Sexta parte de una
historia. 14 de noviembre de 1995. Un milagro
Álvaro confió en el
párroco y en San Antón, ¿cómo no hacerlo después de una noche
tan extraña? ¿Cómo no confiar en un cura y em un santo cuando los
fantasmas del pasado habían realizado una llamada de emergencia en
su nombre y lo había convertido prácticamente en un héroe?
Álvaro confió, sí;
sin embargo los bomberos no tenían ninguna confianza, el muchacho
estaba en lo cierto, no les dejaban acceder a la entrada principal
del edificio quemado, era una locura.
- Tengo que llegar a la
escalera- explicaba el sacerdote al bombero con desesperación-, ¿no
lo entiende? Es necesario salvar la figura del Sagrado Corazón de
Jesús, es una talla del siglo XVII, un regalo del rey a nuestra
institución.
- Lo entiendo padre,
pero comprenda usted, estará reducida a cenizas, todo el hall de la
entrada principal se ha quemado, escalera incluida, se ha desplomado,
ha desaparecido y en ese acceso sólo quedan escombros y cenizas.
- Puede ser que esté en
lo cierto, pero déjeme entrar para comprobarlo. Se lo ruego.
- Eso que me pide es por
completo imposible, no solo es que no quede nada a salvo en el
interior, es que además la techumbre corre peligro de desplome
inminente y pondría su vida en peligro. ¿Lo entiende, padre? Si
algo le ocurre a usted es responsabilidad mía.
Se alejó el sacerdote
profundamente decepcionado, el vigilante lo siguió, despacio, ambos
estaban abatidos. De repente el religioso pareció recordar la
existencia del joven.
- No es por el valor
económico, es por lo que representa, por la historia, por la
protección inherente a esa escultura.
- Hay una forma de
entrar padre- dijo el vigilante sin saber a ciencia cierta el
motivo-, podemos entrar sin necesidad de puerta.
-¿Qué quieres decir?-
interrogó excitado el sacerdote- ¿Cómo vamos a entrar si no es por
la puerta y con el beneplácito de los bomberos?
-Por el pasadizo
secreto, debajo de la capilla hay un túnel, une la antigua capilla
de nuestro edificio con la antigua capilla del convento de San Antón,
la trampilla está a unos diez pasos de la escalera de entrada.
-¡Vamos deprisa, no
perdamos tiempo!- Exclamó el párroco recuperando algo de color en
sus mejillas.
Entraron al edificio,
caminaron los escasos metros que les separaban de la entrada a la
antigua capilla; la oscuridad era completa, se ayudaron de la
linterna del vigilante por no dar todas las luces. Bajo el antiguo
altar, en la actualidad tribuna de oradores, había una trampilla.
Trece peldaños por una angosta y peligrosa escalera de caracol llena
de telarañas, un estrecho pasadizo, muy corto, apenas unos doce
metros, otra escalera igual de angosta, igual de tétrica, igual de
intransitada..., y una trampilla de madera.
- Esta caliente- dijo el
vigilante-, tal vez al abrirla nos encontremos humo y llamas.
- No creo, en la planta
baja el fuego estaba extinguido, ¡vamos a abrirla!- apremió el
religioso.
No era fácil, muchos
años, siglos quizá, llevaba sin abrirse aquel postigo..., pero
Álvaro empujó y confió en San Antón y al final cedió.
El espectáculo era
lamentable, humo, polvo, escombros y cenizas peleaban por establecer
su manto gris en el reino de la oscuridad y el silencio.
Otra vez tuvieron que
usar la linterna, era imposible sin un ápice de luz saber dónde se
hallaban. El vigilante enfocó en todas las direcciones despacio para
que el religioso se orientara; sobre sus cabezas, un crujido de
madera a punto de ceder, les recordó que no tenían toda la noche.
- ¡Allí!- dijo el cura
señalando en una dirección donde nada diferente se distinguía-, al
doblar esa esquina estaba la entrada.
Fueron hacia allí, al
doblar la esquina se encontraron con los restos de la escalera de
madera, un amasijo de tablas quemadas que todavía desprendían calor
y humo y... miedo.
- No perdamos tiempo, la
puerta está allí y a la derecha de la entrada estaba la escultura.
Avanzaron, la linterna
iluminó ligeramente lo que había sido en tiempos una lujosa
recepción. Nada excepto escombros se veía.
- No enfoques la
linterna a la puerta, los bomberos pueden ver el reflejo.
- Es cierto- dijo el
vigilante y su voz se mezcló con un amenazador rugido de madera
herida de muerte.
Retiró el haz de luz
hacia el lado opuesto...
- ¡Ahí está!- exclamó
el sacerdote- pero qué extraño, está al lado opuesto de su
ubicación habitual. Bueno mejor, si llega a estar al otro lado le
hubiera caído encima toda esa barandilla y se hubiera destrozado,
parece un milagro, la imagen del Sagrado Corazón es lo único
reconocible en esta zona. Un milagro.
- ¿Habéis sido
vosotros?- preguntó Álvaro-, ¿también llegan a este edificio
vuestras travesuras?
- ¿Cómo dices?-
preguntó el sacerdote perplejo.
- Nada padre, tonterías
mías, vamos a poner a salvo la escultura y de paso a ponernos fuera
de peligro nosotros.
Lo más difícil fue
hacer pasar la talla de madera por las dos trampillas, al instante de
acceder al túnel oyeron un terrible estruendo sobre sus cabezas y
supieron que se habían librado del desplome del techo y de perecer
aplastados por los cascotes de milagro. Otro milagro.
- Gracias San Antón, en
ti confío- murmuró el sacerdote.
A salvo de peligros y pasados unos pocos minutos más, el Sagrado Corazón de Jesús acompañaba en la entrada de la iglesia al resto de tesoros que albergaba el edificio.
-Gracias hijo, si no
hubiera sido por ti está noche hubiéramos sufrido daños y pérdidas
históricas irreparables.
- No he sido yo padre,
han sido..., ha sido San Antón.
-Un milagro, un
verdadero milagro que se haya salvado estando donde se hallaba.
Álvaro vio lo tarde que
era ya, estaba apunto de llegar su relevo. Se fue al baño, el espejo
le devolvió una imagen deplorable, necesitaba una ducha, necesitaba
un largo descanso, necesitaba..., un milagro.
-Otro milagro quizá sea
ya pedir demasiado.
To
be continued... es decir, continuará.
2 comentarios:
Ahora me quedo con la intriga... Eso me pasa por no esperar a que esté la historia completa jajaj
Bueno, Myriam, ya solo queda una entrega y ya casi está todo desvelado. En la próxima, pasa el tiempo y Álvaro visita la iglesia y... no ocurre nada demasiado llamativo, es solo que Álvaro hará una protesta por una situación que se produce en la realidad. Ten en cuenta que el incendio y casi todo lo que llevo contado es real. La realidad siempre supera a la ficción.
Un besazo y gracias por leerme.
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