De esta fotograía, cuyo autor es Santi Martín (http://www.flickr.com/photos/santi_martin/), salió este relato para un concurso. Espero que os guste.
Toda
la vida en el mismo banco del mismo rincón del parque cercano a su casa que fue
antaño la de sus padres. Los pies descalzos al tibio sol, algo más arrugados
cada día, quizá un poco más cercanos; el cuerpo encoje con la edad. Los brazos
envejecidos y no obstante fuertes de tanto sujetar libros. Algo cansada la
vista, pero las gafas suplen ese engorro; sempiterno tocado negro riguroso,
baluarte de fríos y calores.
Banco de madera tallada por el
tiempo, castaño repleto con grabados de iniciales y corazones de enamorados;
segundo hogar, primera biblioteca. Viaja su plétora memoria enfrascada en lectura hasta la primera vez
que recordaba haber estado allí, leyendo con papá un cuento; después su primer
poema; su primer amor, su primera caricia y también en ese mismo sito, su primer
beso. Y muchos libros, muchos besos, padres que un mal día ya no se sientan en
el banco; hijos a quienes leer nuevos cuentos y, más libros, algunos releídos;
ley de vida cumplida y reescrita, soledad, literatura, todas las mañanas visita
obligada… placentera.
Los dos han tenido suerte a su modo,
han tenido una buena existencia. Ella fue feliz, tampoco pidió imposibles ni
fue demasiado exigente. Publicó varios libros, tuvo cierto éxito y ahorró lo justo
para seguir tirando. Bueno en realidad lo de ir tirando es un eufemismo, ahora,
con la dichosa crisis, debe apretar un poco más el cinturón, pero una persona sola no tiene grandes gastos
y al menos, conserva su buena salud, dignidad sin mácula y una abundante
biblioteca.
El banco ha subsistido a los embates
del clima y los envites del botellón; el ayuntamiento no lo ha recortado, ni a
él, ni a su parque y aunque necesita una mano de pintura, que tardará unos
presupuestos en llegar, todavía su savia y sus astillas soportan bien los
rigores del invierno y los tórridos veranos.
Lo que a ella no le agrada es hallar
su banco ocupado por extraños, entonces no puede recostar su reumatismo a sus
anchas, ni descalzarse; su banco es un objeto perdido y compartido, aunque se
resigna y acepta compartir, no le queda otro remedio. Han cerrado los lugares
donde antes iba el resto de los usuarios, les han dejado en la calle. Le
interrumpen en la lectura, con su cháchara le restan concentración.
- ¿Qué lees hoy, querida? ¿Es
interesante la historia? ¿Cómo haces para ver la letras tan juntas y tan
pequeñas? ¿No te marean las palabras y tanto pasar hojas a un lado y otro?
A veces responde monosílabos y sonrisas,
paciente; en otras ocasiones calla y se finge enfrascada en la lectura. Ellos
no la comprenderían, ignoran que lleva allí toda su vida, leyendo, creando,
viviendo; sin embargo su banco ya no es exclusivamente su banco, cada día es de
más gente.
Una mañana triste en la cual el
cielo se tiñó de gris, una pareja asidua al mismo banco comentó:
- Hoy no ha venido la amante de la
literatura.
- No, estará enferma, el invierno y
sus alifafes, habrá cogido frío.
- Tal vez, o quizá ya haya leído toda
su vida o vivido todos sus libros.
4 comentarios:
Es muy bonito, pero el final muy triste. Demasiado para mi en estos momentos.
Un saludo.
Gerardo
Bueno, Gerardo, en realidad el final no se especifica cual es, solo los dos ocupantes del banco hacen conjeturas. Ha faltadoun día nada más, puede que haya tenido cosas que hacer, o un simple catarro.
Un abrazo grande, amigo.
Me gusta, en los bancos de los parques he leído mucho, es un lugar especial.
El final al contrario que Gerardo, a mí me gusta, al fín y al cabo... la vida es así...
Bueno, se dice que la vida es una novela que siempre acaba mal.
Pero en este caso no se cuenta si termina, lo que está claro es que ella vive la vida de forma diferente, es una vida leída.
Gracias por tus palabras Elena. Besos.
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