Hoy día 17 de enero San
Antón, siento la necesidad de continuar siendo contador de historias
y empiezo a recordar una que sucedió hace mucho tiempo pero que
terminó hace muy poco.
Supongamos que hoy es...
14 de noviembre de
1995...
Como casi
siempre
Sale de casa. Instala un
beso en la frente de su hijo que todavía dormita la siesta y otro en
los labios de su esposa que todavía no se ha podido sentar después
de su amplia jornada laboral.
- Hoy casi no nos hemos visto, como casi siempre- dice ella como casi siempre.
- Qué más da, si ya me tienes muy visto- responde él guiñando un ojo.
- No me gusta dormir sola, no me gusta que trabajes de noche.
- Ni a mí, no te preocupes, mañana acierto una primitiva y ya no trabajo más, ni de día ni de noche- Sonrie desganada y le responde:
-Anda tonto, vete ya que vas a llegar tarde.
Se va, aunque le
gustaría quedarse, claro.
No llega tarde, llega a
la misma hora de siempre, empieza su jornada como siempre y se lo
toma con calma, tiene doce horas de trabajo por delante y la noche es
muy larga, esta incluso puede ser demasiado larga.
El edificio de oficinas
poco a poco se va despoblando de empleados, apenas quedan dos, tal
vez tres personas; los rezagados de siempre, pero en un par de horas
estará solo, solo con su soledad, solo con sus fantasmas.
Cuando se marcha el
último morador del edificio hace su primera ronda. La primera es la
más importante, debe comprobar que no queda nadie, que todas las
ventanas están cerradas; apagará las luces, los ordenadores que
dejaron encendidos los despistados y cerrará la puerta de todos los
despachos.
En una hora ha
terminado, hasta dentro de dos horas no tendrá que hacer otra ronda,
ahora es tiempo de cenar.
Percibe un par de
ruidos, nada preocupante todavía, un par de crujidos de madera
vieja, un susurro de alguna corriente de viento impertinente, un eco
lejano, intermitente, persistente, inexistente...
No hace caso de esas
nimiedades, ya no, sabe que son ellos, saben que no se irán sin
haberse divertido un poco a su costa, sabe que el miedo ya no es
insoportable.
- Malditos fantasmas, ni cenar tranquilo me dejáis. No pienso escuchar vuestros ruidos.
Pone la radio para no
oir, para no sentir... como su compañero Mariano que silbaba en la
oscuridad para no percibir los sonidos que el edificio vacío
producía.
Tiene suerte, en las
ondas se empiezn a oir los acordes de Whiskey in the jar, de Thin
Lizzy,
sube a tope el volumen y
Phil Lynott eclipsa cualquier sonido de ultratumba.
To be continued... es
decir, continuará.
2 comentarios:
Bonito tema y buen punteo de guitarra. espero la continuación de la historia. Y como siempre es un placer darse una vuelta por tu blog. Un abrazo Ángel.
Gracias Luis por tu visita al blog y por tu comentario.
La canción es una de mis favoritas, bueno lo era hace unos años, el relato es un recuerdo, una noche de trabajao como tantas otras, o no, un suceso que me llevó desde el 14 de noviembre de 1995 al 14 de febrero de 1996, tres meses que trataré de contar de forma muy breve.
Un abrazo.
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