una novela, ¿te atreves a escribirla conmigo a medias?
jajajajaj te dejo que te lo pienses tres segundos.