SEGUNDA PARTE
Me huele a chamusquina
Y hablando de sonidos de
ultratumba, suenan en la radio los acordes de Paranoid, de Black
Sabbath,
- Parece que la música
ha amansado a las fieras- dice cuando se percata de que no se percibe
ningún ruido fuera de lo normal dentro de un edificio vacío.
Transcurren un par de
horas en completa calma, llega el momento de hacer otra ronda. Se
levanta, recoge todo el material necesario, llaves, linterna... y
sale de la garita para adentrase en la oscuridad de los fríos y
siniestros pasillos. Apenas da dos pasos cuando a su espalda, una
puerta se cierra de improviso, violentamente, con un gran estruendo.
Ya no se sobresalta con esas pequeñeces, hace años un escalofrío
habría recorrido su espalda, hoy, 14 de noviembre de 1995, ya ni se
inmuta.
- Habrá sido una
corriente de aire inoportuna- se dice a sí mismo sin volver la vista
atrás.
Sube por la escalera
lateral hasta la última planta, recorre una por una todas las
estancias, el eco amenazador y perverso le devuelve el sonido de sus
propias huellas. Llega al final, ahora debe regresar por donde ha
venido y volver a bajar por la escalera, esta planta es la única que
no tiene salida, solo hay un posible recorrido, el camino del
destino.
Se gira bruscamente como
si quisiera sorprender a alguien que no debería estar allí, a veces
lo logra, los sorprende y los ve, otras no, en otras ocasiones son
más rápidos y se ocultan o simplemente no están. Hoy parece que no
están.
- Pero será mejor no
cantar victoria todavía- murmura entre dientes.
Regresa a la escalera y
comienza a descender, al mismo tiempo que él baja un ligero olor a
quemado sube. Se encienden sus alarmas, abre los ojos al máximo y
trata de detectar por dónde viene ese preocupante aroma. No lo
consigue, continua bajando y llega a la segunda planta, el olor a
quemado se incrementa, no demasiado, solo un poco más; no hay humo;
la alarma de incendios no se ha activado... ¿serán imaginaciones
suyas? El olfato nunca fue su sentido más desarrollado, ya se lo
decía su abuela: “Hijo mío tú eres igual que yo, tienes mucha
nariz pero poco olfato”.
Termina la vuelta
completa a la segunda planta y continua el suave olor a quemado, por
ello decide repetir la ronda en esa zona, la hace de nuevo con
idéntico resultado.
Nada, qué raro, no hay
fuego, no hay nada encendido, ¿por qué huele así?- pregunta en voz
baja pero no se formula la pregunta a sí mismo sino a ellos-, ¿sois
vosotros... estáis quemando algo... es el fuego del infierno en el
cual habitáis lo que se percibe esta noche?
Evidentemente no obtiene
respuesta, solo silencio, eterno y sepulcral silencio.
Continua descendiendo
por la escalera y accede a la primera planta, la más importante, la
zona donde se ubican los despachos de los directivos. Se incrementa
el olor a humo, sobre todo por el ala norte, la ubicada encima de la
antigua capilla, la situada sobre las antiguas celdas de castigo. El
edificio en su momento fue un convento y aún conserva detalles,
sobre todo en el exterior, en 1623 era el convento de las
Arrecogidas.
- ¿Por qué huele a
humo si no se quema nada?- se pregunta a sí mismo para
posteriormente dirigirse a... ellos-, os prohíbo que juguéis con
fuego, ¿me oís?; os prohíbo quemar el edificio, no por que tema
por mi integridad física sino porque peligraría mi puesto de
trabajo.
De repente se oye
música, está justo encima de su garita, es la radio, es de nuevo
Paranoid, de Black Sabbath.
- ¿Por qué repiten
esta canción?- pregunta al vacío, aunque por el momento le preocupa
más el olor a... chamusquina.
To be continued... es
decir, continuará.
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