De estas fotografías cuyo autor es el guionista y fotógrafo francés Jean Marc Auclair y, con el propósito de participar en un concurs, surgió este relato que titulé "Brillo del tiempo".
Despertó.
Debía estar haciéndose mayor, jamás se dormía en el metro y hoy no solo se había quedado transpuesto sino que además se había pasado ya su estación, ¿estarían haciendo mella los veinte últimos años de su vida en su vida? Al menos ningún taimado ladronzuelo había aprovechado su cabezada para robarle la cámara que colgaba de su cuello, eso sí hubiera sido un desastre.
Debía estar haciéndose mayor, jamás se dormía en el metro y hoy no solo se había quedado transpuesto sino que además se había pasado ya su estación, ¿estarían haciendo mella los veinte últimos años de su vida en su vida? Al menos ningún taimado ladronzuelo había aprovechado su cabezada para robarle la cámara que colgaba de su cuello, eso sí hubiera sido un desastre.
Decidió bajarse en la próxima y
regresar caminando, el día era limpio y claro, la temperatura bonancible, casi
cálida, el mediodía era perfecto para desplazarse en metro, entre oscuridad,
carreras, muchedumbres y malos olores... es ironía.
Aguardó la llegada de la próxima
estación en pie para no volver a sestear, impaciente junto a la puerta, y, en
cuanto pudo, salió a toda prisa de aquella prisión voluntaria y subvencionada.
Recibió con enorme placer la tibia
caricia de los rayos solares, respiró hondo el aire exterior, algo contaminado
pero no en avanzado estado de putrefacción como el del interior del suburbano.
La diosa fortuna había querido dejarle en la entrada de un famoso parque
madrileño que debería atravesar para desandar el camino involuntariamente
recorrido y llegar a casa. Definitivamente sí estaban haciendo mella los
últimos veinte años de su vida, consideraba la habitación del hotel como su
casa.
Entonces la vio. Su sonrisa, el color tostado de su piel a juego con el de sus ojos, el cabello ensortijado en guedejas desordenadas, su ropa demasiado llamativa y sensual, su voz dulce, que mal entonaba en castellano por aproximación, una frase osada.
Entonces la vio. Su sonrisa, el color tostado de su piel a juego con el de sus ojos, el cabello ensortijado en guedejas desordenadas, su ropa demasiado llamativa y sensual, su voz dulce, que mal entonaba en castellano por aproximación, una frase osada.
- Es temprano pero te hago lo que
quieras por 15 pavos.
Rozaría la treintena por exceso o
por defecto mientras él por inercia doblaba sin remilgos esa edad; a lo más que
podía y que quería aspirar era a tomarle unas fotografías. De ese modo lanzó
una oferta irrechazable.
- Te doy 20 si me permites hacerte
unas fotos- dijo mostrando su cámara.
- ¿Solo fotos? ¿Con la ropa puesta? Hecho- dijo tendiendo la mano diestra con la palma abierta.
- ¿Solo fotos? ¿Con la ropa puesta? Hecho- dijo tendiendo la mano diestra con la palma abierta.
Posó un billete en la mano de la
mujer y su objetivo en su cuerpo de hetaira. Captó detalles del escueto vestido
iluminado por el sol, del rostro bello aunque ligeramente castigado por las
inclemencias del tiempo, del cabello castaño que volaba libre rozado por la
brisa suave. Media hora más tarde se despidió dándole las gracias.
- Si otro día quieres más fotos o... lo que sea, estaré por aquí- le gritó en castellano chapurreado con desparpajo cuando ya se marchaba.
- Si otro día quieres más fotos o... lo que sea, estaré por aquí- le gritó en castellano chapurreado con desparpajo cuando ya se marchaba.
Seleccionando
las instantáneas tomadas días antes se fija en un detalle que le había pasado
desapercibido hasta el momento. El discreto destello de unos humildes pendientes
despierta la memoria y aviva los rescoldos del recuerdo. Corre a su archivo y
busca, muy pronto halla una serie de tres fotografías tomadas en Egipto años
atrás.
Idénticos pendientes pese al paso de
los lustros, tal vez la misma sonrisa, el mismo cabello; tal vez la misma
persona, inocencia perdida en los juegos de la vida.
En una mano lleva la cámara, en la otra las fotografías separadas por el devenir del tiempo, unidas por unos aretes baratos. Sale deprisa hacia el parque de nombre premonitorio con la esperanza de atravesar veinte años y recuperar... ¿qué? Tal vez el brillo del tiempo... ¿perdido?
En una mano lleva la cámara, en la otra las fotografías separadas por el devenir del tiempo, unidas por unos aretes baratos. Sale deprisa hacia el parque de nombre premonitorio con la esperanza de atravesar veinte años y recuperar... ¿qué? Tal vez el brillo del tiempo... ¿perdido?
2 comentarios:
Me parece una historia con un enfoque muy interesante... tanto que merece ser continuada... no la dejés en un cajón olvidado durante 20 años...
Me ha gustado mucho la atmósfera que has creado y el esbozo de los personajes deja entrever un carisma especial en ellos.
Un saludo.
Gerardo
Gracias Gerardo. La verdad es que podría ser el inicio perfecto para una novela, pero en principio no está pensado para ello sino simplemente para un relato corto. De todas formas me lo apunto por si en algún momento surge la inspiración.
Un abrazo.
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