miércoles, 4 de septiembre de 2013

Fragmento de un sueño.




Al final fue que no, pero no pasa nada, otra vez será. Este cuerpo tiene que salir a flote. Pongo un pequeño fragmento, muy pequeño...




Llego a la pensión ataviada con la quimera de un amor sin concluir o vestida con la contienda del romance concluido antes de tiempo, arropada, en cualquier caso, con el aroma del tópico desenfrenado y con la urgencia del porvenir incierto.


Sé que ellos ya me aguardan abajo en el restaurante; sé que ellos ya me aguardan arriba en la habitación, carne y espíritu, cielo e infierno, ángeles y demonios, sueños y pesadillas. Y en medio, como el jueves, yo, que no sé qué ni quién soy, si es que todavía soy. Un personaje de novela imposible o una escritora de novelas inventora de protagonistas imposibles que tiene dificultad en diferenciar cuál es su verdadera vida y cuál la de sus imposibles personajes.

Dudo entre subir o bajar, entre soñar o recordar. En el término medio está la virtud, me quedo en la media virtud de mi indecisión y voy al baño más cercano a la recepción. Me observo en el espejo, he perdido resplandor, retoco mi restauración con coquetería y una vez difuminado el deterioro sufrido me dirijo con decisión al restaurante.





Y hasta aquí puedo leer que diría Mayra.


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