miércoles, 5 de mayo de 2010

Capítulo IV: Quien calla otorga.


Os dejo el capítulo IV de La profecía....
Es un poco largo, en el comienzo de la novela he querido dar un ritmo lento de lectura a los capítulos que transcurren en la actualidad y esta era una forma de lograrlo, en este pedacito podéis leer una entrevista de índole laboral que puede resultar divertida y que no está tan lejana a la realidad com puede parecer en principio.
La cita de inico del capítulo es de Eduardo Mendoza y uno de los libros de este autor que más me gustó, "Una comedia ligera"

La fotografía es de Charo Hernandez, amiga y compañera del Colectivo Toc Arte, esta foto es una de mis favoritas desde que la vi, espero que os guste.






A las personas normales les gusta soñar que viven en una casa de dos plantas, con porche, garaje y jardín. También les gusta soñar que no se llaman Pérez ni García sino un nombre extranjero: Creen que ese nombre los transportará lejos de su trabajo, de su casa, de su familia, de todo lo que no soportan. Las personas viven dentro de una película continua que se proyecta en el interior de sus cabezas; de cuando en cuando han de interrumpir la proyección y tomar contacto con la realidad, pero luego vuelven a apagar las luces y a sumergirse en la película que ellos mismos van escribiendo, dirigiendo y protagonizando.
Eduardo Mendoza. “Una comedia ligera”


CAPITULO IV
Quien calla otorga
(11- 11- 1999)

El silencio siempre profetiza, augura acontecimientos, advierte que determinadas situaciones van a llegar, que algo va a suceder. El silencio persistente puede vaticinar miedo, significar sorpresa, adivinar angustias, manifestar paz, pronosticar muertes. Bien conocido y verídico es el dicho que certifica: quien calla otorga; irrefutable y sabido es que el silencio no significa alegría y también conocido es que no existe lugar donde el silencio sea tan perceptible como en un cementerio lleno de tumbas calladas.
Silencio absoluto guardó Dioni durante muchos días pues nada tenía que decir, y así, callando, otorgó. El nuevo sistema de seguridad por él proyectado y cuya previsión de iniciación suponía un plazo de una semana, según sus propios presagios, todavía no se había completado y por tanto no había tenido comienzo incluso habiendo transcurrido ya con creces el tiempo estipulado.
Habían adquirido el escáner, y gracias a la pericia, eficacia y buena voluntad de los vigilantes, se revisaban en dicho artilugio no sólo el correo y la paquetería entrante, además se examinaban los equipajes de mano de los visitantes ajenos a la empresa propietaria del edificio, sin embargo quedaba pendiente lo más importante, faltaban aún por incorporarse al equipo los vigilantes de seguridad sin arma del control de accesos del garaje y los dos escoltas del presidente. Por otra parte, de los cuatro vigilantes antiguos del antiguo servicio de seguridad del edificio, tres habían sido trasladados, relevados de sus puestos de trabajo e inmediatamente substituidos por otros tres nuevos, buenos chavales, buenos trabajadores, aunque muy pelotas con el jefe de seguridad, con Dionisio, con quien de un modo u otro estaban emparentados, vinculados con anterioridad y en consecuencia muy unidos. Tenían una relación de afinidad excesiva.
Sólo Rafael permanecía de servicio todavía en el edificio, el único superviviente, el único miembro del anterior equipo a quien se había respetado y mantenido, el único a quien se le había permitido quedarse, aunque en realidad su situación distaba mucho de ser semejante a la experimentada con anterioridad o de ser cómoda, en absoluto lo era a pesar de ser él el más veterano. El nuevo jefe de equipo, quien por cierto también se hallaba recién incorporado a la plantilla, hombre de confianza y amigo intimo de Dionisio, parecía haber llegado con el objetivo de hacerle la vida imposible, amargarle la existencia a su veterano compañero.
Y para muestra un botón, como demostración, en aquél preciso instante le estaba regalando una bronca monumental por una estupidez, por una nimiedad carente de importancia.
_ ¿Qué haces Rafael?- se percibió aquel grito histérico desde fuera del cristal blindado de la garita de seguridad-, has permitido el acceso al edificio a una persona sin que mostrara su identificación.
_ Lo sé- respondió con su calma habitual el interpelado y sus frases no se distinguían desde el exterior pues en ningún momento alzó la voz-, conozco a ese señor, se llama Mariano, Mariano Martín para mayor información y lleva trabajando aquí quince años; a estas alturas y en mi modesta opinión, no es necesario solicitarle ningún tipo de identificación, no es coherente, no causa ningún riesgo a la seguridad del recinto y además para él podría significar un ludibrio.
_ Tus opiniones no cuentan para nada, nadie las ha pedido, por tanto te las guardas para ti- respondió el jefe de equipo quien por cierto ignoraba el significado de la última palabra utilizada por su compañero aunque lo intuía, su ignorancia y también su ira le indujeron a mantener el tono de voz excesivamente elevado-, las órdenes son claras y concisas, todos los trabajadores deben llevar en lugar visible la tarjeta que les acredita como empleados de este edificio, todos los trabajadores sin excepción.
_ Pues lo siento mucho pero yo sólo identificaré a quienes no conozca por que si los conozco ya los tengo identificados, cualquier otra actuación supone una pérdida de tiempo y obcecarse en soliviantar al personal de la casa en contra nuestra.
_ Muy bien, ya sabemos que harás tú, ahora te diré lo que haré yo, redactaré un informe detallando tu actitud y tus intenciones poniéndolo en conocimiento de tus superiores, serás sancionado y de paso aprovecharé para comentar la voluntaria disminución en tu rendimiento desde mi llegada a este centro.
_ Haga usted lo que estime conveniente, yo tengo mi conciencia tranquila y por lo tanto nada tengo que temer-, en ese momento, en el punto más álgido de la discusión, cuando las amenazas ya se fraguaban y se intuían, se produjo la llamada urgente en la puerta principal de Dionisio, Rafael abrió y miró a su jefe de equipo añadiendo- ¿qué? ¿Le pido la tarjeta de empleado a éste también?
No hubo respuesta ni afirmativa ni negativa, tan sólo silencio tenso que permaneció flotando un tiempo, el jefe de equipo abandonó la garita de control para salir al encuentro del jefe de seguridad.
_ Buenos días Dionisio-, saludó con exceso de cordialidad y abuso manifiesto de confianza.
_ Hola buenos días Carlos, me alegro de encontrarte aquí, ven conmigo al despacho por favor, tenemos tarea.
Rafael les vio marchar por el pasillo caminando a buen ritmo, ¡qué curioso!, a él no le había saludado Dionisio, el detalle provocó una sonrisa amarga en el rostro del vigilante y una mirada de reproche. Iban ya a desaparecer engullidos por la oscuridad distante del corredor, el envés de la gabardina beige de Pierre Cardin flameaba al viento con los movimientos de su propietario dándole aspecto de advenedizo. A su compañero el uniforme le sentaba francamente mal, los pantalones, demasiado grandes, formaban pliegues amplios simulando un gran acordeón, y la guerrera, demasiado pequeña, apretaba y acentuaba su barriga prominente; o quizá el uniforme era perfecto y el imperfecto era Carlos, quien tenía el cuerpo muy grueso y las piernas muy cortas; era patizambo, juntaba en exceso las rodillas al andar, pero lo peor se encontraba más al norte, sobre sus hombros caídos, donde había una capa de caspa blanca como la nieve que resaltaba sobre el color negro del uniforme. El vigilante era alto, bastante más alto que Dioni y debido a esa altura sus movimientos eran torpes, parecía que en uno de sus desmañados gestos podía perder el equilibrio y caer encima de Dionisio aplastándolo con su envergadura, en verdad aquel dúo era raro, formaban una extraña pareja, algo así como el gordo y el flaco, o eso al menos pensó Rafael en voz alta mientras sus dedos nerviosos rascaban el mentón mal rasurado.
_ Extraña pareja, pero que muy extraña-, dijo Rafa hablando solo y pasando ya a ocuparse de otro asunto.
_ ¿Qué tal te van las cosas con ese pájaro?- preguntó Dionisio a su hombre de confianza haciendo referencia a su relación con Rafael.
_ Bien, todo transcurre según lo previsto, pero debo reconocer un detalle, tiene más calma de lo estimado en principio.
_ ¡Dale caña!, no puedo despedirle, ni siquiera trasladarle lejos de mi vista, le resulta simpático a don Alberto, así pues, deberás amargar su existencia para que abandone el barco y se vaya él por propia iniciativa.
_ Pues no será tarea fácil, te repito que tiene más paciencia que el santo Job.
_ Entonces colma el vaso y vierte la gota que derrame esa paciencia y desate su ira, hazle trabajar más noches que a nadie, más fines de semana y días festivos que a ningún otro compañero, si necesita vacaciones en agosto se las das en septiembre, que tenga servicio de noche los días de Nochebuena y Nochevieja, que sufra continuos cambios de turno, días - noches, días - noches constantemente y así no sepa en qué hora vive, si es hora de desayunar o de cenar, que dude entre si se acuesta o por el contrario se levanta, que no tenga más opción que pedir la liquidación o el traslado a otro servicio.
_ Eso es exactamente lo que estoy haciendo, y no sólo eso, además cada error que comete, aunque son bien escasos debo añadir, y por insignificante que resulte, informo a los inspectores de nuestra empresa y propongo castigos ejemplares y sanciones, pero vuelvo a repetir, tiene más aguante del estimado, tiene un sosiego especial, no se altera, no pierde los papeles, cualquier otro en sus mismas circunstancias ya habría explotado, y él no, al contrario, se muestra seguro de sí mismo y sarcástico en sus comentarios, parece mofarse de cada bronca que le echo.
_ Bueno, olvidémonos de él por unos momentos, voy a presentarte a don Javier, es el inspector de calidad de esta empresa, su misión es controlar a las contratas externas y actualmente sólo tenemos dos, la de limpieza y la de seguridad, por tanto el cincuenta por ciento de su ocupación consiste en controlar que hagáis bien vuestro trabajo.
_ De acuerdo, vamos a conocerle, ¿qué tal tipo es?
_ Bueno, digamos que le tengo de mi parte, pero de vez en cuando tiene que dar alguna queja, algún tirón de orejas, ya sabes, para justificar su sueldo principalmente; en ocasiones les toca la china a los de limpieza, en otros casos nos toca a los de seguridad, pero no te preocupes, esa circunstancia también podemos aprovecharla y hacer de él un aliado.
_ ¿Sí?- interrogó confuso el jefe del equipo de seguridad-, y ¿cómo podemos aprovecharnos de los informes desfavorables del inspector de calidad?
_ Elemental querido Carlos-, respondió Dioni con guasa-, si hay alguna pifia se la adjudicamos a nuestro querido compañero y no obstante amigo Rafael Pizarro, y así, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, le facilitamos su salida de nuestro edificio y de nuestras vidas-, se detuvo Dionisio ante una puerta relativamente cercana a su propio despacho-, es aquí-, comunicó a su hombre de confianza- y añadió-, espera un momento.
Se quitó la gabardina emulando a Humprey Bogart en Casablanca, la dobló cuidadosamente sobre su antebrazo izquierdo, llevaba un pantalón gris recién planchado con un cinturón negro de hebilla muy brillante, un chaleco también gris con algún discreto adorno blanco; las tres prendas eran de Giorgio Armani, además vestía una camisa rosa, marca Lacostte, ¡claro!, con los botones de los puños desabrochados y el extremo de las mangas vuelto hacia arriba en una sola doblez; no llevaba corbata pero sí un elegante fular anudado al cuello. Tras comprobar que ninguna arruga inoportuna estropeaba su impecable vestuario, introdujo la mano diestra en un bolsillo de la gabardina y sacó un pequeño frasco de perfume.
_ Eternity, de Calvin Clain-, instruyó a su acompañante-, es importante cautivar todos los sentidos de quienes te rodean, ¿quieres ponerte tú un poco?- Añadió tendiéndole el frasco a su hombre de confianza.
_ No, no, no suelo usar perfumes, además, si entramos al despacho del inspector de calidad oliendo los dos a la misma colonia puede pensar que acabamos de hacer el amor en el cuarto de baño y que formamos una de esas parejas de hecho.
_ Tienes razón, no lo había pensado-, añadió Dionisio entre risas.
Guardó la diminuta redoma y una vez liberada su mano del recipiente llamó a la puerta del despacho del inspector de calidad golpeándola con sus nudillos, sin aguardar respuesta la empujó y asomando su cabeza por la pequeña apertura interrogó.
_ Javier, ¿tienes un minuto?, quiero presentarte a uno de mis colaboradores.
_ Sí Dioni, pasa, ¡qué casualidad!, precisamente en este instante iba a ir a verte a tu despacho.
La expresión de hilaridad desapareció repentinamente del rostro de Dionisio mientras accedía al interior de la oficina.
_ ¿Ibas a buscarme al despacho?, ¿qué ocurre, hay algún problema?
_ Pues para ser sinceros, sí, hay problemas, pero siéntate y dime ¿a quién quieres presentarme?
_ ¡Ah sí!- exclamó Dioni quien ya se había olvidado de Carlos y del objeto de su visita-, mira, éste es Carlos, el jefe del equipo de seguridad y mi persona de confianza, Carlos te presento a don Javier, inspector de calidad de la empresa.
Estrecharon sus manos, sonrieron a la par, uno con sonrisa de león rey de la selva orgulloso de serlo, otro con una mueca de conejo asustado temeroso de ser comido; murmuraron alguna frase arquetípica cargada de cortesía y quizá de un ápice de hipocresía, algo del tipo: “encantado de conocerte” o “es un verdadero placer, no hombre no, el placer es mío, bueno en todo caso es recíproco y bla bla bla”; luego el rey de la selva se sentó frente al conejo y la hiena y comenzó la conversación.
_ Perfecto, vuestra visita es justo lo que necesitaba, sentaos por favor-, tomaron asiento alrededor de una mesa redonda de reuniones donde ya estaba ubicado el superior, Don Javier puso ante ellos unos documentos y sin llegar a leerlos informó-, tienes problemas Dionisio, voy a presentar este dossier al consejo de administración, se trata, como podrás suponer, de un informe negativo.
_ Lo intuía, pero dime, ¿cuál es el problema?
_ Como puedes comprobar en el expediente el primer punto trata del cambio del plan de protección, el presidente informó al consejo de que el tiempo estimado para completar el trueque sería como máximo de una semana, el consejo de administración concedió diez días en previsión de posibles y comprensibles complicaciones, se ha duplicado ese plazo, se ha sobrepasado la estimación inicial con creces y falta aún la incorporación de los vigilantes del garaje y de los escoltas de don Alberto y de su familia.
_ Sí eso es cierto-, arguyó Dionisio-, no obstante el servicio del edificio está cubierto, el puesto del garaje lo cubren los vigilantes libres de servicio haciendo horas extraordinarias.
_ Exacto, ese es el segundo punto del documento, exceso de horas de trabajo en el personal de seguridad, ausencia total de días de descanso en un plazo de tres semanas, los vigilantes no son máquinas, son hombres y acusan el cansancio, y como tú mismo has mencionado con acierto en alguna ocasión: “un vigilante cansado es un peligro potencial para el edificio”.
_ Estoy de acuerdo pero ese asunto está solucionado, o si lo prefieres en vías de solución, mañana mismo voy a entrevistar a las seis personas preseleccionadas para cubrir todos los puestos.
_ Me parece muy bien-, adujo don Javier sin convicción ni entusiasmo-, pero supongamos que alguno de los entrevistados resultara no ser aceptado, vamos que no superase la entrevista, tendríamos otro paréntesis abierto, al menos quince días más para buscar sustitutos. Carecemos de ese tiempo.
_ No tiene por que ocurrir, ninguno va a resultar no apto para el puesto, la tarea del garaje, como ya sabes, no es excesivamente exigente ni requiere un gran nivel intelectual, no es necesaria una gran preparación, dudo que surjan problemas para cubrir esos puestos. Además debo confesarte que casi todos están admitidos por anticipado, son personas a las cuales ya conozco y en las cuales confío, la demora se ha ocasionado porque estaban trabajando en otras empresas ajenas a nuestra contrata y ha sido necesario poner en orden sus nuevos contratos, ya sabes, papeleo y formalidades.
_ Aun así ha transcurrido mucho tiempo, don Alberto ha quedado en evidencia ante el consejo y tú sabes que no todos sus integrantes son partidarios de su gestión-, hizo una pausa midiendo durante el transcurso de ella el efecto causado por las palabras que acababa de pronunciar y más tarde prosiguió-, el tercer punto del dossier es el más amplio de todos, en él constan todas las quejas de los empleados. Dos folios completos, más de treinta personas distintas han sufrido complicaciones derivadas del nuevo sistema de seguridad, más de sesenta protestas de mayor o menor índole, cuatro quejas diarias desde que la nueva organización está funcionando, esto no puede seguir así, no podemos declarar la guerra a los trabajadores.
_ Perdóname Javier pero tú sabes como funciona esto, un buen sistema de protección con el oportuno grado de estrictez, conlleva ciertas molestias-, dijo Dionisio con mucha calma, y su calma pareció provocar la ira del inspector de calidad.
_ ¿Molestias dices?, se han causado retrasos a los obreros, ha quedado trabajo sin realizar por causa del estricto servicio de seguridad, pedidos que salen con retraso o con deficiencias o con ambas cosas a la vez, clientes insatisfechos... todo eso no son “ciertas molestias” son graves problemas, quizá el grado de estrictez del que hablas no sea el adecuado.
_ No puedo creer que los vigilantes sean la causa de esos problemas, ellos sólo ejecutan las órdenes que yo les transmito y que el consejo de administración conoce y aprueba.
_ A las ocho en punto el personal de seguridad da por finalizado el horario del edificio y expulsan al personal de sus puestos de trabajo hayan finalizado su tarea o no; además, si alguien viene a trabajar fuera del horario habitual necesita una autorización del responsable de su departamento o no le permiten entrar, incluso si tiene autorización y accede a su oficina no se le permite el acceso a otros departamentos de la empresa, ni siquiera se le autoriza a acceder al servicio de reprografía a hacer unas tristes fotocopias.
_ Si no tiene autorización del responsable del departamento de reprografía no puede entrar, los vigilantes hacen bien su trabajo.
_ Hay un término cuya existencia los vigilantes ignoran, se llama flexibilidad.
_ Hay otro término cuya existencia los trabajadores de esta casa desconocen, se llama paciencia. Se trata de organizarse y efectuar su tarea dentro del horario habitual, y si por una casualidad necesitan permanecer fuera de ese horario en el edificio tenerlo previsto y gestionar los oportunos permisos que a nadie se le niegan. Esos son los tres términos correctos: paciencia, organización y previsión. La flexibilidad no es necesaria, por el contrario, cualquier mínima ductilidad sería perjudicial y peligrosa.
_ Son demasiado estrictos, excesivamente rigurosos Dionisio y su actuación causa problemas-. Javier quería zanjar ya la cuestión, pero Dionisio no estaba dispuesto a ello.
_ El problema lo causaban los vigilantes anteriores, llevaban muchos año de servicio aquí, eran demasiado blandos y permisivos, los nuevos lo hacen de forma correcta y la diferencia abismal entre una actuación y otra sorprende a nuestros empleados, pero ya se habituarán.
_ No sé si se acostumbrarán o no, pero de momento sus quejas van a llegar al consejo de administración.
_ Estoy de acuerdo, que el consejo decida si prefiere la comodidad de los asalariados o la seguridad del colectivo en general y de los ejecutivos en particular, que elijan si quieren tener vigilantes de seguridad o hermanitas de la caridad-. Ambos asintieron con gesto grave, la discusión había subido de tono en exceso, entonces Dioni conciliador y curioso a la par, introdujo una pregunta-. Oye, por cierto y sólo por curiosidad, ¿cuántas quejas de las recibidas afectan a Rafael Pizarro, el vigilante más antiguo en el centro?
_ Ninguna, él es el único que no está involucrado en ninguna, absolutamente ningún incidente ha tenido lugar en sus turnos, según parece es el único que no provoca altercados.
_ Claro, lo suponía, es lógico no causa molestias porque no cumple correctamente con su trabajo, esa circunstancia también la deberías poner en conocimiento del consejo de administración.
_ Lo siento, ése no es mi cometido Dioni, es el tuyo; yo presento un informe general, englobando en él al colectivo de seguridad en su totalidad, desde el vigilante más novel hasta el jefe de seguridad, algo impersonal; personalizar, poner nombre a los errores, proporcionar cabezas de turco, arreglar la pieza estropeada es asunto tuyo; yo detecto el problema, emito un diagnóstico, tú aportas la solución.
_ La solución es evidente, despedir a Rafael Pizarro, pero por desgracia no está entre mis posibilidades.
_ Tampoco está en mi mano ese tema y tú lo sabes. Además, ese muchacho goza de la simpatía de muchas personas de esta empresa, y entre su nutrido club de admiradores está incluido el presidente.
Hubo un largo silencio, la discusión parecía agotada, el inspector de calidad no tenía más argumentos que añadir a lo ya mencionado, a Dioni sí le quedaban ideas en el tintero, pero como su esfuerzo estaba llamado a resultar baldío y ante perspectivas tan poco halagüeñas, prefirió, después de una breve meditación, no echar más leña al fuego, decidió dejar las cosas como estaban, en cualquier caso no deseaba enfrentamientos innecesarios con sus superiores. Don Javier cerró la carpeta, quedó guardado en su interior el informe causante de la controversia, y mirando al jefe de equipo de vigilancia, que tras la presentación inicial había permanecido callado, dijo:
_ Bueno, y cambiando de tercio, ¿cómo te desenvuelves tú por aquí, Carlos?
_ Bien, con las lógicas dificultades de todos los comienzos pero en general bien, por ahora el objetivo primordial es poner nombres a los rostros, ubicar a los rostros en los despachos, conocer a todos los empleados de la casa y que ellos me conozcan a mí.
_ ¿Cuál es tu opinión sobre el trabajo en el edificio?
_ No parece difícil, no hay demasiado movimiento de personas ajenas a la empresa, por tanto con unos mínimos medios técnicos y un personal capacitado se puede controlar; una vez cerrado el edificio se convierte en un búnker inexpugnable, entonces con un solo vigilante y el circuito cerrado de televisión se puede garantizar la seguridad del recinto, el único problema estriba en determinar en que momento podemos considerar el edificio cerrado y reducir el aspecto humano al mínimo exponente, de ahí la importancia de las autorizaciones para permanecer en el edificio a deshoras, si conocemos esas eventualidades podemos adecuar los horarios y la operativa a esa determinada necesidad.
_ El discípulo aventajado está bien aleccionado-, pensó don Javier y sin embargo dijo-, bueno, pues espero que todo resulte tan sencillo como vosotros lo prevéis y que tu estancia en nuestra empresa sea agradable y positiva para todos.
_ Gracias don Javier-, dijo Carlos, se puso en pie, de nuevo estrechó la mano del inspector de calidad y se dispuso a abandonar el despacho.
_ Bueno yo también me marcho si no deseas nada más-, añadió Dionisio poniéndose también en pie.
_ No, nada más Dioni, tan sólo darte un consejo si me lo permites, no te obceques en el asunto de Rafael y dedica tus esfuerzos a resolver el resto de contingencias.
_ Los consejos siempre son bien venidos-, Dionisio se mostró diplomático sin aclarar si seguiría el consejo o no, pero aceptándolo-, gracias Javier, hasta luego-, se despidió el jefe de seguridad con elegancia.
Salieron del despacho y dirigieron sus pasos a la oficina de Dionisio, por el camino el vigilante no pudo contener sus impulsos y exteriorizó una idea que le quemaba el cerebro.
_ Dioni, nos conocemos desde que íbamos juntos al colegio en pantalón corto, y la verdad, no entiendo muy bien lo que pretendes, ese chico, Rafael Pizarro, hace bien su trabajo, agiliza los trámites y es flexible pero sin afectar de forma negativa al dispositivo de seguridad, además, por lo que puedo apreciar cae bien a la gente, los trabajadores, los ejecutivos, hasta el propio don Alberto lo aprecian. Entonces ¿por qué prescindir de él? ¡No causa problemas! Podemos utilizarlo en lugar de eliminarlo.
La mirada de Dionisio a su hombre de confianza fue de esas que no matan pero hieren de muerte, de las que te hacen comprender de inmediato que has metido el cuezo y que calladito estás más guapo, las palabras que sucedieron a la mirada confirmaron sus profecías.
_ Carlitos, C a r l i t o s-, arrastró las ocho letras de su nombre en diminutivo con un susurró, el aire apenas escapaba entre sus dientes que dibujaban una sonrisa propia del marrajo de entrevías que era en realidad; tras un breve silencio continuó hablando ya sin sonreír pero sin elevar el tono de su voz-, hay que echarle como sea, te lo puedo decir más alto, gritando incluso, traducido al arameo, en prosa o en verso si lo prefieres, pero no creo que sea necesario porque ya está suficientemente claro-, volvió a sonreír para formular la pregunta-, ¿o no lo está?
_ Sí, está claro-, contestó el jefe de equipo bajando la mirada para esquivar las pupilas incandescentes de Dionisio, sin poder mantener el desafío duro y gélido que emanaba de aquellos globos oculares que al menos en apariencia estaban al borde del estallido. Una vez dentro del refugio de su propio despacho Dioni continuó con su prédica informativa.
_ Ese Rafael es un listillo, un enterao, un sabiondo, cae bien a la gente, lo sé, y tiene contactos importantes dentro de la empresa, amistades peligrosas, también lo sé, por eso resulta más alarmante su presencia y se hace más necesario todavía acabar con él, si se va hoy mejor que si espera a mañana; y sobre todo, Carlitos, noto en tus palabras cierto ablandamiento, para ser sincero no me sorprende, porque además de listillo, enterao y sabiondo, es un espabilado y un ablanda brevas, no quiero que te resulte simpático, ni quiero que te inspire compasión, debes aborrecerle con todas tus fuerzas, y, para estimular esa aversión te facilitaré una información confidencial, don Alberto le propuso a él como jefe de equipo antes de tu llegada, me pidió que le nombrara responsable de este centro, por lo tanto ve con pies de plomo, tendrás tu puesto de trabajo más garantizado cuando se vaya.
El malévolo comentario final, además de zaherir estimuló los pensamientos de Carlos, aquél no era el único trabajo del mundo ni su última expectativa laboral, además él era válido para otros servicios y otros puestos, pero allí, junto a su amigo del alma, la vida sería más cómoda que en cualquier otro lugar; no se veía capaz de odiar a Rafael, pero cuando menos ya no le resultaba simpático.
_ ¿Qué turno tiene ese pájaro este próximo fin de semana?- interrogó Dioni sacando a Carlos de sus divagaciones.
_ Está libre, tiene tres días de descanso y merecido, lleva al menos veinticinco días sin librar.
_ Pues ya se los estás quitando, ponle turno de noche viernes sábado y domingo, que libre el lunes y el martes a trabajar de mañana. Así, con treinta y seis horas extras de servicio tiene tiempo para valorar su situación y recapacitar sobre si le interesa seguir con nosotros o marcharse. El fin de semana se lo das libre a Vicente, le veo muy cansado últimamente.
_ Todos están demasiado cansados y en ese todos se incluye también a Rafael, además Vicente tuvo descanso el último fin de semana.
_ Pues mejor, que se dé cuenta de la injusticia, me da lo mismo si está cansado agotado o laxo, ¡qué se canse!, o mejor aún qué se agote y qué se vaya, ¡ah!, por cierto, coméntale que se abstenga de mencionar nada sobre fantasmas a los nuevos vigilantes y tampoco a los ejecutivos, ni mucho menos al presidente, aquí el único fantasma existente es él.
_ Se lo diré, pero no sé si me obedecerá, le gusta mucho hablar de esos temas, sobre todo cuando está en compañía de Eva López.
_ ¡Vaya!-, exclamó Dioni con visible disgusto-, ya salió de nuevo la aspirante a escritora. Esa secretaria era muy amiga del vigilante fallecido, tampoco nos conviene, aborrécela también a ella, pero con discreción, suele quedarse a trabajar por las noches, no estaría de más, de vez en cuando, extraviar sus autorizaciones, que se vea obligada a irse sin terminar sus tareas. ¿Comprendes lo que quiero decir?
_ Sí, que las tire a la papelera según lleguen a mis manos.
_ Exacto, pero no todas, por el momento una de cada tres será suficiente, incluso con un poco de habilidad el desacierto se lo podemos imputar a ese truhán de Rafael. Bueno Carlitos-, se empecinaba en usar el diminutivo nada cariñoso de su nombre-, yo me marcho, debo atender un asunto en el exterior, en mi ausencia quiero que te cojas el teléfono y llames a todos los vigilantes que debíamos recibir mañana. Si pueden venir esta tarde para realizar la entrevista que vengan y te encargas tú de hacer las pruebas para que así puedan entrar mañana mismo de servicio; conque vinieran dos sería suficiente para cubrir los turnos del jueves y del viernes, el resto se incorporarían a partir del lunes y tendríamos el problema resuelto.
_ Y, ¿no vamos a hacer nada con respecto al informe negativo del Inspector de Calidad?, no sé, un contra informe o algo así.
_ ¿Contra informe?, tú consigue un tío para mañana pónmelo en la puerta del garaje vestido de uniforme a las siete de la mañana y olvídate de todo lo demás, si lo consigues Javier se puede hacer con su dossier el filtro para un porro si le apetece.
Dionisio cogió unos portafolios de un cajón de su mesa, lo introdujo en un elegante maletín oscuro, lo cerró, se puso la gabardina y con celeridad se dirigió a la puerta.
_ El despacho es tuyo, estás en tu casa, usa el teléfono, el fax, utiliza el ordenador, haz lo que te dé la real gana, pero resuélveme el asunto antes de irte. Si hay algo importante me llamas al móvil, ¿de acuerdo?- y sin aguardar respuesta salió diciendo-, hasta mañana.
La puerta se cerró, Carlos abrió una agenda y descolgó el auricular del teléfono, fue entonces cuando la puerta volvió a abrirse de improviso.
_ No te olvides de hablar con el listillo, es muy importante, no quiero oír nada más sobre el tema de los fantasmas-, era de Dionisio la cabeza que asomaba por el pequeño hueco de la puerta, pero de inmediato volvió a desaparecer del mismo modo impetuoso y brusco con el que había aparecido.
_ ¡Fantasmas!, es tremendo, vaya tontería, ¿quién cree en fantasmas hoy en día?, estamos a las puertas del siglo XXI-, exclamó Carlos mientras marcaba el primer número de teléfono.
Sonaba en la radio del equipo de high fidelity marca Panasonic una antigua canción de la Electric Light Orchestra titulada Don´t bring me down. Carlos pensaba en el año en el cual estuvo de moda aquel disco, la canción era del long play Discovery, 1985 si no fallaba su memoria. Reflexionaba también sobre otro detalle, en ningún otro centro de trabajo podría tener aquellos momentos de asueto y esparcimiento; un cómodo sillón, nada de trabajo por hacer, teléfono a su disposición, ordenador con todos sus accesorios incluyendo acceso a internet, buena música en un equipo de calidad, en aquel instante tan sólo le faltaba una guapa secretaria a sus órdenes que diligente le trajera un buen café o le buscara en el diccionario el significado de la palabra ludibrio. Debía esforzarse al máximo en conservar su actual puesto y categoría en aquel centro de trabajo, era de lo mejor que se podía conseguir dentro del sector de la seguridad privada.
El timbre del teléfono turbó la calma que disfrutaba, dudó, no sabía si era correcto contestar o no, al fin y al cabo no se encontraba en su despacho sino en el de Dioni, pero ¡qué demonios! Él era el jefe de equipo, un puesto de responsabilidad e importancia, y también era el hombre de confianza, el número dos, la mano derecha del jefe de seguridad, por eso se encontraba en su despacho y en su ausencia él era el dueño y señor del castillo.
_ Departamento de seguridad, dígame-, contestó con tono grave y voz que emulaba a la de Constantino Romero presentando algún concurso televisivo.
_ Dame buenas noticias-. Dionisio telefoneó a su propio despacho a media tarde sabiendo que hallaría en el mismo a su acólito y espetó aquellas tres palabras sin mediar otro saludo, sin decir buenas tardes, ni hola soy yo, ni Carlos ¿eres tú?
_ No sé si tengo buenas noticias para darte-, contestó Carlos reconociendo la voz de su amo y señor y sin necesitar zalemas previas.
_ Pues en ese caso cuéntame las novedades y procura que al menos no sean malas noticias.
_ He localizado a tres de las seis personas pendientes de entrevista, ya he realizado las pruebas a dos de ellos, excepto la falta de experiencia en puesto similar no encuentro inconvenientes a su inmediata incorporación, al tercero en discordia lo estoy esperando, llegará en diez minutos si es puntual.
_ Pero Carlitos eso son muy buenas noticias-, dijo Dionisio sin dejar finalizar el discurso a su ayudante-, es estupendo, nuestros problemas están resueltos.
_ No, no lo creas, las dos personas ya entrevistadas y admitidas están dispuestos a empezar mañana mismo, pero se trata de los escoltas de don Alberto, para el garaje no tenemos a nadie todavía, a no ser que el siguiente en venir supere las pruebas y no tenga inconveniente en comenzar mañana; de todos modos, en ese supuesto, solamente tendríamos medio día cubierto, necesitaríamos a otra persona más.
_ ¿Has dejado recado a los otros tres?
_ Sí, les he dejado mensaje en el contestador y además insisto en las llamadas cada treinta minutos, sin embargo no obtengo respuestas. A medida que el tiempo transcurre se reducen las posibilidades, deberían ir a la sastrería a por el uniforme, firmar el contrato, ir a la oficina de empleo a registrarlo, burocracia, papeleo, mamoneo, no hay tiempo material, mañana no pueden comenzar la prestación del servicio-. En la voz de Carlos había un reducto de angustia.
_ ¡Vale, tranquilo! No te preocupes, lo estás haciendo muy bien, llama a los dos escoltas, los quiero mañana a las nueve de la mañana en la puerta del despacho de don Alberto, que lleven traje oscuro, camisa clara y corbata lisa, sin dibujos chabacanos ni colores chillones, sin gafas de sol, sin perfumes ni colonias y perfectamente afeitados, nada de barbas ni bigotes ni perillas, ¿has comprendido?
_ Sí comprendido, eso no supondrá ningún problema, pero ¿qué hacemos con el vigilante del garaje, lo pintamos?
_ Elemental querido Carlos, no será necesario. Da por válido al que vas a entrevistar esta tarde, me importa igual que sea tuerto, cojo o manco, si no es útil ya lo sustituiremos cuando nos sea posible, lo importante es que comience mañana, lo quiero a las siete en punto en la puerta del garaje perfectamente uniformado y sonriendo a todo el que entre, ¿de acuerdo?
_ De acuerdo sí, pero insisto, ¿quién lo relevará a la tres de la tarde?, todavía nos falta uno.
_ No lo relevará nadie, continuará de servicio él mismo hasta las doce de la noche, lo relevarás tú un rato para comer y unos minutos a lo largo del día para hacer sus necesidades fisiológicas y asunto arreglado.
_ No puedo hacer eso Dioni, no ¿cómo voy a meterle diecisiete horas de servicio su primer día de trabajo?
_ Sí puedes hacerlo, es más, lo vas a hacer así, dile que le compensarás su esfuerzo y su interés más adelante, hazle cuantas promesas sean necesarias.
_ ¿Y luego?, hacer promesas tiene un inconveniente, hay que cumplirlas, la gente exige que lo hagas.
_ Luego si te he visto no me acuerdo, esto son lentejas amigo mío, si quieres te las comes y si no las dejas. Ya lo sabes, lo quiero allí mañana de 7.00 a 24.00, ¿has entendido?
_ Entendido Dioni, luego te llamo y te cuento lo sucedido.
_ No, luego me llamas y me confirmas la consecución de lo ordenado-, tu tu tu... tu tu tu... Había colgado, sonaron los tres pitidos indicativos de comunicación interrumpida sin mediar despedida, sin decir buenas tardes, ni adiós Carlos, ni hasta luego cocodrilo. Carlos dejó el auricular sobre la cuna del aparato, la voz de Dionisio se había difuminado, durante la conversación se habían extinguido las notas de la canción de la ELO, se habían evaporado y en su lugar se percibía la guitarra de Roger Hodgson al frente de Supertramp y los primeros acordes de Logical song.
_ La canción de los adjetivos-, murmuró Carlos rememorando los tiempos lejanos en que estudiaba inglés con muy poco éxito por cierto.
Tres golpes consecutivos en la madera de la puerta se confundieron con otros tantos redobles de la batería de Bob C. Benberg y una voz ronca, y no obstante tímida, se confundió con los acordes de la canción hasta el extremo de parecer que era el vocalista de Supertramp quien accedía al despacho preguntando:
_ ¿Se puede?- evidentemente no se trataba de la voz atiplada de Roger Hodgson, ni tampoco del saxofón de John Anthony Helliwell, alguien llamaba a la puerta y nada tenía que ver con ninguno de los componentes del conjunto.
Carlos no se tomó la molestia de apagar la radio antes de decir…
_ Adelante.
_ Buenas tardes-, saludó la voz rauca y sin embargo azorada-, ¿es este el despacho del jefe de seguridad?- interrogó el recién llegado sin abandonar su apocamiento; no se trataba de una pregunta absurda, todo lo contrario, era lógica para un extraño, pues no esperaba encontrar allí a un compañero de su empresa vestido de uniforme y cómodamente instalado en el sillón de un cliente, después añadió a modo de disculpa-. Tenía una entrevista mañana con él pero me han llamado pidiéndome que viniera esta tarde.
_ Sí, es aquí, pasa y siéntate. El jefe de seguridad no está en este momento, por lo tanto la entrevista te la haré yo, soy Carlos y soy el jefe de equipo de este centro de trabajo-. El recién llegado era nuevo pero no tonto ni ciego y por lo tanto ya sabía cual era su categoría, pues había visto los galones prendidos en sus hombreras, sin decir nada se instaló en una silla incómoda frente a quien con toda probabilidad sería de inmediato su inmediato superior, por su parte Carlos, rebuscó entre sus notas con gesto circunspecto, no le había causado buena impresión el hombre que tenía delante, estaba pasado de peso, obeso, rechoncho y fofo, y ése era sólo uno de los aspectos desfavorables, por lo menos tenía cincuenta años si no eran más, desde luego no se trataba del prototipo de vigilante deseado por un cliente, es decir, alto, delgado, fuerte, bien parecido, rubio, ojos azules, experto en artes marciales, tirador selecto, políglota, con conocimientos informáticos...
_ Bueno, si no me equivoco tú eres José Luís y ya eres trabajador en activo y miembro de la plantilla de nuestra empresa.
_ Sí así es-, contestó el nuevo con la incertidumbre del recién llegado, ignorando si la entrevista ya había comenzado y dudando si era correcta o incorrecta, apropiada o inapropiada, su primera respuesta.
_ Perfecto, esa circunstancia nos ahorrará trámites, burocracia, papeleo, mamoneo... toma rellena este cuestionario, cuando termines lo comentaremos-, el entrevistado dirigió un vistazo de soslayo al aparato de música antes de empezar a leer el test, el gesto no pasó desapercibido para el entrevistador, quien enseguida interrogó mal intencionado y sarcástico-, por casualidad ¿te molesta la radio?
_ No -, respondió apresurado el trabajador con el nerviosismo de quien busca empleo, desconociendo si la respuesta influiría en el proceso de selección, sin saber si debía responder de forma afirmativa o negativa a aquélla, en apariencia, inocua cuestión, aquella pregunta estúpida formulada con mala fe. De todos modos el rotundo “no” ya ondeaba en el viento del despacho como también fluctuante vagaba el polvo de la canción de Kansas, “Dust in the wind” que servía de fondo a la estrambótica entrevista. José Luís decidió suavizar en la medida de lo posible tan tajante y precipitada negación con un postrero comentario-. La música no molesta si se escucha al volumen apropiado.
Carlos debió estimar adecuado el volumen actual de la música pues no añadió ningún comentario más y la música continuó sonando:
_ Dust in the wind, all we are is dust in the wind, all whit all is dust in the wind.
Mientras tanto él comenzó a hurgar de forma distraída en el interior de uno de los cajones del escritorio como si aquel despacho fuera suyo, y sin molestarse en modificar el estado del equipo de sonido.
_ Sin duda en ese cajón se hallan las respuestas correctas de este examen-, pensó José Luís mientras se enfrentaba con la primera de las cuarenta y cinco preguntas del cuestionario, o al menos las que este engreído considera correctas-. Entre tanto ya se enfrentaba a la primera pregunta.
1ª. ¿Qué entiende usted por seguridad?
¡Chupa del frasco Carrasco! La pregunta decimonónica, la cuestión de las cuestiones, el eterno dilema, una disyuntiva similar a aquella tan conocida de, quién fue antes la gallina o el huevo, pero trasladado al sector de seguridad privada. Intuyó que no iba a ser aquella una entrevista demasiado original sino por el contrario dentro de los más estrictos cánones de la idiosincrasia empresarial. Por un momento estuvo a punto de contestar, palabra por palabra, la definición del diccionario de la R.A.E.: del latín securitas, -atis. Cualidad de seguro; Certeza, conocimiento seguro de algo... sin embargo el aspirante a empleado consiguió contener su impulso y muy despacio, con muy buena caligrafía, comenzó a escribir lo que se esperaba que escribiera:
Seguridad es el conjunto de medidas adoptadas para proporcionar bienestar y garantías a los ciudadanos en general, y en particular a los bienes, inmuebles y personas cuya custodia se nos ha asignado.
Podía haber seguido divagando y citando conceptos como protección activa y pasiva, seguridad integral, pero decidió no alargarse en exceso, ya habría tiempo de ampliar las respuestas en el posterior comentario con su compañero.
2ª. ¿Qué diferencia encuentra usted entre seguridad activa y seguridad pasiva?
¿Por qué siempre preguntaban lo mismo? Era la quincuagésimo nona ocasión en la cual respondía a esas mismas tonterías inútiles, ¿por qué el cuestionario le trataba con un respetuoso usted cuando el imberbe jovencito que le entrevistaba le apeaba el tratamiento? ¿Por qué no se levantaba y se iba diciendo que él tenía veinte años de experiencia en el sector y que si les interesaba su presencia que le avisaran?
9ª. ¿Tiene usted sueños eróticos por la noche?
10ª ¿Tiene usted sueños violentos por la noche?
Si le hubieran advertido de la simpleza de la entrevista hubiera traído el cuestionario resuelto de casa o hubiera entregado una copia del último que hizo en otra entrevista similar, así hubieran ganado tiempo, fue lo que pensó contestando y tratando de armarse de paciencia.
Había terminado la canción de Kansas y ahora sonaba una de un grupo español, Revolver, y además era uno de sus temas favoritos, “No va más”. Casi llegó a tararear las primeras palabras junto a Carlos Goñi:
_ Me he pasado media vida intentando encontrar frases que justificaran lo hecho en la otra mitad...
19ª. Cuándo pasea por la calle ¿cuenta usted las baldosas de la acera?, ¿suma los números de las matrículas de los coches?, ¿camina al azar o por el contrario pisa, o esquiva, de forma deliberada, el interior de las baldosas o sus aristas?
20ª. ¿Sufre usted indisposiciones intestinales con frecuencia? ¿Con qué frecuencia?
– Y es que nadie se hace rico a fuerza de trabajar...- continuaba cantando Carlos Goñi con toda la razón del mundo y nadie puede valorar la profesionalidad de nadie con una prueba tan simple como ésta, continuaba pensando el aspirante a trabajador.
29ª. ¿Sufre usted habitualmente dolores de cabeza, mareos, jaquecas, cefaleas?
¡Qué clase de estúpido había diseñado aquel test! Jaquecas, dolor de cabeza, cefalea, hemicránea, migraña, ¿acaso no son todo lo mismo? Deseó responder que dolor de cabeza no pero cefaleas sí, o alguna imbecilidad similar, pero una vez más reprimió sus impulsos.
30ª. ¿Consume usted de modo habitual alcohol, tabaco, drogas?
Pero, ¿creen de verdad que aunque así sea una persona que busca empleo va a responder alegremente que sí? En esta ocasión no consiguió dominar sus instintos y respondió:
No, pero de todos modos, si así fuera, jamás lo confesaría en una entrevista de trabajo.
39ª. ¿Se deprime usted con facilidad?, ¿sufre cambios de humor repentinos?, ¿tiene arrebatos de ira en los cuales desee causar daño a sus semejantes o causárselos a sí mismo?
Sí, en ese preciso instante deseaba con toda su alma estrangular al genio que había elaborado aquel examen, pero tampoco fue capaz de admitirlo y respondió:
No, no y no- y se relajó un poco escuchando la letra de la canción:
_ Sabes que no soy un héroe, para eso hay que nacer, yo nací para ser viento y los caminos recorrer.
40ª. ¿Padece usted de insomnio o de sonambulismo?
¿Sería mensurable la estupidez de quienes se guiaban por aquellas pruebas psicotécnicas para asignar empleos o por el contrario sería una asnería tan descomunal que carecería de toda mensurabilidad?
43ª. ¿Sabe usted nadar?
¡Anda la leche!, ésta es nueva, y, ¿ahora qué contesto?, imaginaba que iba a trabajar en un garaje, no creo que sean necesarias habilidades acuáticas especiales.
_ Sí-, Escribió para luego añadir con sorna-, no soy un pez pero me defiendo, vamos que no me ahogo en un vaso de agua ni si me caigo a un río, pero tal vez sí, si sufro un naufragio a veinte kilómetros de la costa o si hay una inundación en el garaje.
44ª. ¿Practica usted algún deporte?
_ Ahí no puedes mentir amigo-, se dijo a sí mismo-, la barriga te delata-, me pongo el chándal el sábado y me tumbo en el sofá para ver el fútbol en la tele y beber cerveza; No, mejor no contestes eso, ¿qué tal esto otro?- Hago el amor con mi mujer una vez por semana ya sabe, sábado sabadete... suelo sudar bastante y acabo jadeando y agotado aunque no sé si se considera deporte; No, no, mucho peor, calma José, no lo estropees ahora que ésta es la penúltima-, haría deporte si tuviera tiempo libre, pero debo trabajar para mantener a mi familia-, tampoco, tampoco, relájate. Finalmente escribió sólo una palabra.
NO -. Y lo hizo con mayúsculas y trazo grueso para no dejar lugar a la duda aun sin dar más explicaciones.
45ª. ¿Domina usted el inglés, o el francés?, (si la respuesta es afirmativa especifique nivel) ¿Posee conocimientos de informática?, (si la respuesta es afirmativa indique nivel, y si domina word; excel; ofimática, ofifice, power point, windows) ¿A cursado usted estudios superiores?, (si la respuesta es afirmativa indique cuales y grado alcanzado)
Su irascibilidad creció y alcanzó un grado que le impidió cualquier tipo de razonamiento; no pudo evitarlo, la letra de la canción “Territorios libres”, de Loquillo, que sonaba transmitía un mensaje de rebeldía: _ No servir no gobernar no retroceder ni un paso atrás. Sin líder a quien adorar, ni izquierda ni derecha que me obligue a avanzar, desconfiado como un animal que defiende su espacio vital.
Y quizá eso influyó, o tal vez estaba harto del niñato imberbe que le espiaba por el rabillo del ojo y consultaba nervioso su reloj, enviándole un mensaje subliminal: Te demoras en exceso, abuelo, ¿acaso no sabes leer o te resulta difícil comprender lo que lees?
Si tuviera posibilidad de responder de forma afirmativa y sincera alguna de las cuestiones mencionadas en el apartado cuarenta y cinco no buscaría trabajo en este sector sino en otro mejor remunerado y menos sacrificado.
Estampó su rúbrica aunque en realidad no era necesario y lo entregó. Carlos comenzó a leerlo de inmediato y sin hablar.
_ Casi una hora ha empleado casi una hora en contestar un test tan simple-. Pensó arrugando el ceño. Aunque debo reconocer que tiene una caligrafía perfecta, no he visto una letra tan bella en mi vida.
Dire Straits tomaron el relevo de Loquillo y los Trogloditas, hacia la guitarra y la voz inconfundibles de Mark Knopler viajó el subconsciente del entrevistado, reconoció de inmediato la canción, Romeo and Juliet y seguía el ritmo y la letra para sus adentros:
_ A lovestruck Romeo sings a streetsuss serenade...
Cincuenta y cinco minutos había invertido José Luís en responder las cuarenta y cinco preguntas, cinco minutos empleó Carlos en leerlas.
_ Bien-, dijo cuando hubo terminado, no porque creyera acertadas todas las respuestas sino para dejar entrever que había finalizado, entonces apagó la radio donde por cierto la música había cedido su lugar a las noticias, y retirando los ojos del escrito adujo-, debo decir que hay respuestas que rebasan los parámetros estipulados.
_ ¿Qué sabrás tú lo qué es o deja de ser un parámetro?- pensó el entrevistado, aunque prudente guardó silencio.
_ También añadiré que hay réplicas que no me gustan e incluso confesaré la existencia de algunas respuestas que me desagradan bastante.
_ Esta película yo ya la he visto-, pensó el aspirante a empleado, ahora viene cuando me echa a patadas del despacho y me manda a la calle con viento fresco-, esos eran sus pensamientos pero no dijo nada, sólo se refugió en la silla y se encogió tímidamente de hombros.
_ Sin embargo- hizo una pausa larga, demasiado larga, ¿en qué estaría pensando?, no era tan difícil decir adiós muy buenas; después de la pausa añadió dirigiendo su mirada hacia el manuscrito-, me agrada tu sinceridad y tu letra digna del mejor calígrafo. ¿Tendrías inconveniente en comenzar a trabajar mañana mismo?
_ No, ninguno, todo lo contrario, eso es precisamente lo que deseo.
_ ¿Tendrías inconveniente en realizar jornadas de dieciséis o diecisiete horas?- en esta ocasión la respuesta no fue tan presurosa, por el contrario, fue muy meditada, aunque no por ello menos sincera.
_ Si es por una emergencia y se trata de una situación esporádica, no, si es de forma habitual o por rutina sí tendría inconveniente.
_ No será habitual, sería sólo uno o dos días, mañana y quizá pasado mañana, solamente hasta que consigamos regularizar la situación del resto del personal.
_ Si sólo son dos días no hay problema.
_ Debes tener en cuenta que...- Carlos veía más inconvenientes que el propio José Luís-, se trata de diecisiete horas de pie, en un garaje, pasando frío, aspirando monóxido de carbono y aguantando las impertinencias de los conductores, confiesas no practicar ningún deporte, tal vez tu estado físico no sea el idóneo para jornadas tan extensas y dos días consecutivos.
_ Si sólo son dos días no hay problema - repitió un tanto ofendido.
_ De acuerdo entonces todo solucionado, yo me encargaré de todos los trámites, ya sabes, burocracia, papeleo, mamoneo...; mañana a las siete en punto empiezas el servicio, de 7.00 hasta las 24.00; a lo largo de la jornada te confirmaré el horario del día siguiente, el sábado y el domingo tienes descanso porque el garaje no se abre, por tanto durante el transcurso del servicio del viernes te facilitaré el cuadrante con los turnos y horarios para lo que resta de mes; de los demás asuntos ya hablaremos, ya sabes a que me refiero, vacaciones, horas extraordinarias, distribución de fiestas navideñas, todo eso ya lo comentaremos más adelante-. Carlos se levantó dando por terminada la conversación, a José Luís le vino a la mente otra canción de Supertramp, Goodbay stranger, muy apropiada para aquel instante, pero el aparato de sonido seguía apagado; por el contrario José Luís tenía dudas encendidas y por esa circunstancia interrogó.
_ ¿No sería conveniente que visitará el lugar de trabajo antes de comenzar el servicio?
_ No es necesario, es un garaje con poca capacidad, mañana cuando llegues te darán una lista de vehículos autorizados, el resto, evidentemente no pueden entrar, cuando se llene, que seguramente se llenará, cierras sin más explicación, la tarea no tiene complicación ninguna.
_ Sí, la verdad, resumido de ese modo tan escueto parece muy sencillo-, dijo José Luís sin convicción.
_ Pues ya está todo dicho, hasta mañana, cuento contigo, no me falles y se puntual-, tendió su mano diestra para estrechar la de su nuevo compañero.
_ Hasta mañana, no fallaré y como ha podido comprobar en la cita de hoy soy extremadamente puntual-, alargó su mano respondiendo al saludo de su jefe de equipo y se fue. Ya había abierto la puerta y tenía medio cuerpo en el pasillo cuando escuchó una vez más la voz del entrevistador.
_ ¡Ah por cierto!, se me olvidaba formularte la última pregunta de la entrevista-. José Luís se giró despacio con gesto de resignación y pensando- ¿y ahora qué nueva patochada de última hora se te ha ocurrido?
_ ¿Tú crees en fantasmas?- preguntó sin rodeos.
_ ¡Anda la leche!, esta también es nueva-, pensó-, y yo que creía que no iba a ser una entrevista original, y ¿ahora qué le contesto yo a este niñato? De repente le vino al recuerdo una frase como un soplo de viento fresco en la alborada, era un dicho popular y característico de un antiguo compañero de procedencia leonesa; aunque la cláusula original se refería a las meigas gallegas, José Luís cambió meigas por fantasmas y utilizó el proverbio considerándolo un recurso adecuado-, todo el mundo lo sabe-, no dudó en acompañar a sus palabras de una sonrisa bonancible-, los fantasmas no existen, pero haberlos haylos.
_ Sí eso creo yo también, gracias José Luís, hasta mañana.
El recién empleado acentuó su sonrisa y definitivamente se fue, antes de terminar de cerrar la puerta a su espalda ya había dejado de sonreír y Carlos ya había marcado el número del teléfono móvil de Dionisio.
_ Todo arreglado-, informó con el orgullo proporcionado por el deber cumplido-, tenemos escoltas y vigilante de garaje para mañana y también para el viernes, ha accedido a doblar el turno por dos días, entrevistaremos a los demás en el transcurso del día de mañana y éstos podrán empezar a trabajar sin problemas el lunes.
_ ¡Perfecto!, gracias Carlitos, ya sabía yo que podía confiar en ti, nos vemos mañana...
_ A las nueve en punto en la puerta del despacho de Don Alberto-, completó el jefe de equipo sin dejar finalizar la frase a Dioni, adelantándose, profetizando cuales iban a ser sus palabras, y, éste, muy complacido al apreciar lo rápido que aprendía su discípulo más aventajado y comprobar que incluso adivinaba sus deseos añadió.
_ Elemental querido Carlos, elemental, ja, ja, ja... tu, tu, tu... tu, tu, tu.
José Luís tenía todavía la sorpresa dibujada en su rostro, se disponía a llamar a un taxi pero descartó la idea, caminar un rato le relajaría y el metro siempre sería una opción más económica y mucho más acorde con sus ingresos. Inició despacio el paseo, los viandantes lo miraban, llamaba la atención su aspecto despreocupado, ocioso, manos en los bolsillos, pasos lentos y cortos, sonrisa un tanto boba... en su cerebro reverberaban consignas recién escuchadas, términos recién percibidos y aún no del todo digeridos, frases recién pronunciadas. Las personas viven dentro de una película continua que se proyecta en el interior de sus cabezas de cuando en cuando han de interrumpir la proyección y tomar contacto con la realidad, José Luís trataba de tomar contacto con la realidad y sin embargo…
A su espalda, unos metros por encima de la puerta principal del edificio en cuyo interior iba a trabajar, en una ventana circular, antigua vidriera de la iglesia de Santa Águeda, apareció una figura oscura, no se apreciaban sus rasgos pero sí su contorno, era extraño, la altura a la cual estaba situada la mencionada ventana hacía imposible el acceso a ella. José Luís se giró de manera brusca, como si respondiera a una súbita llamada, como si alguien hubiera pronunciado a gritos su nombre, dirigió su mirada hacia aquel lugar elevado y misterioso, en ese instante, o quizá milésimas de segundo más tarde, la sombra se desvaneció y su desaparición repentina se llevó consigo el último reducto de sonrisa del caminante. José atribuyó aquella fugaz visión a un reflejo casual, una caprichosa sombra, una mala pasada de su vista ya un tanto cansada.
_ Sí-, pensó en voz alta-, eso ha sido, un reflejo, nadie podría encaramarse a una tronera tan elevada, una sombra, ¿qué otra cosa podría ser?
¡Qué otra cosa podría ser! ¿Un fantasma tal vez?
_ ¡Vaya entrevista rara!, ¿pues no va el jovencito y me pregunta qué si creo en fantasmas?- se percató de que estaba hablando solo por las inquisitivas miradas de los transeúntes, entonces continuó su camino con mayor velocidad y susurró en voz muy baja e imperceptible para el resto del universo-, todo el mundo lo sabe hijo, los fantasmas no existen pero haberlos haylos.

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