lunes, 25 de enero de 2010

CUENTO DE NAVIDAD

En la revista Vivir Valdemoro se ha publicado mi trabajo "Cuento de Navidad" en dos entregas, la primera en el mes de Diciembre y la segunda en el mes de Enero. Al publicarse por separado me da la sensación de que ha quedado un relato un tanto difuminado en el tiempo transcurrido entre una y otra publicación.
Lo pongo entero aquí para su más cómoda lectura y correcta comprensión.

Lo acompaño de una fotografía de mi ciudad natal, Teruel, nevado, en esta navidad, ha sido tomada de internet, no figuran derechos de autor, de lo contrario ruego me lo comuniquen y será retirada.


Cuento de Navidad (I parte)
Dos monedas de cobre


_ Alejandro cierra el ordenador y ponte ya a estudiar-. Exclamó el padre con excesiva ira para ser la primera vez que se lo decía.
_ Ya he terminado papá, pero ven, mira este correo que me han enviado, verás qué idea.
La cadena de tiendas de juguetes Imaginarium, la Fundación Antena 3 y la Asociación Mensajeros de la Paz han puesto en marcha una iniciativa sencilla que llenará de felicidad a muchos niños desfavorecidos esta navidad. Se saltó unas cuantas líneas, no tenía tiempo de leer toda la palabrería pero comprendió en que consistía el invento. Había que poner un juguete usado en una caja de zapatos, envolverla con papel de colores, poner si el objeto era para un niño o una niña y la edad recomendada para ese juguete y llevarla antes del día 14 de noviembre a la cadena de tiendas que organizaba el asunto para que desde allí, las organizaciones participantes, distribuyeran entre niños sin posibilidades los regalos. Al final del texto había una dirección de una página web www.imaginarium.es/navidad_solidaria
_ ¡Paparruchas!-. Exclamó su padre al terminar de leer el texto. Todo mentira, campañas de propaganda que no surte ningún efecto.
Mientras el padre leía y protestaba su hijo mayor había desaparecido por el pasillo en dirección a su habitación, al poco tiempo apareció con su hermano, dos cajas de zapatos y un rollo de papel de regalo. Guillermo, el pequeño, traía la Play, la Ds y varios juegos de ambas consolas.
_ Vamos a participar en la campaña pero tiene que ser muy deprisa, mañana termina el plazo.
Alejandro depositó su Playstation 3 y todos sus juegos en una caja, Guillermo hizo lo mismo con su Nintendo Ds y entre los dos, con manos inexpertas, envolvieron los regalos.
_ Toma papá, entrégalo mañana en las tiendas Imaginarium, es el último día, nosotros no podemos ir, tenemos que ir al colegio y además no sabemos donde están esas tiendas.
_ Paparruchas. Yo tampoco sé donde están y no puedo ir mañana, tengo una reunión importante a las 9,30 y las tiendas abrirán a las 10, además esto es todo mentira, los juguetes no llegan a los niños, se los quedan los aprovechados, ¿cómo vais a regalar las dos consolas y los juegos?, son vuestros juguetes favoritos, además, son muy caras, ¿sabéis cuánto me han costado?
_ Pues claro, no vamos a dar a otro niño algo roto que ya no sirve, le tenemos que regalar lo mejor que tengamos, no seas escriba, acuérdate de la viuda que echó en el arca de las ofrendas sus dos únicas monedas de cobre. (Marcos 12, 38-44) Por favor papá aplaza la reunión y lleva los regalos a la tienda, haremos felices a dos niños, que por la crisis, no tendrán juguetes esta navidad.
_ Está bien iré-, dijo el padre para quitarse de en medio a los críos- y ahora a estudiar, dejadme trabajar, debo preparar la reunión-. Los chavales se fueron contentos de su buena acción sin sospechar que su padre no tenía intención de retrasar sus asuntos por una simple “paparrucha”. Mañana les devolvería los juguetes alegando haber comprado unos nuevos y haberlos sustituido por los de las cajas, regalando los recién adquiridos para que ellos no quedaran sin sus tesoros.
Por la noche, ya todos dormían, cuando de repente se escuchó un estruendoso ruido y una luz iluminó el pasillo. Nadie pareció percatarse del suceso excepto él. Pensó que alguno de sus hijos se había levantado y veloz, como impulsado por un resorte, abandonó la cama y se dirigió a ver que ocurría. En el pasillo se encontró con un anciano decrépito que caminaba con dificultad apoyado en un bastón, su silueta estaba iluminada como si de un actor de teatro en plena escena se tratase. El cabello largo, canoso y despeinado caía en desordenadas guedejas por la frente, una larga perilla, también cana, daba aspecto de antigüedad a la imagen, aquél hombre parecía de otra época.
_ ¿Quién es usted, cómo ha entrado en mi casa?
_ Podría decirte que soy Ebenezer Scrooge o Jacob Marley, también que soy el espíritu de la navidad, pero a todo ello tú responderías: “paparruchas” así pues te diré que soy Charles Dickens y no me digas que estoy muerto, eso ya lo sé.
¿Estaría soñando? La absurda conversación con los niños y sus remordimientos le jugaban una mala pasada. Se frotó los párpados, pellizcó sus mejillas, sin embargo la aparición seguía allí.
_ Soy un fantasma, no me ahuyentarás sólo con restregar tus ojos, tendrás que escucharme.
_ Ya, y me llevarás a hacer un viaje por mis navidades pasadas, por las presentes y por las futuras, finalizando el viaje sobre el frío mármol de mi propia tumba, ¿no es así? ¡Paparruchas!
_ Casi aciertas pero no, te llevaré a las navidades presentes de tus hijos, eso será suficiente.

Cuento de Navidad (II parte)
Una Navidad, un niño, un libro
Título procedente de la campaña libro solidario de la ONG Ayuda a la Infancia


El cementerio estaba gris, desierto y silencioso. No daba miedo transitarlo a pesar de ser noche cerrada, más bien daba…. frío. Charles Dickens caminaba delante de él, era tan lento el anciano que le daba tiempo de ver los nombres de las lápidas, de repente leyó un nombre y se detuvo.
_ ¿Qué pasa?- Preguntó su misterioso acompañante.
_ Deberías saberlo ¿no eres una aparición fantasmal?- Respondió señalando la lápida-, es amigo mío, compañero de trabajo, mañana tenemos una reunión. No sabía que estuviera enfermo y tampoco nada de su fallecimiento, de hecho cuando me he acostado seguía vivo.
_ Cuando te has acostado, también tú estabas vivo-. Adujo el fantasma de Dickens.
_ ¿Qué quieres decir?- Interrogó, un tanto angustiado en esta ocasión.
_ Mira allí-, dijo señalando una tumba a cuyos pies había dos niños-, ahora lo comprenderás.
_ ¡Son mis hijos! ¿Qué hacen ahí? Al pie de una tumba en plena noche.
_ Es Nochebuena amigo, han venido a visitar a su padre. Es la primera Navidad que estás ausente-. Se acercó deprisa y trató de hablar con los chicos pero no lo logró-. Eres un mero espectador, no puedes participar de la representación, tan sólo ver y si lo deseas aprender de la experiencia, acaso ¿no recuerdas mi Cuento de Navidad?
_ ¿Cuándo he m... cuando fue mi m... cuando? Quiero decir que....
_ Quieres saber la fecha de tu muerte, la inscripción de la lápida te lo dirá-. Pasó entre sus hijos sin que llegaran a verse, junto a su túmulo, vio su nombre, su fecha de nacimiento y la otra...
_ ¿Mañana? No puede ser, estoy sano y fuerte como un roble, debe haber un error, ¿cómo voy a morir mañana? Te has equivocado Charles Dickens, fantasma o quien quiera que seas.
_ Escucha lo que dicen tus hijos, al final lo comprenderás-. Los niños hablaban entre ellos junto a la tumba, no le dio impresión de que estuvieran excesivamente apenados, más bien parecían decepcionados.
_ Papá era bueno-. Afirmaba el pequeño tratando de convencerse a sí mismo.
_ Sí lo era, pero en esta ocasión nos falló, nos mintió, privó a unos niños de su felicidad, nos arrebató la posibilidad de hacer una buena acción y además, murió-. Pensó el mayor en voz alta.
_ Y ¿por qué lo hizo si él era bueno?
_ Por una maldita reunión de trabajo, por dos horas de su tiempo, por la empresa, por dinero.
_ Si hubiera ido a la tienda a llevar nuestros regalos ¿seguiría vivo?
_ Sí, fue a las diez, durante la reunión, cuando el techo de la oficina se hundió y los aplastó a todos, si hubiera llevado nuestros juguetes a la tienda no le hubiera pillado el derrumbe.
_ Y ¿estará papá en el cielo ahora?
_ Supongo que sí, ¿no sientes su presencia? Es como si estuviera aquí, oyéndonos.
_ Estoy aquí y estoy escuchándolo todo hijos míos-, dijo aunque sabía que no le iban a oír. Los niños se fueron despacio con triste caminar, Dickens también comenzó a desplazarse fuera del cementerio, fuera de la pesadilla.
_ Se hundió el techo durante la reunión y nos aplastó, por eso he visto la tumba de mi compañero, por eso mañana es el último día de mi vida y mis hijos van a pasar sin mí la Navidad.
_ Lo peor no es eso amigo, lo peor es que en tu ultima acción les fallaste. Ellos tenían ilusión por ayudar a otros niños y no supiste complacerles.
De repente un lacerante sonido le despertó. La alarma del reloj, las siete, hora de levantarse.
_ Todo ha sido un mal sueño producto de la tonta discusión con los chicos, ¿cómo va a venir el fantasma de Dickens a advertirme que hoy voy a morir? ¡Bah, paparruchas!- Cogió las cajas que contenían los objetos más apreciados por sus hijos y las puso en el coche, seguiría su plan. Y sin embargo, sorteando el tráfico, cambió de idea, al pasar frente a una librería vio un libro anunciado, Canción de Navidad Dickens. De inmediato hizo una llamada a su secretaria.
_ María aplace la reunión de esta mañana, convóquela para esta tarde, y avise a mantenimiento de que revisen el techo de la sala, creo que esta muy deteriorado.
Detuvo el vehículo junto a la librería, “el que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo” Lucas 3: 11. Compró todos los ejemplares que tenían del texto de Dickens, luego fue a la tienda donde se depositaban los regalos de la campaña para niños desfavorecidos. Entregó las dos cajas de sus hijos, luego, preparó cincuenta cajas, puso un ejemplar del libro en cada una y en la primera página de cada libro puso un billete de 50 euros. Salió de la tienda, hacía un día magnífico, por la tarde al llegar a la oficina le informaron de que mantenimiento había reparado unos defectos en los techos de todo el recinto, tras la reunión se fue a casa y de inmediato se fue a abrazar a sus hijos. Estaba vivo y ellos felices.
_ Chicos vuestros regalos se han entregado dentro del plazo, yo he añadido otros obsequios más, vuestra buena acción merece un premio, mañana iremos a comprar otros juguetes que sustituyan a los entregados-. El chaval mayor dio un discreto codazo al pequeño que para el padre, pasó desapercibido, al poco tiempo mientras los dos reían Alejandro decía a su hermano-. Lo ves Guille, papá anoche tuvo la misma pesadilla que nosotros. Sabía que no estaba equivocado.










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